BUSCADOR CATÓLICO

martes, 23 de diciembre de 2008

Cuánta Misericordia




Cómo gozaba Francisco de la Navidad. Cómo recordaba al Niño Jesús, nacido en Belén. Y es que el Poverello estaba Enamorado de Jesús, de su Pasión, de sus Misterios, de su Vida. Atestiguan las fuentes que "La suprema aspiración de Francisco, su más vivo deseo y su más elevado propósito, era observar en todo y siempre el santo Evangelio y seguir la doctrina de nuestro Señor Jesucristo y sus pasos con suma atención, con todo cuidado, con todo el anhelo de su mente, con todo el fervor de su corazón. En asidua meditación recordaba sus palabras y con agudísima consideración repasaba sus obras. Tenía tan presente en su memoria la humildad de la Encarnación y la caridad de la Pasión, que difícilmente quería pensar en otra cosa" (1 Cel 84).
Francisco era el hombre que contemplaba la Gracia, derramada en los corazones de los hombres. Meditaba, pensaba, saboreaba a Dios. Para él, el Evangelio no era un conjunto de relatos, sino algo vivo, que le presentaba a la misma Persona de Jesús. Es cierto que había recibido mucho, pero a cambio también dio mucho, sin reservas. Su Piedad, Caridad, Humildad, Paciencia, Pobreza... fueron conformando en Francisco una personalidad profundamente humana, y un corazón fuertemente sensible, sobre todo a Dios, a su Encarnación, a su Humanidad.
No podía "pensar en otra cosa". Y cuando llegaba la Navidad, su naturaleza ante todo contemplativa le arrebataba a la máxima expresión de la Mística. Se unía a Jesús, real y auténticamente. Discurría sus Misterios, los Contemplaba, los Saboreaba, los Ponderaba. Procuraba, siempre, pensar en Dios y actúar según Dios. Por eso estaba siempre en su presencia, dejándose llevar y abrazar por su Espíritu.
Y Dios le colmaba de Gracias y Consolaciones. Mañana hablaremos de Greccio, una de las escenas con más carga encarnatoria en la vida del Pobre de Asís. Tendremos la ocasión de meditar un episodio auténticamente Navideño, que, acogido sincera y humildemente, debe llevarnos a una vivencia profunda y serena de la Noche más Santa de la Historia: aquella en la que hace 2000 años, Jesús vino a morar entre nosotros.

No hay comentarios: