BUSCADOR CATÓLICO

jueves, 11 de junio de 2009

Entender y vivir la Misa (III): Última Cena-Cruz-Resurrección

Última Cena, Pasión, Muerte y Resurrección conforman una única realidad sacramental, y constituyen la esencia de la Eucaristía.

- En la Mesa, el Señor reparte a los discípulos el pan y el vino, acompañados de las Palabras "Este es mi cuerpo que es entregado por vosotros; haced esto en recuerdo mío. De igual modo, después de cenar, la copa, diciendo: Esta copa es la Nueva Alianza en mi sangre, que es derramada por vosotros" (Lc 22, 19-20). Con ello hace principalmente tres cosas: una, garantizar su Presencia continua a través del Pan y el Vino (cosa que sólo es comprensible con la Cruz y la Resurrección), y la segunda, declarar una Nueva Alianza en mi sangre, es decir, lo viejo ya no vale para llegar a Dios, ahora todo pasa por Él, por el Hijo, por su Sacrificio (esto tampoco lo entenderían hasta Pentecostés). La tercera, constituye la verdadera comunidad o Iglesia: reunión de hermanos alrededor de la Mesa, en disposición y actitud de servicio y entrega mutuos.

- Al exhalar el Espíritu en la Cruz (Jn 19, 30), Jesús, el Hijo, vuelve al Padre. Ahora vendrá el Paráclito, tal como prometió. Pero es que ahora que se ha ido, descenderá al Pan y al Vino en las manos del sacerdote por las Palabras que constituyen el memorial ("este es mi cuerpo... esta es mi sangre") y por el Espíritu que, derramado una vez en la Cruz-Resurrección, hace presente verdaderamente al Hijo, en cuanto Ofrecido en Sacrificio Redentor (expía los pecados) agradable al Padre (Pan y Vino - Cuerpo y Sangre - Sacrificio Total). La donación mutua del Espíritu entre Padre e Hijo se actualiza en el Sacrificio de la Misa, puesto que Cristo mismo instituyó tal signo, tal sacramento. Nos deja no sólo un recuerdo y unas palabras bonitas, sino una presencia activa, constante, real, total. El Cordero puede ser comido una y otra vez, gracias a la nueva Sacramentalidad inaugurada por Cristo en la Encarnación.

Por tanto, la Última Cena encuentra plenitud y cumplimiento una vez Cristo exhala el Espíritu y resucita. Y es a partir de esas manifestaciones del Resucitado que los primeros cristianos celebran la fracción del pan (así se llamaba al principio).

miércoles, 20 de mayo de 2009

Entender y vivir la Misa (II)

Antes que nada, decía, es imprescindible comprender la naturaleza de lo que celebramos, y cómo se ha ido entendiendo, expresando y concretado a lo largo de los siglos, desde Pentecostés hasta hoy. Así, ¿en qué perspectiva habría que situar lo que llamamos "Sacrificio Eucarístico"? ¿Por qué decimos que Jesús murió por nuestros pecados? ¿Cómo expresa la Eucaristía este Sacrificio?

El Levítico, (caps. 1-7) desarrolla la "Ley de los Sacrificios", según la cual Israel ofrecía al Señor diversos tipos de sacrificios, según la causa y la finalidad que los motivaran: holocausto, oblación, sacrificio de comunión, sacrificio por el pecado del Sumo Sacerdote, sacrificio por el pecado de toda la comunidad, o de un jefe de la comunidad, o de un hombre del pueblo, aparte de otros sacrificios debidos a causas más concretas y específicas.

Así, el sacrificio por el pecado de toda la comunidad, reza como sigue: Si la que obra inadvertidamente es toda la comunidad de Israel –que sin darse cuenta se hace culpable, cometiendo una falta contra alguna de las prohibiciones contenidas en los mandamientos del Señor– apenas se conozca el pecado cometido, la asamblea ofrecerá un novillo sin defecto en calidad de sacrificio por el pecado. Lo llevarán ante la Carpa del Encuentro, y los ancianos de la comunidad impondrán sus manos sobre la cabeza del novillo, delante del Señor. El novillo será inmolado en la presencia del Señor, y el sacerdote consagrado por la unción llevará la sangre a la Carpa del Encuentro. Luego mojará su dedo en la sangre y con ella hará siete aspersiones delante del Señor, frente al velo del Santuario. Después pondrá un poco de esa sangre sobre los cuernos del altar que está delante del Señor, en la Carpa del Encuentro, y derramará toda la sangre sobre la base del altar de los holocaustos, que está a la entrada de la Carpa. Luego extraerá toda la grasa del novillo y la hará arder sobre el altar, haciendo con él lo mismo que hizo con el novillo del sacrificio por el pecado. De esta manera, el sacerdote practicará el rito de expiación en favor de la comunidad, y esta será perdonada. Finalmente, llevará el novillo fuera del campamento y lo quemará como en el caso anterior: es un sacrificio por el pecado de la asamblea (Lev 4, 13-21). Vemos cómo el novillo es desangrado, despedazado y quemado.

En el caso del sacrificio por el pecado, se extrae del animal los riñones, el hígado y la grasa. Y vemos cómo en cada sacrificio se ofrecen, además de toda la sangre, partes diferentes del animal. Pues bien, si vemos cómo estos sacrificios servían para expiar pecados, individuales o colectivos, y que dichos sacrificios se matizaban según la colectividad o no de la falta cometida, no nos resultará difícil entender cómo el Padre, por Amor al hombre, ofrece a su propio Hijo en Sacrificio para librarnos del pecado. Y esto porque:
- Los sacrificios y expiaciones que el hombre ofrecía ya no bastaban: el pecado no quedaba borrado de Israel, la purificación no era total.
- El Sacrificio de Jesús, como hemos dicho, es total, completo, se dona hasta la última gota. Expía todos los pecados: individuales y colectivos, de una vez para siempre. El Hijo se da al Padre por nosotros, en un acto voluntario y plenamente Amoroso: "los amó hasta el extremo" (Jn 13).

La reflexión cristiana postpascual entendió esta dimensión sacrificial de Cristo a la Luz de la Cruz y la Resurrección, con total y clara vinculación a la Última Cena: "este es mi Cuerpo", "esta es mi sangre". Habían recibido un memorial, y empezaron a celebrarlo, conscientes de que al partir el pan, Jesús mismo se hacía presente.

En definitiva, Jesús se sitúa en la línea sacrificial de Israel, y se ofrece a si mismo como víctima por los pecados de todos, en una única entrega, que expia todos los pecados del hombre, para siempre. En nuestras manos y nuestra voluntad deja la elección de adherirnos a este perdón ya dado, del que el Sacramento de la Penitencia es actualización activa y efectiva, y recuerdo confortante. Es esto lo que celebramos en la Misa: damos gracias (Εuχαριστία, eucharistia, "acción de gracias") por el Don de su Perdón, y por el Don de su Presencia.

viernes, 15 de mayo de 2009

Entender y vivir la Misa (I)



Me propongo empezar hoy una serie de post dedicados a la Eucaristía, el Sacramento Central de la Vida Cristiana, tan amado y tan vivido por Francisco. En este camino que empezamos hoy, quisiera hablar y reflexionar sobre la naturaleza de la celebración eucarística, entreverando meditaciones personales, los testimonios evangélicos y de la vida de Francisco, y enseñanzas magisteriales y/o de algún que otro autor de índole pastoral y litúrgico.


Mi propósito no es otro que aportar aunque sea un granito de arena para ayudar a entender, valorar, amar y por ende vivir este Magno Sacramento, en el que y por el que Jesús mismo se hace presente en el altar: ¡Tiemble el hombre entero, que se estremezca el mundo entero, y que el cielo exulte, cuando sobre el altar, en las manos del sacerdote, está Cristo, el Hijo del Dios vivo! ¡Oh admirable celsitud y asombrosa condescendencia! ¡Oh humildad sublime! ¡Oh sublimidad humilde, pues el Señor del universo, Dios e Hijo de Dios, de tal manera se humilla, que por nuestra salvación se esconde bajo una pequeña forma de pan! (CtaO, 26-27).


Pienso, asimismo, que para poder conocer y entender algo, lo que sea, en esta vida, es preciso antes saber de dónde viene, cuáles son sus orígenes y, en la medida de lo posible, averiguar, meditar y estudiar la evolución o evoluciones posteriores que lo han llevado a su actual fisonomía, estructura y forma de aparecer al mundo.

martes, 21 de abril de 2009

La ignorancia religiosa de España


Salía publicado ayer en "El Periódico de Catalunya" que la ignorancia religiosa en nuestro país está alcanzando cotas cada vez más altas y alarmantes. Tanto, que ya asusta incluso a los docentes de otras asignaturas.


Uno de los motivos por el que se enseña Religión en las escuelas es conocer los fundamentos cristianos de nuestra sociedad, pues por ellos ha sido configurada y ha llegado a nuestros días a ser como es: las fiestas, los nombres, nuestras formas de expresión (ya sea oral, gestual o verbalmente), el arte, la cultura, las costumbres... incluso nuestro calendario y la forma que tenemos de contar el paso de los años (a.C., d.C.) están fundamentados y condicionados por una milenaria cultura cristiana. Podía haber sido judía o musulmana, pero ha sido cristiana.


Por otro lado, estudiar Arte o Historia Universal requiere estudiar y repasar nuestras épocas pasadas, en que tantas veces y durante tanto tiempo se han dado sociedades y formas de gobierno católicas, incluso teocráticas. Por tanto, entenderlas requiere conocer qué hay detrás de ellas, es precisa una hermenéutica.


Y dicha hermenéutica no puede practicarse sino sabemos, por ejemplo, qué libros componen la Biblia, porque jamás podremos entender qué controversia tuvo la Iglesia con Galileo Galilei. Ni podremos entender por qué el 8 de Diciembre es festivo y aprovechamos la fiesta de la Constitución para hacer puente, si nadie nos dice que en 1854 Pio IX proclamó a María limpia de toda mancha de pecado original incluso antes de su nacimiento.


Como podeis ver, no se trata de creerse nada, cada cual verá. Se trata de saber de dónde venimos, de saber y entender por qué hay tantas iglesias en nuestras ciudades, o por qué se bautiza a un niño recién nacido, o por qué el Papa habla en contra del preservativo. Es cuestión de cultura, de una formación mínima que nos garantice que sabemos nuestros orígenes como europeos, como españoles. No es una argamasa de datos, es una cultura que nos define, nos configura desde nuestro primer antepasado hasta hoy.


Hay que cerrar el "circulo hermenéutico": preguntar qué hay detrás de nuestra Historia, y una vez entendido, verificarlo con la actualidad. Lo que no puede ser es que, como reza el artículo de El Periódico un niño confunda el altar de una capilla con el sarcófago de una momia. Es sencillamente inaceptable, igual que si yo ahora confundiera mi teléfono móvil con una berenjena (me lo haría mirar). Pero no es culpa del chico, sino de todos nosotros, de esta sociedad que, haciendo caso a ZP y compañía, se complace en desentenderse a todo lo que suena a católico o cristiano, o incluso religioso, cuando resulta que es eso lo que llevamos en nuestras venas: una visión del mundo y del hombre - una sociología y una antropología - cristianas. Y, claro, llega el niño y pregunta que de quién es la momia, o quién rayos era Adán, o qué es eso de la Biblia, o qué es eso que se alza en la plaza del pueblo, que tiene unas campanas colgado, y dos palos entrecruzados en lo alto.


Claro, así nos va. Porque si el niño se llama Luis, tampoco entenderá por qué le felicitamos el día de su santo: "¿Santo?, ¿qué es eso?". Es urgente que la Religión vuelva a las aulas. Que cada cual profese el credo que quiera, o que piense si lo desea que los extraterrestres nos crearon. Pero que por lo menos no sea por ignorancia, y que un día te pueda contestar a la pregunta "¿Quién fue Job?". No es cuestión de credos, o de ser laicos, sino de saber, de ser personas íntegras, cabales y que se preocupan por conocer su pasado, y por qué su presente es como es.

domingo, 5 de abril de 2009

Alabémosle y ensalcémosle por los siglos



1Santo, santo, santo Señor Dios omnipotente, el que es y el que era y el que ha de venir (cf. Ap 4,8):Y alabémoslo y ensalcémoslo por los siglos.


2Digno eres, Señor Dios nuestro, de recibir la alabanza, la gloria y el honor y la bendición (cf. Ap 4,11):Y alabémoslo y ensalcémoslo por los siglos.


3Digno es el cordero, que ha sido degollado, de recibir el poder y la divinidad y la sabiduría y la fortaleza y el honor y la gloria y la bendición (Ap 5,12):Y alabémoslo y ensalcémoslo por los siglos.


4Bendigamos al Padre y al Hijo con el Espíritu Santo:Y alabémoslo y ensalcémoslo por los siglos.


5Criaturas todas del Señor, bendecid al Señor (Dan 3,57):Y alabémoslo y ensalcémoslo por los siglos.


6Alabad a nuestro Dios, todos sus siervos y los que teméis a Dios, pequeños y grandes (cf. Ap 19,5):Y alabémoslo y ensalcémoslo por los siglos.


7Los cielos y la tierra alábenlo a él que es glorioso (cf. Sal 68,35; Sal Rom):Y alabémoslo y ensalcémoslo por los siglos.


8Y toda criatura que hay en el cielo y sobre la tierra, y las que hay debajo de la tierra y del mar, y las que hay en él (cf. Ap 5,13):Y alabémoslo y ensalcémoslo por los siglos.


9Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo:Y alabémoslo y ensalcémoslo por los siglos.


10Como era en el principio y ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amén.Y alabémoslo y ensalcémoslo por los siglos.


11Oración: Omnipotente, santísimo, altísimo y sumo Dios, todo bien, sumo bien, total bien, que eres el solo bueno (cf. Lc 18,19), a ti te ofrezcamos toda alabanza, toda gloria, toda gracia, todo honor, toda bendición y todos los bienes. Hágase. Hágase. Amén.


Domingo de Ramos. Día de Alabanza, de Bendición al Hijo de Dios, al Dios que tanto ha hecho por nosotros, que tanto nos ha amado, pero que jamás ha pedido nada para si. Es más, entrará montado en un asno en la ciudad santa. E, incluso así, será proclamado Rey de Israel por el Pueblo.


Sumémonos hoy a esta gran Liturgia, con Francisco y todos los santos. El Poverello usaba estas Alabanzas antes de decir cualesquiera de las horas canónicas. Las unía a la Liturgia de la Iglesia, a la Oración diaria en la que proclama que su Señor, su Rey, es Jesús, Pobre y Crucificado.


Es muy fácil decirle hoy "Hossanna, hijo de David", cuando el entusiasmo nos arrastra y nos lleva a una alabanza espontánea, fluida y auténtica. Pero cuando Jesús cena con los suyos, tiembla en Getsemaní, es apresado, interrogado, humillado, acusado, Crucificado... es más difícil estar con Él. Lo fácil es ponerse en su contra y gritar a una con los poderes religiosos: ¡Crucifícale! (no sea cosa que , por serle fiel, también me maten a mí).


Así ocurrió, desde luego. Pero también a nosotros nos ocurre. Nos cuesta pasar con Él la Vigilia del Jueves al Viernes Santo. Ni una hora podemos a veces velar con Él. Es entonces cuando cabe preguntarse cuánto le queremos, y cómo le queremos.


Por eso, debemos disfrutar de este día de Ramos. Pero también tener presente que la Pasión llegará, ha sido anunciada por Él mismo. Velemos, para no caer en tentación. Y el Domingo de Pascua, el Primer Día de la Nueva Creación, podremos cantar y regocijarnos con Él.

lunes, 23 de marzo de 2009

El perdón no es acto, es actitud.

Dice Jesús en el Evangelio de hoy que se debe perdonar "setenta veces siete". Habitualmente se comenta que tal expresión significaba la plenitud, el perdón total, por ser diez veces la cifra que simboliza, en el NT, lo acabado, lo perfecto, en alusión a la Creación.

Pero también hay, desde mi punto de vista, otra forma de verlo, complementaria y expresión de la primera: el perdón no es sólo un acto más o menos difícil o más o menos heroico. Es una actitud o, mejor dicho, una forma de ser, una chispa que brota, desde el gran Fuego de Amor que es Dios, en el corazón del hombre, y prende.

Pero para dejarse prender, ese corazón tiene que estar dispuesto (condición indispensable y anterior a todo discurso sobre la Gracia). No es algo que se logre fácilmente, pues siempre pensamos, en el fondo, que se nos ha arrebatado algo con la ofensa, y que ésta ha golpeado eso que tanto se defiende en la sociedad actual: honor, dignidad, reputación... Incluso se pagan cifras millonarias para compensar "daños al honor", injurias, calumnias... como si miles de euros, todos juntitos, pudieran reparar el daño que se supone hace una ofensa o calumnia.

Cristo no edificó sobre naipes, y su Vida y la Enseñanza Vital que de Ella se desprende se edificó, ante todo, en el Amor al prójimo, y a partir de aquí, toda la ética y moral del Reino: el Ágape. Y sabía muy bien lo que decía: perdonar no es algo puntual, que se hace y se repite, como peinarse o comer. Es más bien la forma de ser del hombre que, pobre de espíritu, nada tiene que reprender o juzgar en los demás, y poca estima se tiene a si mismo, en lo que a honorabilidad y autoafirmación ególatra se refiere. Lo dice muy bien Fracisco en la Admonición 14:
1Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos (Mt 5,3). 2Hay muchos que, perseverando en oraciones y oficios, hacen muchas abstinencias y mortificaciones corporales, 3pero, por una sola palabra que les parezca injuriosa para sus cuerpos o por alguna cosa que se les quite, escandalizados enseguida se perturban. 4Estos no son pobres de espíritu, porque quien es de verdad pobre de espíritu, se odia a sí mismo y ama a aquellos que lo golpean en la mejilla (cf. Mt 5,39).

Y en EP 46 leemos:
Nosotros que vivimos con él vimos con nuestros propios ojos lo que él mismo atestigua: que, cuando algunos hermanos no le atendían en sus necesidades o le dirigían alguna palabra de las que suelen turbar al hombre, en seguida se recogía en la oración y luego, de vuelta, no quería acordarse de ello. Y nunca decía: «Tal hermano no me ha atendido o tal hermano me ha dicho aquella palabra».

Y en esta disposición se mantuvo siempre. Y cuanto más se acercaba al fin de su vida, más cuidado ponía en considerar cómo podría vivir y morir en absoluta humildad y pobreza y en la perfección de toda virtud.

Así, el Poverello, predicaba y vivía el perdón, como expresión del Amor de Dios a los demás, y como signo del desprecio por uno mismo, sabiéndose pecador, indigno de la Gracia de Dios y, por ende, digno de toda reprensión. Tampoco juzgaba al hermano, sino que todo lo atribuía a Dios, quien providentemente le recordaba, a través de los hermanos, sus muchos pecados, como en Flor 8:
Si, cuando lleguemos a Santa María de los Angeles, mojados como estamos por la lluvia y pasmados de frío, cubiertos de lodo y desfallecidos de hambre, llamamos a la puerta del lugar y llega malhumorado el portero y grita: «¿Quiénes sois vosotros?» Y nosotros le decimos: «Somos dos de vuestros hermanos». Y él dice: «¡Mentira! Sois dos bribones que vais engañando al mundo y robando las limosnas de los pobres. ¡Fuera de aquí!» Y no nos abre y nos tiene allí fuera aguantando la nieve y la lluvia, el frío y el hambre hasta la noche. Si sabemos soportar con paciencia, sin alterarnos y sin murmurar contra él, todas esas injurias, esa crueldad y ese rechazo, y si, más bien, pensamos, con humildad y caridad, que el portero nos conoce bien y que es Dios quien le hace hablar así contra nosotros, escribe, ¡oh hermano León!, que aquí hay alegría perfecta.

Por tanto, quien es pobre de verdad, es riguroso consigo mismo e indulgente con los demás; no ve malas intenciones, sino que todo lo pone en manos de Dios, y piensa que tal hermano habrá actuado así por algún motivo; no se turba por un insulto, pues sabe que nada le pertenece, ni siquiera su propio cuerpo; no se irrita, porque no tiene nada que defender; no se defiende, porque no siente que le estén quitando nada, por grave que, objetivamente, sea la ofensa o la calumnia. Sabe que no tiene nada, que es de Dios y a Dios volverá (Jn 13, 1), que Dios Padre le cuida y de todo le provee.

El perdón es la expresión más natural del hombre que está unido a Jesús, y se sabe ya pecador como para juzgar a los demás. "La misericordia se ríe del juicio" (Sant 2, 13). Me pregunto si no hará falta que seamos hoy más signo en este mundo, en el que tantos "derechos" no son tal, sino más bien motivaciones orgullosas y ególatras para no perder posiciones o escalones en la vida política, económica o social. Mantener la propia posición, luchando contra todo lo demás, cueste lo que cueste, sólo para no ser desplazado de una situación, que pende del hilo del honor y la limpieza de imagen ante los demás. Se trata de aparentar, figurar, quedar bien, ser llamativo y atractivo, llamar la atención, ser el centro...

Fijaos en la humildad de Francisco:




Cómo San Francisco enseñó al hermano León en qué consiste la alegría perfecta.

Iba una vez San Francisco con el hermano León de Perusa a Santa María de los Angeles en tiempo de invierno. Sintiéndose atormentado por la intensidad del frío, llamó al hermano León, que caminaba un poco delante, y le habló así:
-- ¡Oh hermano León!: aun cuando los hermanos menores dieran en todo el mundo grande ejemplo de santidad y de buena edificación, escribe y toma nota diligentemente que no está en eso la alegría perfecta.
Siguiendo más adelante, le llamó San Francisco segunda vez:
-- ¡Oh hermano León!: aunque el hermano menor devuelva la vista a los ciegos, enderece a los tullidos, expulse a los demonios, haga oír a los sordos, andar a los cojos, hablar a los mudos y, lo que aún es más, resucite a un muerto de cuatro días, escribe que no está en eso la alegría perfecta.
Caminando luego un poco más, San Francisco gritó con fuerza:
-- ¡Oh hermano León!: aunque el hermano menor llegara a saber todas las lenguas, y todas las ciencias, y todas las Escrituras, hasta poder profetizar y revelar no sólo las cosas futuras, sino aun los secretos de las conciencias y de las almas, escribe que no es ésa la alegría perfecta.
Yendo un poco más adelante, San Francisco volvió a llamarle fuerte:
-- ¡Oh hermano León, ovejuela de Dios!: aunque el hermano menor hablara la lengua de los ángeles, y conociera el curso de las estrellas y las virtudes de las hierbas, y le fueran descubiertos todos los tesoros de la tierra, y conociera todas las propiedades de las aves y de los peces y de todos los animales, y de los hombres, y de los árboles, y de las piedras, y de las raíces, y de las aguas, escribe que no está en eso la alegría perfecta.
Y, caminando todavía otro poco, San Francisco gritó fuerte:
-- ¡Oh hermano León!: aunque el hermano menor supiera predicar tan bien que llegase a convertir a todos los infieles a la fe de Jesucristo, escribe que ésa no es la alegría perfecta.
Así fue continuando por espacio de dos millas. Por fin, el hermano León, lleno de asombro, le preguntó:
-- Padre, te pido, de parte de Dios, que me digas en que está la alegría perfecta.
Y San Francisco le respondió:
-- Si, cuando lleguemos a Santa María de los Angeles, mojados como estamos por la lluvia y pasmados de frío, cubiertos de lodo y desfallecidos de hambre, llamamos a la puerta del lugar y llega malhumorado el portero y grita: «¿Quiénes sois vosotros?» Y nosotros le decimos: «Somos dos de vuestros hermanos». Y él dice: «¡Mentira! Sois dos bribones que vais engañando al mundo y robando las limosnas de los pobres. ¡Fuera de aquí!» Y no nos abre y nos tiene allí fuera aguantando la nieve y la lluvia, el frío y el hambre hasta la noche. Si sabemos soportar con paciencia, sin alterarnos y sin murmurar contra él, todas esas injurias, esa crueldad y ese rechazo, y si, más bien, pensamos, con humildad y caridad, que el portero nos conoce bien y que es Dios quien le hace hablar así contra nosotros, escribe, ¡oh hermano León!, que aquí hay alegría perfecta. Y si nosotros seguimos llamando, y él sale fuera furioso y nos echa, entre insultos y golpes, como a indeseables importunos, diciendo: «¡Fuera de aquí, ladronzuelos miserables; id al hospital, porque aquí no hay comida ni hospedaje para vosotros!» Si lo sobrellevamos con paciencia y alegría y en buena caridad, ¡oh hermano León!, escribe que aquí hay alegría perfecta. Y si nosotros, obligados por el hambre y el frío de la noche, volvemos todavía a llamar, gritando y suplicando entre llantos por el amor de Dios, que nos abra y nos permita entrar, y él más enfurecido dice: «¡Vaya con estos pesados indeseables! Yo les voy a dar su merecido». Y sale fuera con un palo nudoso y nos coge por el capucho, y nos tira a tierra, y nos arrastra por la nieve, y nos apalea con todos los nudos de aquel palo; si todo esto lo soportamos con paciencia y con gozo, acordándonos de los padecimientos de Cristo bendito, que nosotros hemos de sobrellevar por su amor, ¡oh hermano León!, escribe que aquí hay alegría perfecta.
-- Y ahora escucha la conclusión, hermano León: por encima de todas las gracias y de todos los dones del Espíritu Santo que Cristo concede a sus amigos, está el de vencerse a sí mismo y de sobrellevar gustosamente, por amor de Cristo Jesús, penas, injurias, oprobios e incomodidades. Porque en todos los demás dones de Dios no podemos gloriarnos, ya que no son nuestros, sino de Dios; por eso dice el Apóstol: ¿Qué tienes que no hayas recibido de Dios? Y si lo has recibido de Él, ¿por qué te glorías como si lo tuvieras de ti mismo? (1 Cor 4,7). Pero en la cruz de la tribulación y de la aflicción podemos gloriarnos, ya que esto es nuestro; por lo cual dice el Apóstol: No me quiero gloriar sino en la cruz de Cristo (Gál 6,14).

A Él sea siempre loor y gloria por los siglos de los siglos. Amén.

miércoles, 11 de marzo de 2009

Sólo Dios


1 Regla 23, 8-9:


"Amemos todos con todo el corazón, con toda el alma, con toda la mente, con toda la fuerza y fortaleza, con todo el entendimiento, con todas las fuerzas, con todo el esfuerzo, con todo el afecto, con todas las entrañas, con todos los deseos y voluntades al Señor Dios, que nos dio y nos da a todos nosotros todo el cuerpo, toda el alma y toda la vida, que nos creó, nos redimió y por sola su misericordia nos salvará, que a nosotros, miserables y míseros, pútridos y hediondos, ingratos y malos, nos hizo y nos hace todo bien.
Por consiguiente, ninguna otra cosa deseemos, ninguna otra queramos, ninguna otra nos plazca y deleite, sino nuestro Creador y Redentor y Salvador, el solo verdadero Dios, que es pleno bien, todo bien, total bien, verdadero y sumo bien, que es el solo bueno, piadoso, manso, suave y dulce, que es el solo santo, justo, verdadero, santo y recto, que es el solo benigno, inocente, puro, de quien y por quien y en quien es todo el perdón, toda la gracia, toda la gloria de todos los penitentes y de todos justos, de todos los bienaventurados que gozan juntos en los cielos. Por consiguiente, que nada impida, que nada separe, que nada se interponga. En todas partes, en todo lugar, a toda hora y en todo tiempo, diariamente y de continuo, todos nosotros creamos verdadera y humildemente, y tengamos en el corazón y amemos, honremos, adoremos, sirvamos, alabemos y bendigamos, glorifiquemos y ensalcemos sobremanera, magnifiquemos y demos gracias al altísimo y sumo Dios eterno, Trinidad y Unidad, Padre e Hijo y Espíritu Santo, creador de todas las cosas y salvador de todos los que creen y esperan en él y lo aman a él, que es sin principio y sin fin, inmutable, invisible, inenarrable, inefable, incomprensible, inescrutable, bendito, laudable, glorioso, ensalzado sobremanera, sublime, excelso, suave, amable, deleitable y todo entero sobre todas las cosas deseable por los siglos. Amén".


Es éste, sin duda, uno de los objetivos de la Cuaresma: que Dios sea lo primero en nuestras vidas. ¿Qué estamos dispuestos a hacer para vivirla? Todos tenemos nuestra lista de preferencias, y si somos honestos con nosotros mismos sabremos a qué se inclina antes nuestra alma: si al mundo o a Dios. Que cada cual sepamos verlo y obrar en consecuencia.

domingo, 22 de febrero de 2009

La Generosidad del Pobre

El Poverello, desposado con Dama Pobreza, enamorado de Ella e imitador ardiente de la Indigencia del Hijo de Dios, no consentía sin embargo (y las biografías dan fe) que hubiera alguien más pobre que él.

En efecto, sabemos que consideraba un "hurto" recibir más limosna de la necesaria, al igual que no darla al necesitado. Él vivía y enseñaba a vivir con lo indispensable para el día a día, pero no podía tolerar que alguien tuviera aún menos. Veía en ello una falta de caridad y una señal clara de que él no era todavía pobre de verdad. Pensaba que aun no se habría despojado del todo, y que debía "apretar el paso", como si de una carrera se tratara.

Tal era su celo por la Pobreza del Hijo de Dios, y tal su Amor por Él, que no podía dejar de pasar un rato sin pensar en Él, buscando el modo de abrazarla a ella más perfectamente. Siempre se traía a la memoria lo necesitado de Jesús en su Vida, desde la Encarnación, pasando por la Vida Oculta, la Vida Pública después y, sobre todo, en la Pasión y Muerte en Cruz.

A la luz de Cristo examinaba su propia vida y sus propios actos, y se juzgaba digno de reprensión si por negligencia o descuido no imitaba más y mejor su "forma vivendi". Y es que quería y deseaba ser como su Amado, pensar como Él, sentir como Él, tenerle como cima de todo. "llevaba siempre a Jesús en el corazón. Jesús en los labios, Jesús en las orejas, Jesús en los ojos, Jesús en las manos, Jesús en todos sus miembros... Aun más, encontrándose muchas veces en viaje y meditando o cantando a Jesús, se olvidaba que estaba de viaje y se paraba a invitar a todas las criaturas a alabar a Jesús" (1 Cel II, 9, 115: FF 115).

Y es por eso que sentía la necesidad, no sólo de ser cada día más pobre, sino de compartir con los demás o, más aún, despojarse de lo propio para cubrir la necesidad del prójimo. En LP 89 encontramos un gran ejemplo: a una mujer necesitada y medio ciega, que les había dado en limosna una túnica, Francisco manda devolvérsela además de doce panes, en cuanto se entera de su necesidad. No sólo restituye, sino que además da "el ciento por uno", da los doce panes, como signo de que querría dárselo todo para cubrir su necesidad y pobreza. Además, había encargado que se la mantuviera mientras viviera en Rieti.

Era capaz de quedarse él desnudo para que el hermano no pasara necesidad. Tanto, que "el ministro general y su guardián le tenían mandado que no diera la túnica a ningún hermano sin su permiso". Y nosotros, ¿todavía nos resistimos a dar un euro al que nos lo pide por la calle? Pace Bene.

martes, 17 de febrero de 2009

Una nueva conciencia, un nuevo espíritu, una nueva pobreza.




Francisco de Asís será recordado siempre como el "Caballero de Dama Pobreza". En efecto, se enamoró de la más excelsa de las virtudes: la Pobreza de Nuestro Señor Jesucristo, que lejos de dejarlo desamparado, lo acompañó y vistió como Unción toda su vida, hasta la Cruz.


Hemos hablado muchas veces de en qué consistió la novedad de la espiritualidad franciscana, así como de la dimensión y el cómo se vivía esta virtud. Y es que si leemos Sacrum Commercium (obra probablemente compuesta por Juan de Parma, ministro general de 1247 a 1257, retirado luego al eremitorio de Greccio hasta su muerte, ocurrida en 1289. En ella, a modo de composición poética, se desgrana la espiritualidad de Francisco, y en particular en aquello que le enamoró de la Pobreza, puesto que en ella descubre la "puerta estrecha" que le conduce directamente a los brazos de Jesús.


El Hijo de Dios, nacido de Santa María Virgen, vivió siempre en Pobreza, desde la Noche de Belén hasta la hora nona del Calvario. Todas sus palabras, gestos y actos estuvieron marcados por el despojamiento por amor, ya fuera otorgando gracias (curaciones, conversiones...); dejándose alimentar por otras personas; orando al Padre como quien acude a su fuente de vida; acogiendo la Unción del Espíritu; dejándose la piel en sus caminatas y predicaciones por toda Judea, Samaría y tantas otras regiones; dándonos su propio Cuerpo y Sangre en el Sacrificio de la Cruz, como Acto Supremo, Definitivo y Engendrador de Amor, capaz de inaugurar un Nuevo Testamento (un nuevo Don para una Nueva Humanidad).


El Santo de Asís contemplaba, meditaba e interiorizaba la Vida de Jesús, y trataba de imitarla siempre, incluso en los detalles aparentemente más nimios. Y descubrió, gracias a ese Amor que profesaba a su Señor, que el Pobre alcanza el Reino, pero es que además lo vive ya, en prenda, en este mundo.


Por la Pobreza, Francisco supo buscar siempre la Voluntad de Dios sobre todo lo demás, por mucho que a veces también pecara y se equivocara. Pero, desde su conversión, emprendió clara e irreversiblemente un camino hacia el Cielo, para el cual se procuró el vestido más preciado para Dios y menospreciado por el hombre, que era - y es - a la vez el más ligero: la Pobreza, el corazón, la mente y todas las fuerzas dirigidas a Dios.

miércoles, 4 de febrero de 2009

Francisco amaba la Iglesia

Llevamos unos días en los que, para bien o para mal, el Vaticano es objeto de miradas, opiniones, debates, críticas y centro de noticias. Y es que eso de excomulgar a alguien el mundo lo ve como inquisidor, injusto y desproporcionado, a la vez que anacrónico. Y por una vez (una más) que el Vaticano levanta la excomunión, todo son problemas. Si excomulga, porque excomulga. Si hace lo contrario, porque se perdona a la persona equivocada.

En esta ocasión (me refiero al levantamiento de excomunión a los lefebvrianos) la chispa se ha encendido porque uno de los obispos reinsertados en la Iglesia negó el Holocausto judío (algo que nadie en suscabales haría). Y eso ha llevado a la ruptura unilateral de relaciones con el Vaticano por parte del Rabinato de Israel. ¿Qué le vamos a hacer? Ahora también cuentan las opiniones particulares de la gente, por mucho que luego se retracte, sea amonestado y pida perdón, como es el caso.

Y luego tenemos lo de la eutanasia que se va a practicar en Udine (Italia) a Eliana, esa joven que lleva 17 años en coma. Dicen que dejarla morir de hambre no es matarla, no es eutanasia. Entonces, ¿todo vale? Porque si dejo morir de hambre a alguien, me meten en prisión. Ahora bien, si está en coma, tetrapléjica o en estado vegetativo, todavía le hago un favor. Es como decir que por estar impedido (en el sentido genérico del término) ya no eres persona y, por tanto, matarte está muy, pero que muy bien. Es lo que tiene la independencia del Poder Judicial en nuestras democracias europeas, tan modernas ellas: es legítima, está muy bien y disipa toda sospecha de intervencionismo gubernamental, pero a veces no oye el clamor que le pide juicio recto, no tanto un juicio legal.

Sinceramente, la Iglesia, como Institución, comete errores, que claman muchas veces al cielo. Pero no se le puede reprochar que no luche por la vida, por los intereses del individuo en cuanto deseoso de respirar, sentir... en definitiva, estar Vivo. Nadie puede negar que la enfermedad es algo cruel, que desespera a la gente en ocasiones, y que es difícil juzgar y ponerse en pellejo ajeno. Pero no es eso lo que se pretende. Lo que se dice desde la Plaza de San Pedro es que la vida es legítima, inviolable desde sus cimientos, aunque no siempre sea "digna", término tan usado en su quinta acepción: "de calidad aceptable".

Francamente, mientras escribo pienso el Hermano Sol Hermana Luna, película que refleja muy bien la Iglesia de los s. XII-XIII, más preocupada por el poder terrenal y sus problemas que por el pastoreo de las almas. El Obispo Guido e Inocencio III son figuras de esta eclesialidad: mucho poder, volcados en lo material. Pero no deja de reflejar algo aparentemente contradictorio: sensibilidad espiritual y experiencia de Dios en ambos sujetos. Y ello constituye el gran Misterio de la Iglesia, ya muy manido: humana y divina a la vez; pecadora y santa a un mismo tiempo. Y Francisco la amaba así, tal cual era. Sabía de sus miserias, y le dolían, pero más le dolían las suyas propias. Y sabía a la vez que Jesucristo obraba y moraba en ella, la cuidaba, la guiaba, y que a por eso mismo, y a pesar de todo, el Papa no sólo le aprobó la Regla, sino que veló especialmente por la incipiente familia franciscana.

No podemos dejar de hacer lo mismo. Debemos, como Francisco, y con su misma motivación eucarística, amar mucho a Nuestra Madre la Iglesia, aun cuando tengamos razones para sentirnos "decepcionados" o "molestos" con ella. Porque lo esencial, más allá de Papas, Bulas, Vaticano, Homilías, Concilios, Reformas y Contrarreformas, excomuniones, cismas, ecumenismo, alegrías y penas, es que en ella se da, tiene lugar la Vida y el Amor de la Trinidad Económica, aquella que decía Rahner que es la misma que la Inmanente. Esa Trinidad por la que el Espíritu Consagra el Pan, el Vino y la Asamblea, encima de aquel altar, aquellos adornos, aquel cura y aquella parroquia que nos gustan y disgustan a la vez: tanta edificación, tanto adorno, este sacerdote que dice o hace esto... Sí, pero Cristo mismo baja del Cielo, en cada Misa, a pesar de todo. Gracias, Señor. Pace Bene.

martes, 27 de enero de 2009

Los Nuevos Movimientos.

El S. XX ha sido testigo del surgimiento de nuevos movimientos, nuevos carismas, que el Espíritu ha otorgado a la Iglesia para su provecho y su edificación como Cuerpo de Cristo. Han aportado aire fresco, nuevas formas de ver y entender el Evangelio, la Iglesia, el papel de los laicos, la vida sacramental...

Sin embargo, todas estas nuevas inspiraciones (Neocatecumenales, Carismáticos, Opus Dei, Focolares...) no han sido ni son acogidos por igual, ni se aprovecha toda su riqueza. En general, creo que la Iglesia (desde los papas hasta la última parroquia) han hecho un esfuerzo por comprender dichos movimientos e integrarlos en la dinámica eclesial, ya sea en Pastoral, administración de Sacramentos, Liturgia, Caridad... Todos han gozado de aprobación, y algunos de expresa predilección por parte de los Sumos Pontífices.

Lo que ocurre es que, en alguna diócesis (de España me refiero) tanto en su Consejo Episcopal, y/o en algunas de sus Delegaciones, se produce un continuo y sistemático rechazo de los mismos, en base a prejuicios, o debido al ejercicio de una política que poco tiene que ver con la Fe. No digo ni que el respectivo Obispo, ni todo el Consejo sean responsables, pero sí que hay cierto ambiente, promovido por algunos, en contra del progreso eclesial que, por otra parte, trató de impulsar el Concilio Vaticano II.

Cuesta mucho abrirse, y dejar atrás viejos esquemas, quizá porque la sociedad en que se incardina la Diócesis no puede, no quiere o no sabe aceptarlo, y eso aborta ya (no debería, pero es así) cualquier intento. O quizá se debe a que la misma Curia tiene ciertos, como he dicho, prejuicios, ideas conformadas previamente a cualquier contacto y cotejo de estas nuevas espiritualidades.

El resultado es, pues, claro: el nuevo movimiento, el que sea, no es conocido, y no es acogido ni aprovechado. Las estructuras antiguas empiezan a perder fuerza y a desestabilizarse, por no querer contagiarse justamente del aire reformador que el mismo Dios le regala en forma de Carismas Nuevos, gotas refrescantes, nuevos aires que limpian el ambiente y permiten un desarrollo más dinámico y fresco de la Vida Eclesial y Sacramental. La juventud no se acerca a Misa y los Seminarios se vacían, mientras las Misas y Seminarios de estos movimientos rebosan vitalidad.

Algunos de dichos Carismas, además, han sido otorgados por Dios a laicos, y quizá aquí esté parte del problema: en muchos sectores de la Iglesia (no en la Iglesia como tal, basta leer el Catecismo) se cree que sólo los sacerdotes pueden gobernar acertadamente, o dicho de otro modo, sólo ellos son capaces de tener y llevar adelante inicativas y proyectos, plantearse cuestiones o tratar sobre la Vida Espiritual. Los laicos, en cambio, sólo deben escuchar y abstenerse de intentar hacer algo que no controle la Iglesia Jerárquica. Este problema lo trató también el Concilio, y sabemos con qué gratos resultados.

Además, ni que decir tiene que, junto a la conformidad vaticana con la que cuentan, todos han manifestado su incondicional y absoluta adhesión al Papa, y a sus sucesores. Es más, en muchas ocasiones, su gobierno se confía a un Obispo, nombrado, lógicamente, por el Santo Padre. Son pues, movimientos católicos y romanos, y no ha lugar a la mínima sospecha de heterodoxia o no-catolicidad en sus inspiraciones, pues éstas han sido leídas, revisadas y sancionadas por Roma. Por tanto, es difícil aceptar tal política de puertas cerradas respecto a lo que suena "nuevo" y es, de alguna forma, distinto a las venerables y antiguas Instituciones u Órdenes. A mi juicio, se trata de una ruptura en la Comunión Eclesial, un no dejarse llevar por la Voluntad del Espíritu. Y eso lleva al anquilosamiento.

No pretendo juzgar a nadie, sino dar cuenta de las formas. Todos somos humanos, erramos y, sobre todo - lo más grande -, podemos rectificar. Nadie es, por ende, "malo" por cometer errores, aunque sí es materia delicada, porque compromete la vitalidad misma de la Iglesia. Es cuestión de querer. Desde luego quiero mucho a Nuestra Madre la Santa Iglesia y confío ciegamente en Ella. Pax et Bonum.

sábado, 24 de enero de 2009

La Mística Esponsal de Clara de Asís (II)

Esto es así prácticamente hasta la llegada de Francisco. El Santo de Asís inaugura una nueva espiritualidad en la Iglesia en muchos sentidos, y se recuerda sobre todo la primavera que trajo al Pueblo de Dios con su Vida de Santidad y su Renovada forma de vivir la Pobreza Evangélica.
Ésta es expresión de la profunda contemplación que el Santo hace siempre de Cristo, con el cual quiere identificarse, porque se ha enamorado de Él.
Pero quiere, desea y necesita hacer algo más en su día a día que tratar de adquirir virtudes. Se trata de recordar, imitar, y contemplar en oración la Vida del Hijo del Hombre. Pero este deseo no es algo simplón o sentimental. Es una aspiración que nace del encuentro con Cristo, Crucificado y Resucitado, en San Damián, el día que quedó su corazón llagado, como refieren las fuentes biográficas.
Y Clara, como plantita suya, recibe el Don - porque el Desposorio Místico es un Don que no todos los Consagrados logran descubrir - que su Padre Espiritual vive. Y este Don es, en esencia, el Desposorio, la Boda, la Unión del Consagrado en Cuerpo y Alma a su Esposo/a, el Señor. El Alma, desposada con el Espíritu Santo, entra en una dimensión nueva, en la que todos sus afectos, deseos, potencias... las entrega a Dios. Es la expresión más acabada de toda Consgración, paralela a la Unión Matrimonial entre los esposos por el Sacramento del Altar.
El alma consagrada, en cambio, entrega su Amor a Dios, a quien toma por Marido / Esposa, a quien ama sobre toda criatura, a quien le otorga sus preferencias, cuidados, deseos. Como el esposo por su esposa, y la esposa por su esposo, se da cumplimiento a la comunión, a la entrega mutua. Clara, al darse por Esposa a Dios, por quien hace tiempo ha tomado su elección, se despoja de todo en la Porciúncula, y desde entonces su corazón palpitará al Son del Amor de su Esposo. Cada anhelo, cada paso que de en su vida será por Él. Cada acto de Amor que lleve a cabo será por Él. Cada ayuno, vigilia, cada carta que escriba, será por Él, y llevará su Memoria, su Vivencia, el recuerdo siempre actualizado de sus encuentros amorosos con Él. Su Esposo no será alguien lejano, o a quien sólo intuir en la oración. Será una presencia viva, reconfortante, que atrapa, que consuela, que arrastra poderosamente, que da suavidad, dulzura, paz.
Nace así una nueva forma de ver, estar y hablar con Cristo. Será el inicio de una nueva era de Consagrados que seguirán a Jesús enamorados, hasta sus más íntimas fibras. Será una nueva era de Frailes, Monjas y Laicos Consagrados que darán testimonio de que la Vida Consagrada es algo más que una profesión de votos: es un encuentro vivo y real con un Dios vivo, real, personal, que se da a cada criatura como a su más preciado Esposo.

miércoles, 21 de enero de 2009

La Mística Esponsal en Clara de Asís (I)


Además, contemplando sus indecibles delicias, sus riquezas y honores perpetuos, y suspirando a causa del deseo y amor extremos de tu corazón, grita:¡Llévame en pos de ti, correremos al olor de tus perfumes (Cant 1,3), oh esposo celestial! Correré, y no desfalleceré, hasta que me introduzcas en la bodega (cf. Cant 2,4), hasta que tu izquierda esté debajo de mi cabeza y tu diestra me abrace felizmente (cf. Cant 2,6), hasta que me beses con el ósculo felicísimo de tu boca (cf. Cant 1,1). Puesta en esta contemplación, recuerda a tu pobrecilla madre, sabiendo que yo he grabado indeleblemente tu feliz recuerdo en la tablilla de mi corazón (cf. Prov 3,3; 2 Cor 3,3), teniéndote por la más querida de todas. (De la IV Carta a Santa Inés de Praga).

Este texto de Santa Clara nos deja un resumen muy clarificador de la Nueva Espiritualidad Mística y Esponsal que, primero en Francisco y luego entre los muros de San Damián, se iba gestando, para el bien de la Iglesia. Desde entonces, floreció una espiritualidad que, por ejemplo en España, se vio representada siglos más tarde en San Juan de la Cruz y Santa Teresa de Ávila (por cierto, recomiendo la película Teresa, el Cuerpo de Cristo, que refleja muy bien este tema. No entiendo por qué generó cierta polémica y malestar en algunos miembros de la Iglesia).

Es una espiritualidad basada en el Desposorio Místico entre el Alma - Amante y Dios - Amado. Es una dimensión que hasta la época no era popular, ni apenas conocida. Es cierto que en los primeros siglos de la Iglesia había jóvenes que se consagraban en Virginidad al Señor, por Amor a Él y al mundo. Lo cierto es que también se asoció, equivocadamente, la consagración esponsal sólo al género femenino. Además, una dimensión así se vio relegada mucho tiempo en la Iglesia, en favor de una Escatología en la que primaba el Fin de los Tiempos y el subsiguiente Juicio Universal, como vértice de la Esperanza Cristiana y, por ende, de todo camino espiritual que se preciara.

San Bernardo de Claraval fue el primero en fijar su mirada en la Humanidad de Cristo, especialmente en su Infancia, es decir, en la Contemplación del Dios-Niño, frágil y contingente, tan alejado de la figura de Cristo Juez que en la Iglesia se contemplaba casi exclusivamente. Se había perdido el contacto vital con la Humanidad de Cristo, su kenosis en el sentido más profundo de la Palabra, su desbordamiento de Amor en la Encarnación. Todo se guiaba según el Juicio y la Salvación o Condenación Eterna (a esta, por cierto, se la temía tanto, que era a veces el sustento y motivo fundamental de toda vida de piedad).

domingo, 18 de enero de 2009

El Nuevo Hombre, Nueva Creación

Hablábamos hace poco de la visión que tienen los Sinópticos del Bautismo de Jesús. Si bien tienen en común muchos aspectos, también es verdad que Marcos refleja una visión bastante nueva: Jesús es empujado por el Espíritu al desierto. Y decíamos que, a partir del verbo griego ekbalo se daba a entender que el Hijo de Dios, recién anunciado y constituido (dice Luis Ladaria que ontología e Historia no tienen por qué oponerse) es "desembarcado", "derramado", acción que, por su signficado, no se reduce a un ero ir al desierto, sino que se extiende a toda su Vida Pública, incluyendo Resurrección y Ascensión.

Marcos anuncia, por tanto, que Jesús empieza su Vida Pública consciente de que tiene una Misión por cumplir, y para ello acude al eremon, traducido habitualmente por "desierto" y que, sin embargo, tiene un significado mucho más prfundo y revelador: solitario, deshabitado, abandonado, indefenso, privado de. No es sólo que Jesús vaya al desierto. Es que, además, a partir de ahora, vivirá despojado, solo, sin más defensa que el Padre y el Espíritu, y así hasta su juicio y Muerte en Cruz.

Pero es que además, Jesús inicia una Nueva Creación. En efecto, una vez constituido Hijo, y al igual que Adán, es introducido en el Paraíso, solo que este Paraíso es ahora desierto, porque ahora habita en él el Diablo, por cuya instigación el hombre ha sido desterrado, y con él la Creación (Rm 8). No es más que un lugar de soledad, tentación, prueba. Y Jesús es tentado, pero es obediente al Padre. Primer paso: Jesús es el Nuevo Hombre, ahora fiel, antaño arrogante y desobediente (Gn 3). En la escena aun están los animales y los ángeles, pero es un lugar de tentación, por lo que significa que el hombre ha perdido la comunión vital con Dios.

Y Jesús va a buscar al hombre fuera del Edén, para proclamar la Buena Nueva y escoger a aquellos que, siguiéndole, volverían y harían volver a muchos a la Comunión con Dios, a través de Él mismo, el Hijo. Es la situación de pecado: Dios nos da lo que necesitamos para ser felices, pero al pecar transgredimos sus dones y su mandato, de forma que no somos ya dignos de morar en su presencia, porque hemos escogido otro camino. Y es entonces Jesús nuestro único Camino, Verdad y Vida para volver al Padre.

jueves, 15 de enero de 2009

martes, 13 de enero de 2009

¿Mujeres sacerdote? Va a ser que no

Saco a colación el tema de la Ordenación de mujeres porque, la verdad, hacía tiempo que quería comentarlo. Si alguien se pregunta si algún día las mujeres podrán decir Misa, la respuesta, por ahora (quien sabe en el futuro) es clara: va a ser que no.

Y ello por muchas razones. La primera y más importante, es que el Vaticano, desde luego - y motivos no faltan -, no está por la labor. Claro que, a partir de aquí, se da vía libre a todo tipo de opiniones, conjeturas, teorías, críticas, alabanzas, dimes y diretes acerca del machismo vaticano.

Lo cierto es que los motivos por los que una mujer no administra Sacramentos son muchos y variados, y a veces surgen como respuesta a los requerimientos de la sociedad en los diferentes tiempos y lugares - no se trata de un oficio al que las mujeres tengan o dejen de tener derecho -. Otros se fundamentan en la Tradición - en toda la Historia de la Iglesia, jamás se ha planteado ni se ha llevado a cabo una ordenación femenina -. Y otros, ya son más teológicos y elaborados.

En estos quisiera detenerme, en especial en uno: Jesús pasó por el mundo instituyendo signos, y si no instituyó un sacerdocio femenino, o no dio pie a que pudiera originarse, no hay más que discutir, puesto que Él lo dejó claro.

Desde luego, la Iglesia, posteriormente, ha hecho cosas que Jesús ni hizo ni propuso, ni parecen desprenderse del Evangelio. Pero unas ha sido por revelación, y las que han sido por cuenta de la Iglesia, estarán mal unas y bien otras. Lo que importa es si son o no acordes con el Evangelio. Por tanto, dos cosas: el sacerdocio no es un derecho, sino un Don; y el sacerdocio como tal es una realidad tan densa, que no es reductible a debates de tipo sexista.

En efecto, el Sacramento del Orden introduce al que lo recibe en la función más profunda y significativa de Cristo, por la que además se llevó a cabo la Redención. Cristo, en efecto, intercedió, se ofreció, se consagró a si mismo. Y si para perpetuar este Ministerio tan serio y tan profundamente trinitario no escogió mujeres, sino que se rodeó de hombres que luego, a la Luz de la Memoria del Maestro y por el impulso de Pentecostés lo continuaron, no podemos pretender que Él se equivocó, o que se equivocaron los Apóstoles - la Iglesia Primitiva -, iluminados por el fogonazo de Pentecostés y la Memoria aun muy viva de Cristo. Si no se lo plantearon, es que no estaba en el Plan de Dios, al menos en aquel momento y hasta ahora.

Otro dato curioso: entre todas las santas, las místicas que han estado tan unidas a Jesús, ninguna ha declarado nada, ni en un sentido ni en otro, sobre el tema. Ninguna, de forma que tampoco era su preocupación. Por tanto, dejemos que la Providencia disponga lo que considere, y si un día cree oportuno que se ordenen, ya se verá. A día de hoy, va a ser que no.

viernes, 9 de enero de 2009

La Vida de los Hermanos Menores (II)

Por tanto, la Regla de los Hermanos Menores es sencillamente la Regla del Evangelio. En cuanto a la Pobreza, sin embargo, quisiera referir algo, que es la novedad franciscana en la concepción, aplicación y vivencia colectiva e individual de este voto.

Regla de San Benito (año 540):

Capítulo XXXII, LAS HERRAMIENTAS Y OBJETOS DEL MONASTERIO
1 El abad confíe los bienes del monasterio, esto es, herramientas, vestidos y cualesquiera otras cosas, a hermanos de cuya vida y costumbres esté seguro, 2 y asígneselas para su custodia y conservación, como él lo juzgue conveniente. 3 de estos bienes tenga el abad un inventario, para saber lo que da y lo que recibe, cuando los hermanos se suceden en sus cargos.
4 Si alguien trata las cosas del monasterio con sordidez o descuido, sea corregido, y si no se enmienda, sométaselo a la disciplina de la Regla

Se aprecia que el monasterio goza de bienes, que reserva para proveer al mismo monasterio y a los monjes en lo necesario, tanto para el sustento como para el trabajo diario.

Regla de San Agustín (poco después del 391) :

5. Los que tenían algo en el siglo, cuando entraron en la casa religiosa, pónganlo de buen grado a disposición de la Comunidad. 6. Y los que nada tenían no busquen en la casa religiosa lo que fuera de ella no pudieron poseer. Sin embargo, concédase a su debilidad cuanto fuere menester, aunque su pobreza, cuando estaban en el siglo, no les permitiera disponer ni aun de lo necesario. Mas no por eso se consideren felices por haber encontrado el alimento y vestido que no pudieron tener cuando estaban fuera.

Igual que en la Regla de San Benito (o mejor la de San Benito igual que ésta) la casa religiosa dispone de bienes propios, que maneja y dispone en bien de su propio mantenimiento y de los monjes en particular. Se llama, asimismo, a un espíritu de pobreza particular: Mas no por eso se consideren felices por haber encontrado el alimento y vestido que no pudieron tener cuando estaban fuera.

San Bernardo reformó la Orden Cisterciense y preconizó para la misma más sobriedad, dándole un nuevo impulso, reorientando la Regla de San Benito, que dicha Orden había tomado.

Sin embargo, Francisco expone lo siguiente en los Capítulos I y II de la Regla:

La regla y vida de los hermanos menores es ésta, a saber, vivir en obediencia, en castidad y sin nada propio.Si alguno, queriendo por inspiración divina tomar esta vida, viene a nuestros hermanos, sea recibido benignamente por ellos. Y si está decidido a tomar nuestra vida, guárdense mucho los hermanos de entrometerse en sus negocios temporales, y preséntenlo a su ministro cuanto antes puedan. El ministro, por su parte, recíbalo benignamente y confórtelo y expóngale diligentemente el tenor de nuestra vida. Hecho lo cual, el susodicho candidato, si quiere y puede espiritualmente y sin impedimento, venda todas sus cosas y aplíquese con empeño a distribuirlas todas a los pobres. Guárdense los hermanos y el ministro de los hermanos de entrometerse en absoluto en sus negocios; y no reciban dinero alguno ni por sí mismos ni por medio de persona interpuesta. Sin embargo, si se encuentran en la indigencia, por causa de la necesidad pueden los hermanos recibir, como los demás pobres, las cosas necesarias al cuerpo, exceptuado el dinero. Y cuando el candidato regrese, el ministro concédale para un año las ropas del tiempo de probación, a saber, dos túnicas sin capilla, y el cordón y los paños menores y el caparón hasta el cordón. Y finalizado el año y término de la probación, sea recibido a la obediencia. Después no le será lícito entrar en otra religión, ni «vaguear fuera de la obediencia», conforme al mandato del señor papa y según el Evangelio; porque nadie que pone la mano al arado y que mira atrás, es apto para el reino de Dios (Lc 9,62). Y si viniera alguno que no puede dar sus bienes sin impedimento, pero tiene voluntad espiritual, que los deje y le basta. Ninguno sea recibido contra la forma e institución de la santa Iglesia.
Mas los otros hermanos, los que ya prometieron obediencia, tengan una túnica con capilla y otra sin capilla, si fuera necesario, y cordón y paños menores. Y todos los hermanos vístanse de ropas viles, y puedan reforzarlas de sayal y otros retazos con la bendición de Dios; porque dice el Señor en el Evangelio: Los que visten de ropa preciosa y viven en delicias y los que se visten con vestidos muelles, en las casas de los reyes están (Lc 7,25; Mt 11,8). Y aunque se les llame hipócritas, no cesen, sin embargo, de obrar bien, y no busquen vestidos caros en este siglo, para que puedan tener un vestido en el reino de los cielos.


En base a los textos que ayer comentábamos, y a su propia experiencia de conversión y, sobre todo, del Crucificado, Francisco sabía que la Orden que nacía debía evitar poseer cualquier bien. Para ello, siguiendo a la letra el Evangelio, manda que el que quiera entrar venda sus bienes, y distribuya el dinero a los pobres. Por tanto, he aquí la novedad: la fraternidad no dispone de bienes para disfrutar en común, sino que se dispone, como cada hermano en particular, a vivir de la limosna y del trabajo, no aceptando nunca dinero, sino sólo limosna en forma del alimento necesario para el día, sin reservar tampoco para el mañana. Por tanto, es fácil apreciar cómo la Regla - al menos la No Bulada, que es en la que nos basamos -, está escrita en función del Evangelio, sin más, y a la vez dotada de la sabiduría humana y espiritual del Pobre de Asís.
Esta aparente inseguridad material, que confiaba el sustento diario a la Fe en la Providencia, generó problemas en el seno de la Orden, sobre todo cuando ésta empezó a crecer, y gente letrada e intelectual empezó a formar parte de ella, propugnando el retorno a las reglas antiguas, que aseguraban un fondo material (cf. EP 1).


Pero Francisco lo tenía muy claro:

Hermanos míos, hermanos míos: Dios me ha llamado por el camino de la sencillez y de la humildad y me ha manifestado que éste es el verdadero camino para mí y para cuantos quieren creer en mi palabra e imitarme. Por eso, no quiero que me mentéis regla alguna, ni de San Benito, ni de San Agustín, ni de San Bernardo, ni otro camino o forma de vida fuera de aquella que el Señor misericordiosamente me mostró y me dio. Y me dijo el Señor que quería que fuera yo un nuevo loco en este mundo; y no quiso conducirnos por otro camino que el de esta ciencia. Mas, por vuestra ciencia y sabiduría, Dios os confundirá. Y yo espero que el Señor, por medio de sus verdugos (EP 67), os dará su castigo, y entonces, queráis o no, retornaréis con afrenta a vuestro estado. (EP 68).

Queda claro, pues, que Francisco no considera su Regla mejor que ninguna, sino la que le ha sido dada, y que es la que hay que vivir, sencillamente. "Un nuevo loco", un nuevo cristiano -en el sentido integral de la palabra -, que quiere vivir lo que se le ha regalado vivir. No importa el número de hermanos, sino la Voluntad Providente de Dios. Francisco, no en vano, decía siempre:

No necesito de muchas cosas, hijo; sé a Cristo Pobre y Crucificado (2C 105).


Y es que la espiritualidad franciscana no es sino una actualización permanente, y vivencia real del Evangelio, tal cual, "sin glosa" (EP 1), sin quitar ni añadir nada. De esta forma de entender la Buena Nueva dan fe las Biografías del Poverello.

En resumen, la Pobreza Franciscana es revolucionaria, porque, si bien ya había movimientos que de alguna manera vivían en actitud mendicante, Francisco la pone como base y foco que ilumina toda su espiritualidad. Es decir, no es un compartimento separado. Es una expresión más de su literalidad evangélica.

miércoles, 7 de enero de 2009

La Vida de los Hermanos Menores (I)

"La regla y vida de estos hermanos menores es ésta, a saber, vivir en obediencia, en castidad y sin nada propio". (1 R, 1).

He aquí la expresión concreta de lo que el corazón de Francisco sentía y sabía sobre la Vida Consagrada en general, y sobre el Carisma de su Orden en particular. El Poverello sabía muy bien qué era lo que el Señor le había pedido, y ante lo que había exclamado: "Esto es lo que ansío cumplir con todas mis fuerzas". (TC 25). En efecto, el Señor, a través del Evangelio (que luego sería la columna vertebral de su espiritualidad y Forma de Vida), le había pedido que no lleven para el camino ni oro ni plata, ni alforja o zurrón, ni pan ni bastón, y que no usen calzado ni dos túnicas (TC 25). En ese momento, Francisco comprendió, de verdad, lo que el Señor quería de él, Francisco, en concreto. Desde entonces cambió el porte interior y exterior:
Y, grabadas en la memoria cuantas cosas había escuchado, se esforzó en cumplirlas con alegría: se despojó al momento de los objetos duplicados y no usó en adelante de bastón, calzado, zurrón o alforja; y, haciéndose él una túnica muy basta y rústica, abandonó la correa y se ciñó con una cuerda. Adhiriéndose de todo corazón a las palabras de nueva gracia y pensando en cómo llevarlas a la practica, empezó, por impulso divino, a anunciar la perfección del Evangelio y a predicar en público con sencillez la penitencia. Sus palabras no eran vanas ni de risa, sino llenas de la virtud del Espíritu Santo, que penetraban hasta lo más hondo del corazón y con vehemencia sumían a los oyentes en estupor. (TC 25).


Como queda dicho, es un primer paso: Francisco sabe cómo debe vivir en adelante, pero siempre en una dimensión individual. Un paso ulterior y más profundo se da cuando Bernardo y Pedro le piden seguir su ejemplo y forma de vida. Nos dice la Leyenda de los Tres Compañeros 28: Se levantaron, pues, muy de mañana y con otro señor llamado Pedro, que también quería hacerse hermano, fueron a la iglesia de San Nicolás, junto a la plaza de la ciudad de Asís. Entraron en ella para hacer oración; y como eran simples y no sabían encontrar el lugar donde habla el Evangelio de la renuncia del siglo, suplicaron al Señor devotamente que, a la primera vez que abrieran el libro, se dignara manifestarles su voluntad. No se trata, pues, de buscar un pasaje para meditar así una forma de vida supuestamente concebida, puesto que hasta ahora sabía Francisco que era para él, no para los demás. Se trata, por el contrario, de saber qué quería el Señor para Pedro y Bernardo, que quieren seguirle.

Y Cristo les manifiesta su Voluntad al abrir el Evangelio tres veces: Terminada la oración, el bienaventurado Francisco tomó el libro cerrado y, puesto de rodillas delante del altar, lo abrió, y a la primera vez le salió este consejo del Señor: Si quieres ser perfecto, ve, vende cuanto tienes y dalo a los pobres, y tendrás un tesoro en el cielo (Mt 19,21).Descubierto esto, el bienaventurado Francisco se alegró íntimamente y dio gracias a Dios. Pero, como era muy devoto de la Santísima Trinidad, se quiso confirmar con un triple testimonio, abriendo el libro segunda y tercera vez. La segunda vez le salió esto: Nada llevéis en el camino, etc. (Lc 9,3). Y en la tercera: Aquel que quiera venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, etc. (Lc 9,23).

Por tanto, el Señor ha hablado, inequívocamente, para ellos igual que para Francisco: seguir la forma de vida que Cristo siguió, y encarnar en su vida la literalidad del Evangelio. Irán descubriendo paulatinamente la profundidad de tal llamada, pero una cosa queda clara: Jesús los quiere separados del mundo, buscando el Reino por medio de la entrega de su cuerpo y su alma.

Dicha entrega se configura por los tres votos o consejos evangélicos. Éstos son, a su vez, expresión de la entrega de las tres libertades o potencias principales del hombre: la voluntad (obediencia), para que se identifique con la Voluntad de Dios, para dejarse llevar por Él, para ser libre y dejar que Él guíe el camino del hermano (Así, pues, dijo al hermano Pedro Cattani, a quien tiempo atrás había prometido obediencia: Te ruego por Dios que confíes tus veces para conmigo a uno de mis compañeros, a quien pueda obedecer con la misma entrega que a ti. Sé, añadió, el fruto de la obediencia y que para quien doblega el cuello al yugo de otro no pasa un instante sin ganancia); la sexualidad y la afectividad (castidad), de forma que por Amor a Dios el hermano lo constituye como su único Amante, su Esposo, único ser amado al que le otorga todo su tiempo y anhelos más profundos, y del que no se quiere desprender jamás, porque justamente está enamorado de Él; los bienes, materiales y/o espirituales (pobreza), porque todo se lo da, y de nada quiere disponer por si mismo, sino siempre dejarse sostener por la Providencia del Padre, que cuida de los suyos, los alimenta y sostiene.

lunes, 5 de enero de 2009

Esta noche es Fiesta

Sí, porque celebramos que vienen los Reyes. Más allá de una ilusión infantil, es un hecho del que podemos extraer gran significado teológico y espiritual.
Los Reyes le portaron al Niño dones, materiales a la vez que muy simbólicos. No entraré en esto, sino que me conformo, por ahora, en observar el hecho de que todos los pueblos rindieron homenaje a Jesús. Los romanos, como dice José en Jesús de Nazaret: "incluso Augusto obedece a Dios"; los judíos, los más sencillos, cuando acuden a adorarlo, movidos por el anuncio del Ángel; los paganos, representados en los Reyes, seguramente dos años después del Nacimiento del Niño.

A nosotros nos pueden traer, aun hoy, dones espirituales. Los veo como a tres santos, que pueden interceder como cualquier santo por nosotros ante Dios, y procurarnos algún regalillo para el alma. Sí, su figura de gente que reparte regalos ha quedado ya para todas las generaciones y todas las épocas, y nadie les quitará ya este "san Benito". Así que podemos aprovechar, y que en esta noche santa nos traigan lo que Dios más sabe que nos conviene para nuestro crecimiento espiritual y, por ende, para nuestra Salvación.
PACE BENE.

viernes, 2 de enero de 2009



Prestad especial atención a los celos de Pablo. Nada más lejos de la realidad.