BUSCADOR CATÓLICO

sábado, 3 de noviembre de 2007

LOS DIFUNTOS



Mis disculpas. Ayer no agregué nada al Blog, sencillamente porque había cogido un buen catarro. Hoy estoy mejor, y quisiera hablar un poco de la otra festividad, la que se celebró ayer: Los hermanos difuntos. San Francisco acogió a la Muerte como a su HERMANA. No le tenía miedo, ni respeto más allá de lo que presupone el hecho de que para él no era sino un paso más, el PASO. Por fin, sus anhelos se veían colmados. La unión con Dios a la que había llegado en la tierra se completaría con la unión eterna con el Absoluto, en el goce Eterno de las Nupcias del Alma amante con Jesús amado. Por eso, en los relatos de los biógrafos vemos cómo el Poverello celebra la misma Liturgia que celebró Cristo: reparte el Pan, y aunque no puede por su enfermedad, desea sin duda lavar los pies a sus hermanos, y dejarle consginas de vida en Dios. Y no pudiendo como he dicho lo primero, les da lo segundo. Les dice cómo llegar a la Unión con Cristo por la Pobreza, y les predica además muchas otras y santas palabras. Si leemos el Evangelio de Juan, nos damos cuenta de que Francisco viene a seguir ahora el mismo itinerario de Jesús, tanto como lo ha seguido a lo largo de su vida.


"Loado seas, mi Señor, por nuestra hermana la muerte corporal, de la cual ningún hombre viviente puede escapar. ¡Ay de aquellos que mueran en pecado mortal!: bienaventurados aquellos a quienes encuentre en tu Santísima Voluntad, porque la muerte segunda no les hará mal". Es un canto. El canto de un Trovador, de un enamorado de la Eternidad.

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