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domingo, 23 de septiembre de 2007

María Santísima

La Virgen María, la Madre de Dios. En el Misterio de la Encarnación se encierra el Misterio de la Concepción Virginal, del concebir sin haber conocido varón. "Salve Tabernáculo de Dios, Salve Casa de Dios", dirá Francisco. Y también: "Consagrada por Él con su Santísimo Hijo Amado y el Espíritu Santo Paráclito". María, para Francisco, es un Templo, es decir, ella albergó al mismo Dios en su Seno. El Espíritu Santo la Desposó consigo, al venir sobre ella, y cubrirla la sombra del Poder del Altísimo. Así, vemos que contemplando el texto lucano de la Anunciación, Francisco ve cómo las Tres Personas de la Trinidad intervienen activamente en la Encarnación. El Padre (el poder del Altísimo), el Hijo (Hijo de Dios-Hijo del Hombre) y el Espíritu Santo (viene sobre la Virgen y concibe Ella al Niño). Así, la Encarnación no es obra de una sola Persona, sino de las Tres, de forma que podríamos decir que la Trinidad, si bien el que se Encarna es el Hijo, permanece la Trinidad Inmanente manifestándose como Trinidad Económica: Jesús el Dios-Hombre Ungido por el Espíritu, en Constante Comunión y Reciprocidad de Amor con el Padre.

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