BUSCADOR CATÓLICO

viernes, 31 de octubre de 2008

LA HOMOSEXUALIDAD Y EL SACERDOCIO

Esta mañana se ha presentado en la Oficina de Prensa del Vaticano el Documento "Orientaciones para la utilización de las competencias psicológicas en la admisión y formación de los candidatos al sacerdocio", que ha publicado la Congregación para la Educación Católica. No lo he podido leer, porque en la Web del Vaticano todavía está sólo en Italiano, y no lo he encontrado en Google. Pero lo que viene a sacar a colación, por lo que he podido leer, es el tema del auténtico y certero discernimiento vocacional de quienes quieren ser sacerdotes. Y doy gracias de que se hayan decidido a publicarlo, porque considero, particularmente, que es necesario, no sólo para el ámbito clerical, sino también para la Vida Consagrada en general.


Los sacerdotes son hombres que entregan su vida al servicio ministerial, y tanto el ejercicio de dicho ministerio como la administración de los Sacramentos y el servicio a los demás que ello conlleva, requieren que la persona sea humanamente madura y equilibrada. Hasta aquí bien, es normal, pensaremos todos. Pero ¿qué pasa cuando el candidato declara ser homosexual? Pues bien, lo mismo que si fuera heterosexual. Es decir, aparte de las eventuales dificultades o pruebas derivadas de la convivencia en el seminario, al candidato homosexual se le debe exigir, a mi juicio, lo mismo que al resto: madurez y equilibrio psicológico, humano, sexual, afectivo. El problema no es la tendencia (hetero- u homo-) sino la capacidad de conducir la propia afectividad a Dios y no a las criaturas. El celibato implica soltería, castidad. Y eso por igual a ambas tendencias. No por ser heterosexual corres menos riesgo de ser pederasta, pensarlo es una barbaridad. Todo radica en cuán integrado estás, y en cuán equilibrado eres. A partir de aquí, lo demás es más fácil y se ve más claro, por pegas y dificultades que haya. Y esto, para el sacerdocio y para la Vida Consagrada, repito.

lunes, 27 de octubre de 2008

LAS VIRTUDES

Francisco usaba mucho la personificación cuando hablaba de las virtudes: "Señora Santa Pobreza", "Señora Santa Humildad"... (cf. Sal Vir). Y es que las contemplaba no como un algo a conseguir, místicamente cosificado, por así decirlo, como si estuvieran allá y fuera necesario luchar para conquistarlas, como un tesoro o un territorio. No digo con ello que no haya que buscarlas, ni mucho menos. Hay que desearlas, y quererlas y procurarlas, puesto que son expresión de la vida de Cristo, de su Encarnación. En efecto, son prácticamente estados de vida, o al menos una forma de vida espiritual, que debe cuidarse, como se cuida a un bebé. Sí, porque se dignaron a acompañar al Hijo de Dios en su vida terrena y, con Él, a tantos hombres y mujeres de Dios. Son, en efecto, expresión de la vida divina. Una persona que es pobre espiritual, o que es humilde, o servicial, o alegre... nos recuerda a Dios. Si lo miramos bien, son frutos de la Vida Espiritual. Hay que pedirlas, pero no hay que centrar esfuerzos inútiles en adquirirlas, es decir, serán expresión y consecuencia de nuestra fidelidad. Pero sí que uno debe esmerarse día a día en cultivarlas y, ya digo, pedirlas, porque son Gracia. Son consecuencia y fruto de una búsqueda, y don a la vez. No vale con la mera frase "bueno, ya vendrán, yo me dedicaré a rezar". No, ya dije una vez que la oración da sus frutos, entre otras cosas, cuando somos vigilantes y procuramos hacerla fructificar. Dios nos concede Dones, pero pide nuestra colaboración, puesto que la dignidad de la virtud se concede a los que son amigos íntimos de la Trinidad. Y cuán dignas serán la Pureza, la Obediencia y la Pobreza cuando, en la Anunciación y la Encarnación se dignaron a recibir al Hijo de Dios en la Tierra, cual enviadas del Padre a recoger el regalo más preciado que se haya podido dar jamás a la Humanidad.
¡Santísimas virtudes!, a todas os salve el Señor, de quien venís y procedéis. (Sal Vir 4).

lunes, 20 de octubre de 2008

LA NOCHE

Ayer cogí, antes de acostarme, el libro "El Hermano de Asís", de Ignacio Larrañaga, y releí el trozo en el que el autor expone la intensa y espinosa problemática a la que se enfrentó el Hermano cuando los notables y sabios de la Orden querían organización, estudios, y una regla de las ya aprobadas por la Iglesia (San Agustín, San Bernardo, etc.).
Me conmovió ver cómo la única motivación de Francisco para oponerse a toda organización, seguridad, estudio o privilegio era la Voluntad de Dios. Sí, Dios mismo le había confiado una forma de vida, y era la que se tenía que vivir a la letra, sin glosa (cf. EP 1). En efecto, Francisco sólo quería vivir la misma vida que Cristo vivió y que conocemos, el Evangelio. No había más. Me conmovió también cómo escuchaba al Cardenal Hugolino, Guardián de la Orden y representante papal a todos los efectos. Escuchaba, reflexionaba... pero no podía menos que defender la Norma y Vida que "el mismo Altísimo me reveló". Mi pregunta es si nosotros tenemos esto tan claro, y si sabemos vivir y luchar dando preferencia a lo que sabemos que Dios quiere de nosotros, o si lo hacemos a un lado y decimos "esta regla es muy dura, que la haga para él, no para nosotros". Francisco fue fiel a todo, incluso por encima de la tentación de seguridades, privilegios, estudios... ¿Somos capaces de vivir, como él, de la Providencia, cogidos de la mando de Dios?

miércoles, 15 de octubre de 2008

¿POR QUÉ?

¿Por qué si Jesús fue pobre no nos gusta y hasta nos asusta la pobreza? ¿Por qué tantas veces, antaño, la Iglesia rechazó esta virtud, buscando glorias, prestigio y posesiones terrenas? ¿Por qué quienes estamos llamados a vivirla de alguna forma nos resistimos tanto? ¿Por qué no nos damos cuenta de que sin ella no habríamos tenido Encarnación ni, por tanto, Salvación ni Resurrección? ¿Por qué no vemos que los santos también la vivieron, todos sin excepción, de una forma u otra? ¿Por qué no pedimos al Señor que nos conceda el Don de abrazarla? ¿Por qué? "El Amor no es Amado", decía Francisco. Y "Bienaventurados los Pobres de Espíritu..." proclamó Cristo. Lo único que cuenta es que busquemos vivir la misma vida de Cristo, en la medida de nuestras posibilidades, y de lo que Dios nos pida.

martes, 14 de octubre de 2008

EL ESPÍRITU DE ASÍS


Día 27 de este mes celebramos, en la Familia Franciscana, el ESPÍRITU DE ASÍS. Es, como dice pazybien.org, "un impulso al encuentro que inauguró el Papa Juan Pablo II el 27 de octubre de 1986 en el Encuentro Interreligioso celebrado en la ciudad de Asís, cuando respondiendo a su llamada, rezaron y ayunaron juntos ciento cincuenta representantes de las doce principales religiones del mundo". Es el espíritu ecuménico y de Paz que brota del corazón y el mensaje de Francisco. Si lo menciono ahora, y no espero a día 27, es porque pienso que, al ser fruto del Espíritu, esta fiesta debe vivirse desde la oración, que nos lleve al encuentro con los demás, empezando por los que tenemos en casa. Es un salir de uno mismo, un abrir la mano, acoger a todos.

Francisco fue, sin lugar a dudas, uno de los hombres más libres que ha conocido la Historia de la Iglesia. Desposado con Dama Pobreza, supo vivir, desde el amor a ella, la disposición a la acogida de todos. En todo veía un Signo de la Providencia, una ocasión para el Encuentro con Él. Y esta actitud de acogida, de no exigir nada, de no esperar nada, le convierte en el hombre ideal, que, como Cristo, da a todos por igual.

domingo, 12 de octubre de 2008

CELIBATO OPCIONAL, ¿SÍ O NO? (II)


De todos modos, se acabó generalizando, y quien tiene vocación sacerdotal sabe que compromete su vida al celibato.

Hoy día, el problema acerca del celibato sacerdotal radica, básicamente, en la defensa a ultranza del o del no, como si de un derecho se tratara. En efecto, ni es un derecho inalienable el celibato opcional, ni, por otro lado, se debe considerar que la virtud radica sólo en ser cura y célibe. Las posturas opuestas chocan, y no se puede encontrar así, jamás, un acuerdo. La Iglesia mantiene el celibato, si bien hay una tendencia cada vez más generalizada a plantearlo como opcional. Y por el otro lado, están quienes, aprovechando su oposición sistemática a la Iglesia, lanzan dardos con el tema de la opcionalidad, como verdaderos oportunistas, pensando quizá que así el debate será más desestabilizador, y se impondrá una liberalización acerca del tema. Y lo reclaman como un "derecho", cuando estamos hablando de vocación, y ésta es Don, no derecho.

En mi opinión, no creo que un sacerdote lo sea menos, o vea mermadas sus facultades y su disposición por el hecho de casarse, como tampoco creo que el celibato opcional solucione los problemas que causa la falta de vocaciones. Así, pienso que, al ser el celibato un tema más humano que espiritual, no pasaría nada si se optara por hacerlo opcional.

Sin embargo, mientras la Iglesia lo mantenga, Fidelidad y Obediencia a nuestros pastores es lo que se nos pide, y no "hacerles la cama" como si el hecho de que no se cambie la postura fuera una actitud reprobable o destinada a fastidiar al personal. Ni mucho menos, sino como decía Francisco, "son mis señores". Ayudemos a la Iglesia a discernir qué es mejor en cada tiempo y época, y cuáles son las mejores decisiones a tomar. Debemos rezar mucho por ellos, y no generar división ni desconfianza.

sábado, 11 de octubre de 2008

CELIBATO OPCIONAL, ¿SÍ O NO? (I)


Me propongo hoy tocar un tema un tanto delicado, al menos para muchos católicos de hoy día.

Antes que nada, aclarar que el celibato no tiene nada que ver con el Voto de Castidad de los Religiosos/as y Consagrados/as. El Celibato lo define la RAE como "soltería", "estado de soltero". En cambio, el que profesa un voto de castidad se da en todas sus potencias y quereres a Dios. El soltero, sencillamente, opta por no casarse (de hecho, los sacerdotes no profesan "votos" como tales, sino promesas).

Bueno, en el I Concilio Laterano de 1123 se estableció el Celibato de los clérigos, en cualquiera de sus ministerios. Por tanto, vemos que se trata de una cuestión de tradición y de ley. También hay que decir que hasta tal fecha, el celibato se vivía como una opción muy estimada y valiosa, por hacer más libre para el Reino a quien optara por el mismo. Así que el Concilio lo reglamentó y lo generalizó no por fastidiar, sino porque se dio cuenta de que era algo muy vivido y apreciado en la Iglesia, si bien no lo vivían todos, y su aplicación precisó de tiempo, paciencia y prudencia, pues la conciencia general era la de un celibato opcional, y no todo el mundo estaba preparado.

miércoles, 8 de octubre de 2008

SANTOS, SANTIDAD...

Después de la fiesta de San Francisco, he hablado con alguien sobre la santidad, conversación que quisiera compartir.
Esta persona me decía que Santo lo es sólo Dios, y que no debemos hacer santo a nadie, ni tampoco considerarlo como tal. Yo le dije que la Santidad es verdad que sólo corresponde a Dios, hasta ahí podríamos llegar. Pero el hecho de llamar a alguien "santo" (del latín sanctus, que significa sagrado, y "sagrado" según el Diccionario de la RAE en su primera acepción es: "Digno de veneración por su carácter divino o por estar relacionado con la divinidad") significa dos cosas: o bien que ha sido propuesto como modelo a seguir en el camino del cristiano, y para ello ha sido canonizado (del latín canon, que significa regla, ley, norma - lo cual nos dice que la Iglesia ha agregado a tal persona al elenco normativo, por así decirlo, de personas que se pueden venerar como modelos de cristianos), o bien que ya está en la Gloria, junto a Dios y en Él, y por ello es Santo como Él lo es, puesto que ya es uno con Él. O sea, que San Francisco, por ejemplo, es Santo porque en vida entabló una relación especialísima con Dios (lo mismo vale para Santo Domingo o San Agustín, por ejemplo). Y, además, lo es porque ya está en la Gloria. Pero es que además nos ha dejado una vida a seguir para buscar a Cristo.
En definitiva, después de tanto rollo: Santo es sólo Dios, pero nos podemos asociar a su Santidad, faltaría más. De hecho, Francisco se hizo uno, igualito y calcadito con Cristo. Por tanto, es un "pedazo de ejemplo". PAZ Y BIEN.

sábado, 4 de octubre de 2008

HOY, DÍA DE SAN FRANCISCO


Hoy, este Blog y un servidor están de fiesta, igual que miles de personas en el mundo. Y es que celebramos la Fiesta de Nuestro Padre San Francisco de Asís. Ayer por la tarde celebrábamos su Tránsito de este mundo al Padre. La Hermana Muerte vino a buscarle cuando, como dice el biógrafo Tomás de Celano, fueron "cumplidos en él todos los misterios de Cristo". Creo que es la frase que resume la Vida y la Grandeza de este hombre, de este SANTO.


En efecto, su Fidelidad tuvo expresión diaria, continua, permanente, en caminar los mismos pasos de Cristo. Imitó su Vida, llevó a la perfección el Evangelio, se entregó a los demás como hizo el Señor. Recordaba asiduamente sus Palabras, "odoríferas palabras", decía Él. Y, así, su ser, su naturaleza, se iban conformando a la de Cristo, porque siempre le buscó por encima de todo. Y fue un segundo Cristo. En el vídeo que os he dejado más arriba es lo que trato de reflejar. Al final de su vida, su semejanza con Cristo ya no era semejanza, sino identificación, incluso en el cuerpo, no como algo sensacional, sino consecuencia del Amor al Crucificado.


1226 años después de la Encarnación del Señor, Francisco volvió a hacer visible la Revelación de Dios. Recordó al mundo que el Evangelio hay que vivirlo; que Cristo vino, se hizo pobre y murió crucificado por nosotros; que pidió que nos amáramos, que fuéramos pobres, fiándonos del Padre; que predicáramos a todos la Salvación. Sí, Francisco revivió los Misterios de Cristo, y por eso su figura resulta tan atractiva: porque llama a seguir a Cristo, porque de alguna manera, en el Poverello vemos a Cristo, tal cual, sin cataplasmas. Y no es presunción, sino el ejemplo acabado de lo que todos deberíamos vivir, de lo que todos deberíamos ser. Francisco vivió lo que Cristo pidió, y por eso reflejó tan perfectamente a Cristo. "Y haremos en él habitación y morada". Vaya morada, vaya habitación, que dejaba traslucir perfectamente a su huésped, el Crucificado.

jueves, 2 de octubre de 2008

ÁNGELES CUSTODIOS


Hoy celebramos la fiesta de los Santos Ángeles Custodios. Creencia antiquísima, que ya profesaban Orígenes y San Jerónimo, entre muchos otros. Y es que no es una novedad del cristianismo, sino que ya en la tradición veterotestamentaria aparecen estos seres sirviendo a Dios y ayudando al hombre. Véase el libro de Tobías, los Salmos, Judit... así como la continuidad en el Nuevo Testamento: la Anunciación, por ejemplo, y citas puestas en boca de Jesús.

Así pues, los ángeles los concebimos como seres puros, que moran siempre en presencia de Dios, y a los que Él envía para que nos asistan. De hecho, en griego angelos significa mensajero.

Y creo que es una Gracia más de todas las que Dios nos concede el poder contar con ellos. En la Porciúncula, sin ir más lejos, Francisco tenía presente la presencia de María, con los ángeles de Dios. De ahí que se llamara Santa María de los Ángeles, actualmente nombre de la Basílica y del pueblo en que radica, dependiente éste del Comune de Asís.

Y ¿qué decir de los Custodios? Pues, primero, que están allá para hacernos compañía, indudablemente, de forma que nunca estamos solos. Y segundo, que nos asisten de veras. Como muestra un botón: a mí mi Ángel de la Guarda me ha servido más de una vez como despertador. Sí, pedirle que me ayude a despertar a la hora que toca, y ver cómo te despiertas a esa hora. En fin, es un ejemplo, y no son magos ni criados a nuestra disposición, pero sí que son como el aliento de Dios permanentemente exhalado en nuestra cotidianeidad.