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lunes, 8 de septiembre de 2008

UN SOLO SEÑOR, DISTINTAS FORMAS DE POBREZA.


En la vida de la Iglesia se hallan numerosas formas de vivir la Pobreza y de encarnarla en distintas formas de vida de seguimiento de Jesucristo. Ya en Hch 4, 32 – 35 hallamos esta primitiva forma de pobreza, modelo de las posteriores formas de vivirla comunitariamente: “La multitud de los creyentes no tenía sino un solo corazón y una sola alma. Nadie llamaba suyos a sus bienes, sino que todo era en común entre ellos.Los apóstoles daban testimonio con gran poder de la resurrección del Señor Jesús. Y gozaban todos de gran simpatía.No había entre ellos ningún necesitado, porque todos los que poseían campos o casas los vendían, traían el importe de la venta,y lo ponían a los pies de los apóstoles, y se repartía a cada uno según su necesidad”. Sería esta una forma de continuidad con la vida que hasta el momento habían llevado los apóstoles con Jesús: lo habían dejado todo, y vivían de lo que la gente les quería dar, es decir, vivían de la mendicidad. “Jesús iba recorriendo ciudades y aldeas predicando y anunciando la Buena Nueva del Reino de Dios. Lo acompañaban los Doce y también algunas mujeres a las que había curado de espíritus malos o de enfermedades: María, por sobrenombre Magdalena, de la que habían salido siete demonios; Juana, mujer de un administrador de Herodes, llamado Cuza; Susana, y varias otras que los atendían con sus bienes”. (Lc 8, 1-4). Vivían, por tanto, de la Providencia. De hecho, en los Evangelios nunca se habla de que ni Jesús ni los Doce trabajaran. Sencillamente, se dedicaban en cuerpo y alma a la Predicación del Reino de Dios, al anuncio de la Palabra. Esto, desde los primeros momentos postpascuales, fue una forma de vida que atrajo a muchos anacoretas, eremitas, a los mismos apóstoles, a Padres de la Iglesia… y que, por tanto, la abrazaron: vivir dedicados a la Vocación recibida, sin posesiones, sin seguridades materiales… sólo dependiendo de Dios Padre. Al surgir los monasterios, éstos organizaron sus vidas, siempre de acuerdo a las reglas que iban saliendo (San Benito, San Agustín, San Bernardo…) de forma que los bienes los entregaban los nuevos monjes a la comunidad, de manera que todos disponían de ellos. Es decir, dabas tus posesiones, pero no te faltaba de nada.

Esto fue un punto distintivo de la vida de Jesús, a la vez que lo fue la vida de las primeras comunidades cristianas, que ya hemos explicitado en el texto de Hechos. ¿Por qué? Pues porque Jesús no se preocupó, en toda su Vida Pública, del alimento, de la ropa, de la vivienda… De nada. Ni siquiera para nacer se buscó nada, sino que se puso en manos del hombre. La Pobreza que marcó la vida de Jesús fue, por tanto, una Vida de abandono total en la Providencia del Padre, dedicando cuerpo y alma a la propia vocación. Sin embargo, en Hechos vemos que la gente entregaba los bienes y se distribuían. Bravo, pero era algo ya nuevo. Jamás los Doce tuvieron tanta seguridad de que comerían, o de que tendrían con qué vestirse, pues ya no era un mero abandono, sino que los bienes eran seguros, por así decirlo. Lo cual no quita ningún mérito, al contrario: la gente más pobre era equiparada a la menos pobre, y a nadie le faltaba lo necesario. Realmente se compartía.

Otro aspecto a recalcar y analizar es la intención con que se abrazaba la Pobreza, y que según cual sea distingue unas órdenes de otras, a unos santos de otros: ¿Abrazo la Pobreza como forma de vida para llegar a Jesús purificándome y ejercitando mi Confianza, Abandono…? o ¿Abrazo la Pobreza partiendo de que Amo a Jesús, y quiero vivir como Él, por Amor a Él, no esperando más que la Vida Eterna?


Y es en el S. XIII cuando aparece la Forma de Vida de Francisco. El Poverello, en efecto, vive un proceso de conversión que le lleva a identificarse con los pobres, porque es lo que le lleva a identificarse de facto con Jesús, que pasó por el mundo viviendo abrazado a la Pobreza, sin confiar más que en el Padre. Esta forma de vida es la que le fue revelada en la Misa en San Damiano, en la que descubrió cuál debía ser su manera de vivir, y la de los que vinieran después. (TC 25; TC 29). Los textos evangélicos Mt 19, 21; Lc 9, 3; Lc 9, 23 le sirvieron no sólo de inspiración a él y a los primeros hermanos, sino que cobraron valor normativo para la Orden que iba creciendo: “La vida de los hermanos menores es ésta: vivir en obediencia, en castidad y sin nada propio” (1R, 1). (Cito la Regla no Bulada porque es, para mí, la que debería haber sido Bulada, al expresar más fielmente lo que Francisco llevaba en su corazón). Pues bien, se puede observar lo siguiente:

1. Francisco volvía, como consecuencia de su experiencia de encuentro con Cristo, a la forma de vida que Cristo mismo quiso para si en la tierra.
2. Francisco establecía así un signo, una ruptura respecto de las anteriores maneras de vivir la Pobreza. La frase sin nada propio dejaba claro que en los conventos nada se debía poseer, ni en privado ni en común, sino que los hermanos debían salir a pedir limosna, o bien trabajar, pero nunca a cambio de dinero, sino del sustento del día. Es más, los conventos debían ser lo más humilde posible: nada de casas, sino humildes casuchas de maderas y barro.
3. En la Regla dejaba claro que el aspirante a entrar en la Orden debía vender todas sus cosas y distribuirlo todo a los pobres (1R, 2). Asimismo, la Orden nunca debía recibir dinero (1R, 8; 1R, 9).


Así, Francisco engendró una familia de hijos espirituales que debía contentarse con tener sólo a Cristo.

PAZ Y BIEN.

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