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miércoles, 25 de junio de 2008

JUAN, EL BAUTISTA.




Ayer celebrábamos la Festividad de San Juan Bautista. Para una mejor comprensión de esta figura creo que debemos remitirnos al Evangelio de Juan cuando, en el Primer Capítulo, introduce al Bautista y su Ministerio justo después de la Exposición Contemplativa del Verbo y del Misterio de la Encarnación. En efecto, dice el Evangelista: Y le preguntaron: "¿Qué, pues? ¿Eres tú Elías?" El dijo: "No lo soy”. - "¿Eres tú el profeta?" Respondió: "No”. […] Dijo él: "Yo soy la voz del que clama en el desierto: Rectificad el camino del Señor, como dijo el profeta Isaías". “Yo bautizo con agua, pero en medio de vosotros está uno a quien no conocéis, que viene detrás de mí, a quien yo no soy digno de desatarle la correa de su sandalia” . El Evangelista patentiza con “está uno” y “no soy digno de desatarle la correa de su sandalia” que Aquél al que Israel espera desde siempre ya ha llegado. Se acabó la espera.

Sí, si nos fijamos, las negativas del Bautista empiezan por Cristo y terminan por “el profeta”. Es como si dijera: ni soy el Mesías ni soy un profeta más. Ni soy la Promesa de Redención, ni tampoco la anuncio como la anunciaron Elías y los Profetas. No soy el Mesías ni he venido para recordar a Israel la Fidelidad a Yahvé y a la Ley, sino que soy el Mensajero que anuncia a Israel que ha llegado su Salvación Definitiva (cf. Is 40):
“Pues de su Plenitud hemos recibido todos, y Gracia por Gracia. Porque la Ley fue dada por medio de Moisés; la Gracia y la Verdad nos han llegado por Jesucristo”. En efecto, el Bautista se diferencia de todos los demás porque anuncia lo que ya está realizado en el Espacio y Tiempo, en la Historia. No habla esperando, ni tampoco usa las Prefiguraciones Bíblicas, tan frecuentes en el AT.

Así: Al día siguiente ve a Jesús venir hacia él y dice: "He ahí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Este es por quien yo dije: “Detrás de mi viene un hombre, que se ha puesto delante de mí, porque existía antes que yo. Y yo no le conocía, pero he venido a bautizar en agua para que él sea manifestado a Israel". Y Juan dio testimonio diciendo: "He visto al Espíritu que bajaba como una paloma del cielo y se quedaba sobre él. Y yo no le conocía, pero el que me envió a bautizar con agua, me dijo: "Aquel sobre quien veas que baja el Espíritu y se queda sobre él, ése es el que bautiza con Espíritu Santo". O sea, que Juan (que ya conoció a Jesús en el Seno Materno) prefigura el derramamiento de la Gracia de Dios (pleroma) sobre el hombre, y lleva a cabo esta Última Prefiguración bautizando con agua, símbolo de Pureza y de Bendición Divina. En adelante, no habrá más prefiguraciones, pues éstas eran sólo espera de la Plenitud que había de venir. Ahora, todo símbolo, liturgia, rito, oración, signo – Sacramento – será vivencia del Misterio de Cristo, y actualización del mismo (anamnesis – memorial). A la vez, exhorta de palabra y de ejemplo a la Conversión, a la búsqueda sincera de Dios, a volver a Él la propia existencia, de forma que la Ley cobre vida. Juan anuncia a Jesús, y lo señala, puesto que Dios mismo le revela quién es. Y a Él remite a sus discípulos, consciente de que su papel ha llegado a su fin. Será apresado por Herodes y ajusticiado. En esto sí que comparte destino e identidad con todos los profetas – hombres enviados por Dios - . Por eso es Juan el “hombre más grande nacido de mujer”, porque no sólo es el símbolo del fin de toda prefiguración, como ya hemos dicho, y del fin de todo anuncio en la línea de una esperanza no realizada, anunciando lo que por fin ya ha llegado, sino que además, Dios le otorga conocer al Mesías antes que nadie, pudiéndolo señalar entre la multitud.

Éste es Juan (Is 40, 1-9):


“Consolad, consolad a mi pueblo” - dice vuestro Dios. Hablad al corazón de Jerusalén y decidle bien alto que ya ha cumplido su milicia, ya ha satisfecho por su culpa, pues ha recibido de mano de Yahveh castigo doble por todos sus pecados. Una voz clama: "En el desierto abrid camino a Yahveh, trazad en la estepa una calzada recta a nuestro Dios. Que todo valle sea elevado, y todo monte y cerro rebajado; vuélvase lo escabroso llano, y las breñas planicie. Se revelará la gloria de Yahveh, y toda criatura a una la verá. Pues la boca de Yahveh ha hablado”. Una voz dice: "¡Grita!" Y digo: "¿Qué he de gritar?" - "Toda carne es hierba y todo su esplendor como flor del campo. La flor se marchita, se seca la hierba, en cuanto le dé el viento de Yahveh (pues, cierto, hierba es el pueblo). La hierba se seca, la flor se marchita, mas la palabra de nuestro Dios permanece por siempre. Súbete a un alto monte, alegre mensajero para Sión; clama con voz poderosa, alegre mensajero para Jerusalén, clama sin miedo. Di a las ciudades de Judá: "Ahí está vuestro Dios”.

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