BUSCADOR CATÓLICO

martes, 30 de septiembre de 2008

NOS DAN LA RAZÓN


El Mundo publica hoy, en su web, que el Supremo ha estimado el recurso del Arzobispado de Valencia, por lo que exime a la Iglesia de anotar en los libros de Bautismo que se ha solicitado apostatar. De esta forma, creo que ganamos en equidad y sentido cmún. Primero, porque el hecho de apostatar no te borra de la Iglesia Católica, puesto que los libros de registro son eso, libros que registran hechos acaecidos hace equis tiempo. Y segundo, porque uno no es más ateo o antieclesial por pedir la cancelación de sus datos. Y es que la cuestión de fondo es: ¿soy católico por haber sido bautizado? Hombre, pues en principio no, y me explico. Si te bautizaron de pequeño, eso no implica necesariamente que, una vez adulto elijas vivir cristianamente. Es una opción libre. Lo que pasa es que tus padres sí escogieron incorporarte al Cuerpo Místico de Cristo y, por ende, de la Iglesia. En este sentido sí eres católico y, por mucho que te empeñes, seguirás siendo uno más de la Iglesia, al menos en sentido místico-espiritual. Y, claro, esto último no todo el mundo se lo cree. Es una pena, pero es así. Esto me lleva a dar gracias a Dios por el Don de la Fe.

Con todo, una victoria (terrena, pero un caramelo después de todo). No por retener datos de nadie, o por evitar que nos obliguen a modificar los libros de Bautismo, ni siquiera por evitar que la tradición histórica de la Iglesia quede a expensas de decisiones judiciales, y del resentimiento de tantas personas que, con más o menos válidas razones o motivaciones, desean ponernos en evidencia. Así, queda la puerta abierta para que, quien quiera, vea que el Bautismo es algo mucho más profundo que una mera inscripción registral.

PAZ Y BIEN.

sábado, 27 de septiembre de 2008

LOS DESHEREDADOS MOLESTAN A LA SOCIEDAD


Creo que a todos nos ha ocurrido más de una vez cruzarnos por la calle con un drogadicto, un pobre que nos pide limosna, un alcohólico, o algún discapacitado mental y sentir al menos ganas de pasar rapidito y con un cierto temor o ganas de no implicarnos y girar la cabeza para otro lado. Sí, los desheredados de la sociedad molestan a la sociedad, y son muchos, por desgracia. Así, si nos piden limosna, o no damos, o damos poco, o incluso conozco gente que les espeta "hay trabajo, busca uno", como si supiéramos la historia de tal persona, y tuviéramos algún derecho de juzgarla o decirle lo que tiene que hacer.

En Palma hay, desde hace meses, una polémica en torno a un centro de transeuntes que el Ayuntamiento quiere ubicar en la zona de Es Molinar, debido a que el centro actual ocupa espacio del futuro Palacio de Congresos. Serán desplazados por un edificio público. Creo que a los políticos les importan poco los colectivos más desfavorecidos, pero en fin. El problema está en que los vecinos de El Molinar no quieren a estas personas a su lado: tienen miedo, porque creen que provocan disturbios, violencia, suciedad, etc. Y no los quieren. Incluso se publicó que algunos opositores a este Centro amenazan a aquellos vecinos que no lo hacen. Les molesta también que el Ayuntamiento, tal y como habían acordado, no lo consultara con la vecindad.

Pues que queréis que os diga, qué pena. Gente asentada, que vive bien, sin alardes pero bien. Gente trabajadora, que no le falta el pan, aunque sus problemas tendrán, claro. Pero es gente que debería dar gracias de, por lo menos, tener casa, trabajo y pan para comer. Y les molestan aquellos que tienen graves problemas personales, de salud, de adicciones. Molestan porque pretenden que sean como ellos. Pretenden que no generen conflictos, cuando su vida es un conflicto. ¿Por qué nadie se pone de parte de los pobres? ¿Por qué molestan? Es más, ¿qué nos molesta? ¿Su aspecto? ¿Su olor? ¿Su incapacidad de llevar una vida normal, por la que luchan? Lo más gordo es que dicen que es su derecho a estar tranquilos. Pues vaya sociedad, que va de solidaria, pero que rechaza a los predilectos de Dios, aquellos que nada pueden ofrecer, sino pedir. Y entre ellos habrá gente que vaya a Misa. Cristo fue un mendigo, y no trabajó mientras llevó una vida pública. ¿Y por qué no ver en estos pobrecillos la imagen de Cristo que pide ayuda, que dice "tengo sed"? Ojalá los vecinos de El Molinar no se vean nunca en tal situación. PAZ Y BIEN.

martes, 23 de septiembre de 2008

QUIÉNES SOMOS




El Catecismo de la Iglesia Católica dice, en el punto 2267, que el recurso a la pena de muerte no se excluye en cuanto suponga el único camino posible para "defender eficazmente del agresor injusto las vidas humanas".


Es este un tema delicado, y sobre el que nadie se pone de acuerdo. Unos dicen que es una pena necesaria y que en ocasiones merecen los asesinos o criminales, y otros decimos que todo el mundo, incluso los señalados como "malos", merece vivir.


Y es que antes de posicionarse como defensor o detractor de la pena de muerte, cualquier persona - creyente o no -, debe preguntarse si en verdad hay alguien con derecho de juzgar vida o muerte sobre otro individuo. Y es que la aplicación de tan extremo castigo se justifica, normalmente, por el bien común o, menos delicadamente, se dice que tal persona "merece morir". Yo creo que todo el mundo merece vivir. Los asesinos, sus víctimas y el vecino del 3º. No somos nadie para opinar que alguien merece morir, porque en ese momento nos convertimos en jueces, y creemos tener la facultad de poder hacer lo mismo por lo que tal o cual criminal ha sido apresado y juzgado. Él no puede matar, y está mal, y debe ser castigado. Pero el Estado sí puede. ¿Por qué? Está claro, a mi juicio, que en el fondo de todo está la venganza y el odio a esa persona que ha quitado la vida a mi hija, a mi madre o a la hermana de mi amigo. Son sentimientos que, aun malos y desechables en si mismos, se entiende que salgan en tales circunstancias, y Dios me libre a mi de tenerlos algún día. Pero no por inevitables legitiman a cometer el mismo delito, por muy legal e institucional que se precie.


Bien dice la Cita del Catecismo que es sólo aplicable cuando no hay otra forma de garantizar la vida y el bienestar de la comunidad. Pero es que estos casos nunca o casi nunca se producen. Así lo reconocía Juan Pablo II en su Encíclica Evangelium Vitae, sobre el Valor y el Carácter Inviolable de la Vida Humana, 56, del 25 de marzo de 1995: "Hoy, sin embargo, gracias a la organización cada vez más adecuada de la institución penal, estos casos son ya muy raros, por no decir prácticamente inexistentes".


Y es que Dios hace salir el sol sobre buenos y malos, y no podemos caer en la grave y profunda contradicción de dejarnos llevar por la misma motivación de un criminal: el odio, la venganza, el rencor. Hay personas a las que les es muy difícil perdonar que les abollen el coche, como para pedir que se perdone un asesinato, pero la verdad prevalece sobre nuestras limitaciones, debilidades y contradicciones, por justificadas que sean.


Un Estado que pretenda ser garante de los Derechos Humanos, de la vida, el respeto al otro, la dignidad, la solidaridad... no puede ni debe fomentar, ni con leyes ni a través de instituciones, el uso de la pena de muerte, pues el hombre así jamás se superará, y será como un animal que te ataca si le tocas las crías. Cada hombre vale más que mil pajarillos, y debe ser valorado como imagen de Dios, por manchada que esté. Quiénes somos para eliminar una imagen del mosaico del Creador.

lunes, 22 de septiembre de 2008

FIDELIDAD A LOS OBISPOS Y A LA IGLESIA


San Francisco, en muchas ocasiones, insistía a sus hermanos que fueran "católicos", es decir, vivieran sometidos a la Santa Madre Iglesia. También les hablaba del honor que debían tributar a los sacerdotes por el Oficio que ostentan de Administrar las Palabras del Señor y su Cuerpo y Sangre, y no tanto por lo que son, si se encontraban con sacerdotes pecadores. "Y no quiero advertir pecado en ellos, porque miro en ellos al Hijo de Dios y son mis señores" (Test 8-9).

Creo que hoy día, y dada lo necesitada que está la Iglesia de aliento y esperanza, los católicos de a pie, y sobre todo los que somos franciscanos, tanto frailes como monjas o seglares, debemos aplicarnos mucho en vivir estas palabras de Nuestro Padre Francisco. Y es que ayer, topando casualmente c0n su Web, leí una entrevista que le realizaron al Padre Fortea, el conocido exorcista español. Me alegraron y llamaron la atención las respuestas que dio a dos preguntas que le realizaron. En ellas le preguntaban qué pensaba de los Obispos españoles, y contestó enumerando virtudes, humanas y espirituales. Se limitó a alabarlos y manifestar fidelidad a ellos.


Podría haber contestado, como hacen muchos sacerdotes, arramblando con lo que pensaba acerca de los mismos, o quejarse de algo concerniente a su gestión, cuidado pastoral o lo que fuera, y no lo hizo. Por caridad con ellos, porque los quiere, o porque en efecto no encontraba falta en ellos. Lo que sea, pero el Padre Fortea no es franciscano, y a mí me dio una lección. Y es que lo tenemos fácil para criticar, opinar, y hasta poner en duda la fama de tal sacerdote o tal obispo, o incluso hay que oir de todo del Papa mismo. Ojalá aprendamos a quererlos, tapar sus defectos (ojo, no sus delitos o abusos, estos hay que denunciarlos), corregirlos fraternalmente, acogerlos con cariño y no difamarlos, sobre todo delante de aquellos que puedan oirnos y llevarse un mal ejemplo.

domingo, 14 de septiembre de 2008

HOY, DÍA DE LA ESTIGMATIZACIÓN DE SAN FRANCISCO


Hoy, 14 de Septiembre, en la Familia Franciscana celebramos la Estigmatización de San Francisco (aunque litúrgicamente se mueve al 17 para no hacerlo coincidir con la Fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz, que la Iglesia celebra desde antiguo). Sí, hoy es día de meditación y recuerdo del Misterio acaecido en la Verna aquel 14 de Septiembre de 1224. Lo que allá ocurrió se nos narra en Consideraciones III .


Hay que anotar que fue Francisco el primer Estigmatizado de la Historia, si bien no es más que un dato. Lo que de verdad cuenta y lo que de verdad a mí particularmente me impresiona es que estamos ante una escena que marca el culmen de la Vida Espiritual de Francisco. Es la cima, el no va más. El Poverello había seguido fielmente los pasos de Jesús, y se fue identificando con Él, poco a poco, día tras día. Se entregó sin reservas. Amó a Jesús antes que a nadie, y amó a sus hermanos por encima de todo. Al abrazar la Pobreza de Cristo, abrazó a Cristo, y ya nunca se desprendió de Él. Por eso aconsejaba siempre el Camino de la Povertà. Fue un hombre extraordinario porque fue fiel como ninguno. Siempre buscó estar unido a Jesús. Lo amó con pasión, identificándose con sus Misterios. Fue señalado con gracias singulares del Señor. Se olvidó de si para llevar las "odoríferas palabras del Señor" (1 Cta F, 19) a los demás. Predicó, ayunó, oró, vivió la Pobreza y la Obediencia, la Fraternidad, la Humildad... fue un varón santo, y tal fue su Encarnación de los Misterios de Cristo, que fue uno con Él. Por ello, Cristo le otorgó sus mismas marcas, le concedió el Don Visible de la Gracia Invisible. De aquí que, como alguien señaló una vez, Francisco fue Eucaristía, porque Cristo se Encarnó en Él, descendió de los Cielos y transformó a Francisco en su viva y perfecta imagen. Por ello no dejamos de lado la Fiesta de la Santa Cruz, puesto que ambas celebraciones van íntimamente unidas. Cristo Crucificado, va de la mano de Francisco Crucificado, que siguió sus mismos pasos hasta la Cruz.

La Verna es, desde ese día, Monte Santo, parangón del Gólgota. Y el mundo conoció cómo alguien puede, y no es entelequia, identificarse con Cristo, ser uno con Él.

lunes, 8 de septiembre de 2008

UN SOLO SEÑOR, DISTINTAS FORMAS DE POBREZA.


En la vida de la Iglesia se hallan numerosas formas de vivir la Pobreza y de encarnarla en distintas formas de vida de seguimiento de Jesucristo. Ya en Hch 4, 32 – 35 hallamos esta primitiva forma de pobreza, modelo de las posteriores formas de vivirla comunitariamente: “La multitud de los creyentes no tenía sino un solo corazón y una sola alma. Nadie llamaba suyos a sus bienes, sino que todo era en común entre ellos.Los apóstoles daban testimonio con gran poder de la resurrección del Señor Jesús. Y gozaban todos de gran simpatía.No había entre ellos ningún necesitado, porque todos los que poseían campos o casas los vendían, traían el importe de la venta,y lo ponían a los pies de los apóstoles, y se repartía a cada uno según su necesidad”. Sería esta una forma de continuidad con la vida que hasta el momento habían llevado los apóstoles con Jesús: lo habían dejado todo, y vivían de lo que la gente les quería dar, es decir, vivían de la mendicidad. “Jesús iba recorriendo ciudades y aldeas predicando y anunciando la Buena Nueva del Reino de Dios. Lo acompañaban los Doce y también algunas mujeres a las que había curado de espíritus malos o de enfermedades: María, por sobrenombre Magdalena, de la que habían salido siete demonios; Juana, mujer de un administrador de Herodes, llamado Cuza; Susana, y varias otras que los atendían con sus bienes”. (Lc 8, 1-4). Vivían, por tanto, de la Providencia. De hecho, en los Evangelios nunca se habla de que ni Jesús ni los Doce trabajaran. Sencillamente, se dedicaban en cuerpo y alma a la Predicación del Reino de Dios, al anuncio de la Palabra. Esto, desde los primeros momentos postpascuales, fue una forma de vida que atrajo a muchos anacoretas, eremitas, a los mismos apóstoles, a Padres de la Iglesia… y que, por tanto, la abrazaron: vivir dedicados a la Vocación recibida, sin posesiones, sin seguridades materiales… sólo dependiendo de Dios Padre. Al surgir los monasterios, éstos organizaron sus vidas, siempre de acuerdo a las reglas que iban saliendo (San Benito, San Agustín, San Bernardo…) de forma que los bienes los entregaban los nuevos monjes a la comunidad, de manera que todos disponían de ellos. Es decir, dabas tus posesiones, pero no te faltaba de nada.

Esto fue un punto distintivo de la vida de Jesús, a la vez que lo fue la vida de las primeras comunidades cristianas, que ya hemos explicitado en el texto de Hechos. ¿Por qué? Pues porque Jesús no se preocupó, en toda su Vida Pública, del alimento, de la ropa, de la vivienda… De nada. Ni siquiera para nacer se buscó nada, sino que se puso en manos del hombre. La Pobreza que marcó la vida de Jesús fue, por tanto, una Vida de abandono total en la Providencia del Padre, dedicando cuerpo y alma a la propia vocación. Sin embargo, en Hechos vemos que la gente entregaba los bienes y se distribuían. Bravo, pero era algo ya nuevo. Jamás los Doce tuvieron tanta seguridad de que comerían, o de que tendrían con qué vestirse, pues ya no era un mero abandono, sino que los bienes eran seguros, por así decirlo. Lo cual no quita ningún mérito, al contrario: la gente más pobre era equiparada a la menos pobre, y a nadie le faltaba lo necesario. Realmente se compartía.

Otro aspecto a recalcar y analizar es la intención con que se abrazaba la Pobreza, y que según cual sea distingue unas órdenes de otras, a unos santos de otros: ¿Abrazo la Pobreza como forma de vida para llegar a Jesús purificándome y ejercitando mi Confianza, Abandono…? o ¿Abrazo la Pobreza partiendo de que Amo a Jesús, y quiero vivir como Él, por Amor a Él, no esperando más que la Vida Eterna?


Y es en el S. XIII cuando aparece la Forma de Vida de Francisco. El Poverello, en efecto, vive un proceso de conversión que le lleva a identificarse con los pobres, porque es lo que le lleva a identificarse de facto con Jesús, que pasó por el mundo viviendo abrazado a la Pobreza, sin confiar más que en el Padre. Esta forma de vida es la que le fue revelada en la Misa en San Damiano, en la que descubrió cuál debía ser su manera de vivir, y la de los que vinieran después. (TC 25; TC 29). Los textos evangélicos Mt 19, 21; Lc 9, 3; Lc 9, 23 le sirvieron no sólo de inspiración a él y a los primeros hermanos, sino que cobraron valor normativo para la Orden que iba creciendo: “La vida de los hermanos menores es ésta: vivir en obediencia, en castidad y sin nada propio” (1R, 1). (Cito la Regla no Bulada porque es, para mí, la que debería haber sido Bulada, al expresar más fielmente lo que Francisco llevaba en su corazón). Pues bien, se puede observar lo siguiente:

1. Francisco volvía, como consecuencia de su experiencia de encuentro con Cristo, a la forma de vida que Cristo mismo quiso para si en la tierra.
2. Francisco establecía así un signo, una ruptura respecto de las anteriores maneras de vivir la Pobreza. La frase sin nada propio dejaba claro que en los conventos nada se debía poseer, ni en privado ni en común, sino que los hermanos debían salir a pedir limosna, o bien trabajar, pero nunca a cambio de dinero, sino del sustento del día. Es más, los conventos debían ser lo más humilde posible: nada de casas, sino humildes casuchas de maderas y barro.
3. En la Regla dejaba claro que el aspirante a entrar en la Orden debía vender todas sus cosas y distribuirlo todo a los pobres (1R, 2). Asimismo, la Orden nunca debía recibir dinero (1R, 8; 1R, 9).


Así, Francisco engendró una familia de hijos espirituales que debía contentarse con tener sólo a Cristo.

PAZ Y BIEN.

jueves, 4 de septiembre de 2008

POR SUS FRUTOS LOS CONOCERÉIS

Cuando vas a Asís te das cuenta de la repercusión que ha tenido a lo largo de la Historia (y sigue teniendo) la Vida de Francisco y Clara, así como la de los Primeros Compañeros del Santo y Primeras Hermanas de Clara. Es bonito ver a grupos de jóvenes y no tan jóvenes que se dejan llevar por la atracción espiritual que tan fuertemente ejercen ambos Santos. Pero bueno, ¿qué hicieron?, puede preguntarse uno. Para los que somos sus Hijos está muy claro: San Francisco fue la Viva Encarnación de Cristo, fue otro Cristo, y he aquí un motivo, entre otros si bien el principal, por el que la gente no puede resistirse a su figura. Y Clara fue su plantita: es decir, su vida espiritual era una ramificación de la de Francisco, por lo que de él dependía.
Y es que Francisco, como ya he dicho en otras ocasiones, no hizo sino responder en fidelidad al Señor, "sin reservas". No se quedó nada para si mismo. Y dio fruto, fruto abundante. Su vida manifestó lo que su vida interior era: morada de la Trinidad.