BUSCADOR CATÓLICO

lunes, 19 de noviembre de 2007

TODO ES GRACIA


A fray N., ministro: El Señor te bendiga (cf. Núm 6,24). 2Acerca del caso de tu alma, te digo, como puedo, que todo aquello que te impide amar al Señor Dios, y quienquiera que sea para ti un impedimento, trátese de frailes o de otros, aun cuando te azotaran, debes tenerlo todo por gracia. 3Y así lo quieras y no otra cosa. 4Y tenlo esto por verdadera obediencia al Señor Dios y mí, porque sé firmemente que ésta es verdadera obediencia. 5Y ama a aquellos que te hacen esto. 6Y no quieras de ellos otra cosa, sino cuanto el Señor te dé. 7Y ámalos en esto; y no quieras que sean mejores cristianos. 8Y que esto sea para ti más que el eremitorio. 9Y en esto quiero conocer si tú amas al Señor y a mí, siervo suyo y tuyo, si hicieras esto, a saber, que no haya hermano alguno en el mundo que haya pecado todo cuanto haya podido pecar, que, después que haya visto tus ojos, no se marche jamás sin tu misericordia, si pide misericordia. 10Y si él no pidiera misericordia, que tú le preguntes si quiere misericordia. 11Y si mil veces pecara después delante de tus ojos, ámalo más que a mí para esto, para que lo atraigas al Señor; y ten siempre misericordia de tales hermanos. 12Y, cuando puedas, haz saber a los guardianes que, por tu parte, estás resuelto a obrar así.
13Y de todos los capítulos de la Regla que hablan de los pecados mortales, con la ayuda del Señor, en el capítulo de Pentecostés, con el consejo de los hermanos, haremos un capítulo de este tenor: 14Si alguno de los hermanos, por instigación del enemigo, pecara mortalmente, esté obligado por obediencia a recurrir a su guardián. 15Y todos los hermanos que sepan que ha pecado, no lo avergüencen ni lo difamen, sino tengan gran misericordia de él, y mantengan muy oculto el pecado de su hermano; porque no necesitan médico los sanos sino los que están mal (Mt 9,12). 16De igual modo, estén obligados por obediencia a enviarlo a su custodio con un compañero. 17Y el custodio mismo que lo atienda con misericordia, como él querría que se le atendiera, si estuviese en un caso semejante (cf. Mt 7,12). 18Y si cayera en un pecado venial, confiéselo a un hermano suyo sacerdote. 19Y si no hubiera allí sacerdote, confiéselo a un hermano suyo, hasta que tenga un sacerdote que lo absuelva canónicamente, como se ha dicho. 20Y éstos no tengan en absoluto potestad de imponer otra penitencia sino ésta: Vete, y no quieras pecar más (cf. Jn 8,11).

Esta carta de San Francisco se podría resumir, como bien señala Tadeo Matura, en la frase de Santa Teresa de Lisieux "Todo es Gracia". El Poverello anima al Ministro a que acoja todo lo que Dios le envía como Gracia, o sea, como una oportunidad de sentir y pensar como Dios mismo. Los hermanos, que tanto daño le causan con su obrar y pensar, no son obstáculos. Puesto que el camino hacia Dios no lo configuramos nosotros, es Él quien nos da lo que necesitamos para llegar a Él, para llegar a sentir lo que Él sintió en la Cruz: una Misericordia desbordante que Ama a los que le golpean, y que no tiene para ellos otra cosa que ofrecer que brazos acogedores, que se extienden en la Cruz para que no falten a nadie. Y eso es a lo que llama Francisco al ministro: a convertir su amor humano, que busca un camino fácil y no exigente, en un Amor como el de Dios, que Ama y se da de verdad a aquellos que no le quieren, e incluso lo azotan. Deberíamos plantearnos si lo que vemos como inconveniente en nuestra vida espiritual no podría ser en realidad una oportunidad de aprender del Corazón de Dios.

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