BUSCADOR CATÓLICO

sábado, 2 de agosto de 2008

02 DE AGOSTO, DÍA DEL PERDÓN


Hoy celebramos la Fiesta del Perdón. Hoy celebramos la Fiesta de Santa María de los Ángeles. Hoy, se peregrina a la iglesita de la Porciúncula, en Santa María (Assisi). Hoy recordamos cómo Francisco amaba este lugar, cómo le fue concedida la Indulgencia Plenaria para todos los que peregrinen hoy a la Porciúncula (hoy se gana en cualquier lugar franciscano, si no puedes irte allá). Hoy, es día de fiesta y reconciliación. María Santísima se hace hoy presente como nunca a los que la buscan con sincero corazón filial. Hoy, la Pureza que baña los muros de la Porciúncula llega a todos los corazones que, con un ánimo franciscano, quieren reconciliarse con Dios y con los demás, participando de verdad de la Gracia que baña aquel especialísmo lugar.

Y es que la Porci es un pedacito de cielo. Allá dentro desaparece todo aquello que conforma el pesado traje que llevamos en el mundo, cada día: miserias, pecados, ingratitudes, sentimientos que no son los de Dios... Y nos vestimos del único traje que allá se da: la Pureza de Corazón, de Cuerpo y Alma. La intensidad espiritual traspasa allá todo muro, frontera o condicionamiento que nosotros, pobrecitos, podamos poner. Allá dentro, se funden Cielo y Tierra, y no querrías salir nunca. Allá, por encima de toda turbulencia del mundo, está la Paz y la Vida. Pero no sólo por encima, sino que baña siempre a la humanidad de esa Unidad y Gozo Espiritual que tanto ansía. Otra cosa es que la acojamos o no. Una vez sales de la Porci, sientes la necesidad de decir a todos que miren a María, que la busquen, que dejen todas esas cosas que lastran el corazón, que nos impiden amar a Dios y a los demás, y a ser, por tanto, felices. Y te lo dices antes a ti mismo, y eso es Gracia: tomar conciencia de cómo eres, a la Luz de la Gracia del Perdón que te acaban de conceder.

Gracias, Francisco, Gracias. Tu Vida Santa y Fiel produjo tantos frutos que apenas los sabemos ver y recoger. Y encima, a veces, los echamos a perder. Pero allá estás tú otra vez, acompañándonos, con Cristo Bendito, en el Camino de la Vida.
Virgen de los Ángeles, que desde tantos siglos has puesto tu trono de misericordia en la Por-ciúncula, escucha la plegaria de tus hijos que confiados recurren a ti. Desde este "lugar verda-deramente santo y habitación de Dios", particularmente querido al corazón de San Francisco, siempre has invitado a todos los hombres alAmor. Tus ojos, llenos de ternura, nos aseguran una continua y maternal asistencia, y prometen ayuda divina a cuantos se postran a los pies de tu trono o desde lejos se dirigen a ti, invocándote en su auxilio. Eres de verdad la dulce Reina y Esperanza nuestra. Oh Señora de los Ángeles, alcánzanos, por la intercesión del Bienaventurado Francisco, el perdón de nuestras culpas, la ayuda a nuestra voluntad, para mantenernos alejados del pecado y de la indiferencia, a fin de ser dignos de llamarte siempre Madre Nuestra. Bendice nuestras casas, nuestro trabajo, nuestro descanso, dándonos esa paz serena que se disfruta dentro de los viejos muros de la Porciúncula, donde el odio, la culpa y el llanto, al encontrar de nuevo el Amor, se transforman en canto de gozo, como el canto de tus Ángeles y del Seráfico Francisco. Ayuda a quien no tiene apoyo y a quien carece de pan, a los que se encuentran en peligro o en tentación, en la tristeza o en el desaliento, enfermos o en agonía. Bendícenos como hijos predilectos tuyos. Te pedimos que también bendigas con un mismo gesto maternal a inocentes y culpables, a fieles y descarriados, a creyentes y vacilantes. Bendice a toda la humanidad a fin de que los hombres, reconociéndose hijos de Dios e hijos tuyos, reencuentren en el Amor la verdadera Paz y el verdadero Bien.
Así sea.

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