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domingo, 9 de noviembre de 2008

CELO, NO ENOJO


El Evangelio de hoy nos presenta una de las escenas, aparentemente, más desconcertantes de Jesús. Es la expulsión de los vendedores del Templo. Parece que Jesús es presa de un ataque de ira, de venganza o que está irritado. Así podría desprenderse en un primer momento. Pero cabe meditar unas cuantas cosas:

1. Jesús, aun pudiendo pecar, no pecó. Era libre de escoger bien o mal, igual que nosotros, pues a ello le llevaba su condición humana ("Perfecto Dios y perfecto hombre"). Así, si leemos con coherencia el Evangelio, no hallamos en Él rastro de pecado. Por tanto, ni ira ni nada parecido podemos considerar en esta escena.

2. Pensar enseguida en algo como ira o enojo es natural, pero primario. Porque es el motivo por el cual nosotros sí habríamos actudado, quizá, en una escena similar a la joánica.

3. El texto no dice que Jesús estuviera enojado, ni siquiera lo insinúa. Es más, el significado del texto se halla en este trozo: "[...]Y encontró en el Templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas, y a los cambistas en sus puestos. Haciendo un látigo con cuerdas, echó a todos fuera del Templo, con las ovejas y los bueyes; desparramó el dinero de los cambistas y les volcó las mesas; y dijo a los que vendían palomas: «Quitad esto de aquí. No hagáis de la Casa de mi Padre una casa de mercado». Sus discípulos se acordaron de que estaba escrito: El celo por tu Casa me devorará". Jesús purifica, instituye un Signo, una señal visible de lo que debe ser ya no el Templo, sino la Oración de todo Judío y de todo Hijo de Dios. Jesús desbarata los puestos de venta y las mesas de los cambistas. Sin embargo, como señaló una hermana, no toca a las palomas. Es significativo: destruye y desparrama sólo aquello que atenta, en esencia, contra la Pureza y la Intimidad de las relaciones con Dios. Las palomas, sin embargo, representan en Juan (escena del Bautismo de Jesús) al Espíritu (Jn 1, 32).

En resumen, Jesús, de forma visible, un tanto espectacular y muy significativa, depura la oración del Pueblo de Israel, y se presenta a si mismo como el Nuevo Templo. Eso es lo esencial. A mi juicio, cualquier otra consideración sobre la actitud psicológica de Jesús es peregrina.

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