BUSCADOR CATÓLICO

domingo, 13 de abril de 2008

EL BUEN PASTOR


"Yo soy la puerta por donde entran las ovejas". Así habla Jesús a los fariseos en el capítulo 10 de Juan. Es una Revelación de Jesús, por la que nos dice cómo podemos acceder a la Vida Trinitaria, cómo podemos vivir en el Espíritu. En capítulos anteriores, Juan ha hablado del Pleroma, y ha relatado cómo Jesús se revelaba como el Pan de Vida, verdadero alimento para el alma. Ahora, nos dice el Señor que, para "adorar en Espíritu y Verdad", Él es la puerta. Por Él, Hijo Encarnado y Crucificado por nosotros, podemos tener una verdadera relación íntima con Dios, podemos de verdad entrar con Él en una Vida común, en el que seamos uno. En el seguimiento de Jesús, en la vivencia auténtica de su Palabra, en la Fidelidad a Él, amándole más que queriéndole, es como accedemos al Padre, a la Vida de Dios. Entonces actuaremos como Dios, sentiremos como Él, y esto requiere de una gran disponibilidad, de un Amor Puro por Dios, de un cambio progresivo de nuestras preferencias y formas de ver las relaciones con nuestros hermanos. Iremos adquiriendo una conciencia más limpia de las cosas, una visión más misericordiosa sobre los pecados y debilidades de los demás. Seremos verdaderos hermanos, padres que cuidan de los demás vendándoles las heridas. Así lo vivió Francisco: al tener ante sus ojos siempre la Encarnación y la Pasión, como nos dice Celano en 1C 84, su Amor y compasión por los pecadores, por los que sufrían, por los enfermos, los leprosos, los pobres... no era sino el mismo Amor de Cristo para con ellos. Había profundizado tanto ambos Misterios -Belén y Calvario-, que sentía como Cristo, y pensaba como Él. Don de la Gracia, sin duda, pero secundado, seguro, por una fidelidad y disponibilidad absolutas. Por el Amor al Hijo, había entrado en la forma de ser de Dios.

miércoles, 9 de abril de 2008

EN EL DESIERTO




Contemplemos hoy las tentaciones de Jesús en el Desierto. Podríais pensar que voy a destiempo, y litúrgicamente es verdad. Sin embargo, creo que nos vendría muy bien meditar un poco sobre qué significan, pues en Tiempo Pascual, que es cuando la Luz está entre nosotros, es quizá cuando también puede apretar más el Maligno.


Ante todo, una aclaración: cuando el diablo tienta, es porque existe la posibilidad real y plausible (y él lo sabe) de que le escuchemos y obremos el pecado que nos propone. Esto, para Jesús es lo mismo. Él no pecó porque no quiso, porque se había encarnado por Amor, y porque siendo Dios, no iba a obrar contra el Bien, que es Él mismo. Ahora bien, tenía la total y plena libertad para escoger el mal, y de haberlo hecho nada se lo hubiera impedido. De hecho, habría significado que Dios se inclinaba al mal, al pecado, a la autonegación. Pero, repito, era plenamente libre. Desterrada debe quedar la concepción de que era imposible que pecara, como si alguna fuerza invisible se lo impidiera. Decimos que era "perfecto Dios y perfecto hombre", ergo tenía libertad, al igual que sentía hambre, sed, debilidad y estaba sometido a toda contingencia humana.


El escenario, el desierto. Bíblicamente, no hace falta decir que es lugar de encuentro con Dios, de búsqueda de su Voluntad, de purificación, de preparación, de maduración... Jesús va a empezar su Vida Pública. Pero antes, busca una intimidad con el Padre, en abandono a Él, para luego poder salir al mundo y dar a conocer a Dios. Busca al Padre para salir del Padre al mundo. Es el Eterno movimiento Trinitario. Y el diablo lo sabe. Y va a proponerle un plan alternativo: que lleve a cabo el mesianismo que espera Israel, no el que quiere traer Él. Por tanto, un mesianismo de gloria, materialista, de liberación de la esclavitud romana, de poder y sometimiento del mundo a la voluntad divina, sometida a su vez al poder del pecado y de la muerte - "si me adoras" - . Da escalofrío pensar lo que habría podido suceder en caso que esa posibilidad (del todo improbable, pero posible al fin y al cabo) se hubiera producido: Dios de la mano del diablo. El Bien de la mano del mal. El fin de toda esperanza para el hombre. Pero eso, con sus dificultades inescrutables de comprensión, no sucedió, y seguro - tampoco hace falta decirlo - que Jesús no sintió ninguna inclinación o duda al respecto. Por eso, debemos vigilar, porque "se retiró hasta un tiempo oportuno". O sea, hasta el momento de la Pasión, para proponerle otra vez lo mismo - como que bajara de la Cruz -. Si Dios mismo, Encarnado y por ello frágil, sintió la tentación, debemos orar y velar, para que la Palabra siempre salga vencedora en nuestro constante combate contra el pecado. Francisco "respondía al Juez, oraba al Padre, conversaba con el Amigo, se deleitaba con el Esposo". Adorando, Dios siempre será la referencia de nuestras vidas, y entonces poco podrá el diablo.

domingo, 6 de abril de 2008

EMAÚS, VIDA DEL CREYENTE


Hace poco hablamos de los discípulos de Emaús. Hoy quisiera añadir algo: fue una experiencia de Jesús, en la que, Resucitado, se les revela y actualiza la forma que van a tener de relacionarse con Él de ahora en adelante. Cuando Jesús caminaba como un hombre más por el mundo, los apóstoles y todo el que lo viera entraba con Él en una relación de Tú a Tú, de persona a persona. Una relación próxima, más o menos íntima, dominada, como toda relación humana, por el lenguaje, el espacio, el tiempo, la psicología, costumbres, cultura... En la Última Cena, y también Último momento de relación humana y cercana con Él, los apóstoles pudieron ver cómo Jesús establecía un Signo que sería el Signo por Excelencia, la Fracción del Pan, desde aquel momento en adelante. Él se iba, pero dejaba aquel Sacramento como forma de estar con ellos y con nosotros, toda vez que, resucitado, se sustrajera de nuevo a la Esfera Trinitaria. Entonces ya no puede caminar con nosotros, hablar con nosotros, estar con nosotros, de la misma manera que durante sus 33 años de vida terrena. Pero sí a través del Paráclito, de la vida en el Espíritu. Y así ocurre, en efecto. Cuando Jesús se suma al camino con aquellos dos discípulos tristes, abatidos, rendidos, sin Fe... no le reconocen. Hablan con Él, pero no saben quién es en verdad. "¿Eres tú el único residente en Jerusalén que no sabe las cosas que estos días han pasado en ella?". La presencia física de Cristo no les revela su identidad. Y Él, entonces, les explica las Escrituras. Es decir, revive en sus corazones toda la Historia de la Salvación "Moisés y los Profetas", y culmina el encuentro con el Signo, con el Partir el Pan. Entonces se dan cuenta de quien es Él, y es que, como hemos dicho, el acceso a Dios será ahora por Signos, Sacramentos, y Vida Espiritual - oración y Fraternidad -. Y entonces se dan cuenta de que sus corazones ardían, de que su alma estaba con Él, y ven cómo el Maestro estará ahora así con ellos, por el Espíritu. "Un poco más, y ya no me veréis; y de nuevo un poco, y me veréis". O sea, Jesús se les acerca para hacerles comprender y ver quién es Él (Dios), y cómo pueden llegar a intimar con Él (No Templo, sino Espíritu y Verdad).

martes, 1 de abril de 2008

QUIEN ES FIEL EN LO PEQUEÑO...

Decíamos no hace mucho que a la luz de la oración, la Eucaristía, los Sacramentos en general, la Caridad... íbiamos descubriendo lo que, para nuestra alma y para mayor Gloria de Dios, es lo mejor en cada momento, o sea, qué es más acorde en nuestra vida con la Voluntad de Dios, y cuál es nuestro camino a seguir. Y hoy estaba pensando en algo que, en nuestro día a día, ya sea tratando de encontrar nuestro camino, ya sea intentando andarlo, es muy silencioso, pero básico y orientativo: las cosas pequeñas. Esos pequeños actos, actitudes, pensamientos... que en el vivir cristiano identifican cuál es nuestra verdadera disposición de cara a Dios, y dan cuenta de nuestra madurez y equlibrio. Por ejemplo, la constancia en un tiempo de oración, en un propósito, en una penitencia, en un esfuerzo de cara a mejorar algo de nuestro ser hombre - cristiano... Pero, no nos confundamos, la fidelidad a estas "pequeñas" cosas no es un Fin, sino un Medio. No podemos ni debemos absolutizar tal o cual propósito o tal o cual medio, porque entonces lo convertimos en fin, y desplazamos al verdadero y único FIN de todos: LA PERSONA DE JESUCRISTO. San Francisco así lo vivía: su relación con Dios, tan profunda y amorosa, lo había impregnado de tanto enamoramiento por Cristo, "estaba tan pillao por Él", diríamos hoy día, que no es que tuviera propósitos o necesitara esmerarse en ello. Al contrario, estaba tan enamorado de Dios que las pequeñeces (importantes, sin duda) las vivía con naturalidad y espontaneidad. Igual que el marido que tanto quiere a su mujer que no le cuesta nada servirla y mirar por ella en detalles, cada día.