BUSCADOR CATÓLICO

martes, 27 de diciembre de 2011

¡Aleluya!


Un niño se nos ha dado, ¡Aleluya! Que con el corazón puro, a semejanza de Francisco y de los pastores que adoraron al Niño aquella Noche Santa, sepamos recibir a Dios, y hacer de Él el centro de nuestras vidas.

Muchas Felicidades.

PACE BENE.



domingo, 27 de noviembre de 2011

Segunda epíclesis: la Consagración.

Llegados al momento culminante de la Celebración, el Sacerdote pronuncia sobre el Pan y el Vino las misma Palabras de Jesús, y transforma dichas especies en el Cuerpo y la Sangre de Jesús.

jueves, 13 de octubre de 2011

El Evangelio, primera epíclesis.



Sabemos que quien proclama el Evangelio en Misa es siempre el sacerdote o el diácono, nunca un seglar. si bien la primera (y segunda si la hay) lectura y el salmo es preferible que los proclame un laico, el texto evangélico se reserva a un Ministro.

En efecto, el sacerdote actúa en nombre de Cristo. Es más, actúa como Cristo mismo. Nos recuerda J.P. II que, en la Consagración, el sacerdote presta su voz a Cristo mismo, que es quien de hecho consagra el Pan y el Vino por el Espíritu. El diácono, ministro que sirve a la Iglesia, también puede, en virtud de su ordenación, leer el Evangelio. Como especifica el Catecismo, el diácono debe imitar a Cristo "diácono", es decir, servidor de todos. En este sentido, y en virtud del Orden que le confirió el Obispo, representa a Cristo.

Por tanto, es un momento importantísimo de la Misa aquel en el que oímos la Proclamación del Evangelio. Nos ponemos de pie, porque es Cristo mismo quien habla, y aquí los Liturgistas hablan de una epíclesis distinta a la de la Consagración. En efecto, el Espíritu santo desciende sobre la Asamblea, significando y haciendo presente a Cristo. Es una primera epíclesis, una primera invocación al Espíritu para que haga presente a Cristo y así se manifieste a la Asamblea, la cual escucha y acoge con gozo su Presencia y su Palabra, siempre viva, siempre actual, que siempre nos dice algo, como les decía a los que le escuchaban en el Monte de los Olivos, o a la vera del camino, o como le dijo a Natanael quien, al sentirse reconocido, creyó en Él.

Por eso se inciensa el Evangeliario (o Leccionario), porque se hace ofrenda en la que Jesús se va a encarnar a través de su Palabra, pues Él es la Palabra del Padre. Al proclamarse la Palabra, se proclama, "se trae" a Cristo o, mejor, Él viene en su Ministro. Por eso se besa el Evangeliario o Leccionario, porque se besa al mismo Cristo, venerándole y dándole gracias porque hemos podido oír y reconocer sus "Palabras de Vida Eterna", como dirá Pedro en Jn 6.

De ahí que es un momento especial, sagrado, que debemos vivir con particular atención, prestando todos nuestros oídos y sentidos a Jesús quien, como hizo 2000 años atrás, viene a hablarnos, a salvarnos, a instituir signos en nuestra asamblea. En este sentido, y menos si tenemos en cuenta lo va a venir en la Liturgia Eucarística, no debemos envidiar a los que fueron contemporáneos de Jesús y le vieron y hablaron.

Pace Bene.


martes, 4 de octubre de 2011

Feliz día de San Francisco.



Celebramos hoy la fiesta del más universal de los santos: Francisco de Asís. Él encarnó como nadie el Evangelio y amó con todas sus entrañas, sin reservas. Su novedad, su frescura, su atractivo... resultan no sólo de lo cortés de su personalidad y de su forma de estar ante los demás. Lo radicalmente nuevo de Francisco es... su radicalidad. No se reservó nada: ni hambre, ni sueño, ni tiempo, ni el propio "yo", ni su opinión, ni, sobre todo, su voluntad. Dejó que el Señor ocupara y se ocupara de todo eso, confiando en Él... Por eso creció en el conocimiento y en el Amor a Jesús, y desde este conocimiento y Amor a Jesús creció y comprendió el Amor a los demás, a los que llamó "hermanos". Desde esta vivencia profunda de Fraternidad, acogió en su corazón a la Creación, y la Creación le correspondió. Predicó el Evangelio a todos los que se encontró... aunque tuviera que ir para ello a Tierra Santa, entre sarracenos. Amó y veneró profundamente a María Santísima, a quien tuvo siempre como su Madre. Como dirá Ignacio Larrañaga en "El Hermano de Asís": reconcilió el espíritu con la materia. Y, antes de partir al Padre, Jesús lo adornó con sus Preciosas Llagas, signo manifiesto de su entrega y su Amor.

Feliz día de San Francisco! Que el Señor nos bendiga.

viernes, 30 de septiembre de 2011

La intercesión eucarística.

Rezamos en Misa:

Yo confieso ante Dios Todopoderoso y ante vosotros, hermanos, que he pecado mucho, de pensamiento, palabra, obra y omisión. Por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa. Por eso ruego a Santa María siempre Virgen, a los ángeles, a los santos y a vosotros, hermanos,que intercedáis por mí ante Dios nuestro Señor. Amén.


Es lo que conocemos como el "Yo confieso" o el "Confiteor". Se articula en dos partes:

 - En la primera, confesamos nuestra condición de pecadores, ante Dios y ante los hermanos, es decir, ante todos aquellos, conocidos o no, queridos o menos queridos, con los que compartimos la Celebración Eucarística. Y, porque reconocemos nuestra condición pecadora, en la segunda

 - Rogamos intercesión: de la Virgen, los ángeles y los santos... y de "vosotros hermanos". Estamos pidiendo a los demás que recen por nosotros y, a la vez, debemos rezar por los demás. Lo que estamos haciendo al rezar el "Confiteor" es unirnos ya desde el principio de la Celebración, como hermanos alrededor de un Padre y una Mesa comunes, para participar del Sacrificio del Hijo por el Espíritu.

Aunque no es mi intención ahora profundizar en lo que significa la oración de intercesión, sí diré que esta oración de intercesión debe bañar toda la Celebración y, aunque debemos centrarnos en acoger las Gracias que el Señor nos procura, debemos también pedir, con todas nuestras fuerzas, las mismas Gracias para los demás, con los cuales formamos, una vez Consagrados el Pan y el Vino, un solo cuerpo y una sola Fraternidad. Debemos, pues, orar ante el Padre a través del Hijo. De esta forma, la Misa cobrará un sentido plenamente fraterno, y celebrando junto con los demás, estaremos uniéndonos a ellos de una forma invisible, pero cierta, profunda y más indeleble que cualquier amistad o forma de relación humana. No seremos islas en la celebración, sino un solo cuerpo, una sola voz.

miércoles, 21 de septiembre de 2011

Mateo, llamado por Jesús, llamado por el Espíritu

El Evangelio de hoy ilustra perfectamente lo que es una vocación. Sin embargo, corremos el riesgo de quedarnos solamente en la frase "ven y sígueme", y verla sólo desde fuera y no percibir, por tanto, el profundo movimiento pneumático que contiene y por el cual son suscitadas dicha llamada y dicha vocación.

domingo, 11 de septiembre de 2011

La Liturgia, animada por la Eucaristía.




El Pan Nuestro de cada día: tu amado Hijo, nuestro Señor Jesucristo, Dánosle Hoy: para que recordemos, comprendamos y veneremos el amor que nos tuvo y cuanto por nosotros dijo, hizo y padeció.
(Par PN, 6).


Es necesaria una pastoral renovada y atenta sobre el significado, el alcance y la adecuada vivencia del Misterio Eucarístico, en lo que contiene y es propiamente (Mistagogía) y en cuanto que jalonado por la Liturgia (λάος (láos) = pueblo, y έργον (érgon) = trabajo, obra - es decir, "acción del Pueblo").