BUSCADOR CATÓLICO

miércoles, 17 de diciembre de 2008

Consagración vs. Navidad


Por consiguiente, si tan grande y tan importante Señor, al venir al seno de la Virgen, quiso aparecer en el mundo, despreciado, indigente y pobre (cf. 2 Cor 8,9), para que los hombres, que eran paupérrimos e indigentes, y que sufrían una indigencia extrema de alimento celestial, se hicieran en Él ricos mediante la posesión del Reino de los cielos (cf. 2 Cor 8,9), saltad de gozo y alegraos muchísimo (cf. Hab 3,18), colmada de inmenso gozo y alegría espiritual, porque, por haber preferido vos el desprecio del siglo a los honores, la pobreza a las riquezas temporales, y guardar los tesoros en el cielo antes que en la tierra, allá donde ni la herrumbre los corroe, ni los come la polilla, ni los ladrones los desentierran y roban (cf. Mt 6,20), vuestra recompensa es copiosísima en los cielos (cf. Mt 5,12), y habéis merecido dignamente ser llamada hermana, esposa y madre del Hijo del Altísimo Padre (cf. 2 Cor 11,2; Mt 12,50) y de la gloriosa Virgen (Santa Clara, Carta I a Santa Inés de Praga, 19-24).


He aquí una profunda visión de la Navidad, de lo que es su esencia, su más íntimo significado. Clara de Asís, como Francisco, no era docta, ni tenía estudios de Teología. Tampoco era muy ducha, seguramente, en las ciencias humanas. Pero, también al igual que Francisco, sacaba su visión de Dios y su Sabiduría Espiritual de la experiencia que tenía en la Intimidad de la Oración, y del Ejercicio de la Caridad.


Este texto resume, a las claras, lo que para ella significó la Encarnación: "se hicieran en Él ricos mediante la posesión del Reino de los cielos". Es decir, el Don de la Vida Eterna. Jesús, al nacer en Belén, trajo a la Tierra la Vida que gozaba junto al Padre en los Cielos. Nos abrió las puertas a la Salvación; nos concedió el "acceso directo" al Padre. Se inauguró con él la Nueva y Definitiva Etapa de la Historia de la Salvación. Desde ese momento y hasta la Resurrección, se incuba en la Historia la posibilidad de acceder a Dios sin mediaciones. Y desde la mañana del "primer día de la semana", Israel conoce "a mi Padre y vuestro Padre, a mi Dios y vuestro Dios" (Jn 20, 17). Como Jesús, podemos entrar en comunión, aquí y ahora, con el Padre.


Es fácil de decir, pero muy grande y muy profundo. Es lo mismo que decir que nosotros, pobres criaturas, accedemos, por la Fidelidad y la Caridad, a la Vida Intratrinitaria. Sí, igual que Jesús. No es ninguna herejía, porque sino no tendría tampoco sentido la Eucaristía en particular, ni los Sacramentos en general. Es, por el contrario, la Buena Nueva - Evangelio -, así, sin más.
Y así lo contempla Clara, enamorada de su Esposo, "dulce huésped del alma" (Himno al Espíritu Santo). Y así se lo dice a Santa Inés de Praga: al escogerlo a Él, no sólo participa de los Bienes Eternos, sino que, además, y remitiéndose a la Natividad, es como si cogiera en brazos al Niño, como el Don más preciado y que no cambiaría ella por nada. Este texto nos pone allá, en la cueva, en aquella Noche Santa y Eterna que cambió la Historia. Nos sitúa ante la Sagrada Familia (estremece sólo pensarlo) y nos invita a hacer del Niño la máxima aspiración de nuestra vida, si acaso la única aspiración. Es aceptar el regalo, admirarse y estremecerse por Él. Es llorar de Acción de Gracias y derramar ante Él el corazón (CtaO 28).


Santa Inés, al acoger a Cristo como el Esposo de su Alma, además de entrar en la dinámica espiritual del Consagrado, adopta para sí el tesoro más preciado por los ángeles. Que en esta Navidad queramos, podamos y sepamos dejarnos iluminar por Él.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Excelente post; me parece muy interesante.

Saludos,
Mariana

Gracias.