BUSCADOR CATÓLICO

viernes, 18 de enero de 2008

EL CARISMA (II)


Pues Bien, como íbamos diciendo, el Carisma, sea el que sea, una vez recibido y puesto por obra en la vida, funda y forma un camino particular de búsqueda de la Santidad, de búsqueda de Cristo. He aprendido también que el Carisma, por tanto, es NECESARIO para la Vida de Santidad de la Iglesia, en el momento y contexto históricos en que el Espíritu lo suscita. Le introduce un dinamismo y una fuerza nuevas. A la luz de este Don Divino, la Comunidad Eclesial descubre un nuevo horizonte, una nueva visión de la Única Persona y del Único Misterio de Cristo, Dios Encarnado. Y es por el camino de la Encarnación por el que quisiera continuar. También he aprendido que, si bien es verdad que los Sacramentos de la Iglesia son Siete, la Vida Sacramental de la misma Iglesia no se agota en ellos. En Teología se estudia que los Sacramentos son Signos Visibles y Eficaces de la Gracia Invisible, y hacen presente en nuestro Espacio-Tiempo y en nuestra Vida Espiritual y Sobrenatural dicha Gracia. El Pan y el Vino, Signos Sacramentales, hacen presentes, Visibles y Eficaces Espiritualmente el Cuerpo y la Sangre de Cristo. Éstos son, por tanto, Dios mismo. Pues bien, cualquier Gracia que Dios otorga en forma de Carisma es también Sacramento, pues la Gracia no es sino, como dijimos ayer, un reflejo de la Vida de Dios, Vida Trinitaria. Por tanto, es Dios mismo quien se hace presente en la vivencia del Carisma. Esto significa que la persona que lo encarna con sus obras y palabras es un Signo Sacramental, es decir, hace presente y eficaz el Sacramento del Carisma que se le ha otorgado, de forma que lo presenta a los demás como una forma de Salvación, y lo hace eficaz en ellos, pues se benefician de tal Don Divino. Francisco vivió la Pobreza, por ejemplo, y hablamos de él como "el Pobrecillo de Asís". Es decir, encarnó y aún hoy significa la Pobreza Evangélica que Cristo vivió y enseñó. Si cada uno de nosotros vive su propio Carisma, enseñará a los demás un camino de acceso a Jesús que seguramente no verían si no fuéramos fieles. Y eso es una gran responsabilidad.

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