BUSCADOR CATÓLICO

martes, 23 de septiembre de 2008

QUIÉNES SOMOS




El Catecismo de la Iglesia Católica dice, en el punto 2267, que el recurso a la pena de muerte no se excluye en cuanto suponga el único camino posible para "defender eficazmente del agresor injusto las vidas humanas".


Es este un tema delicado, y sobre el que nadie se pone de acuerdo. Unos dicen que es una pena necesaria y que en ocasiones merecen los asesinos o criminales, y otros decimos que todo el mundo, incluso los señalados como "malos", merece vivir.


Y es que antes de posicionarse como defensor o detractor de la pena de muerte, cualquier persona - creyente o no -, debe preguntarse si en verdad hay alguien con derecho de juzgar vida o muerte sobre otro individuo. Y es que la aplicación de tan extremo castigo se justifica, normalmente, por el bien común o, menos delicadamente, se dice que tal persona "merece morir". Yo creo que todo el mundo merece vivir. Los asesinos, sus víctimas y el vecino del 3º. No somos nadie para opinar que alguien merece morir, porque en ese momento nos convertimos en jueces, y creemos tener la facultad de poder hacer lo mismo por lo que tal o cual criminal ha sido apresado y juzgado. Él no puede matar, y está mal, y debe ser castigado. Pero el Estado sí puede. ¿Por qué? Está claro, a mi juicio, que en el fondo de todo está la venganza y el odio a esa persona que ha quitado la vida a mi hija, a mi madre o a la hermana de mi amigo. Son sentimientos que, aun malos y desechables en si mismos, se entiende que salgan en tales circunstancias, y Dios me libre a mi de tenerlos algún día. Pero no por inevitables legitiman a cometer el mismo delito, por muy legal e institucional que se precie.


Bien dice la Cita del Catecismo que es sólo aplicable cuando no hay otra forma de garantizar la vida y el bienestar de la comunidad. Pero es que estos casos nunca o casi nunca se producen. Así lo reconocía Juan Pablo II en su Encíclica Evangelium Vitae, sobre el Valor y el Carácter Inviolable de la Vida Humana, 56, del 25 de marzo de 1995: "Hoy, sin embargo, gracias a la organización cada vez más adecuada de la institución penal, estos casos son ya muy raros, por no decir prácticamente inexistentes".


Y es que Dios hace salir el sol sobre buenos y malos, y no podemos caer en la grave y profunda contradicción de dejarnos llevar por la misma motivación de un criminal: el odio, la venganza, el rencor. Hay personas a las que les es muy difícil perdonar que les abollen el coche, como para pedir que se perdone un asesinato, pero la verdad prevalece sobre nuestras limitaciones, debilidades y contradicciones, por justificadas que sean.


Un Estado que pretenda ser garante de los Derechos Humanos, de la vida, el respeto al otro, la dignidad, la solidaridad... no puede ni debe fomentar, ni con leyes ni a través de instituciones, el uso de la pena de muerte, pues el hombre así jamás se superará, y será como un animal que te ataca si le tocas las crías. Cada hombre vale más que mil pajarillos, y debe ser valorado como imagen de Dios, por manchada que esté. Quiénes somos para eliminar una imagen del mosaico del Creador.

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