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viernes, 30 de septiembre de 2011

La intercesión eucarística.

Rezamos en Misa:

Yo confieso ante Dios Todopoderoso y ante vosotros, hermanos, que he pecado mucho, de pensamiento, palabra, obra y omisión. Por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa. Por eso ruego a Santa María siempre Virgen, a los ángeles, a los santos y a vosotros, hermanos,que intercedáis por mí ante Dios nuestro Señor. Amén.


Es lo que conocemos como el "Yo confieso" o el "Confiteor". Se articula en dos partes:

 - En la primera, confesamos nuestra condición de pecadores, ante Dios y ante los hermanos, es decir, ante todos aquellos, conocidos o no, queridos o menos queridos, con los que compartimos la Celebración Eucarística. Y, porque reconocemos nuestra condición pecadora, en la segunda

 - Rogamos intercesión: de la Virgen, los ángeles y los santos... y de "vosotros hermanos". Estamos pidiendo a los demás que recen por nosotros y, a la vez, debemos rezar por los demás. Lo que estamos haciendo al rezar el "Confiteor" es unirnos ya desde el principio de la Celebración, como hermanos alrededor de un Padre y una Mesa comunes, para participar del Sacrificio del Hijo por el Espíritu.

Aunque no es mi intención ahora profundizar en lo que significa la oración de intercesión, sí diré que esta oración de intercesión debe bañar toda la Celebración y, aunque debemos centrarnos en acoger las Gracias que el Señor nos procura, debemos también pedir, con todas nuestras fuerzas, las mismas Gracias para los demás, con los cuales formamos, una vez Consagrados el Pan y el Vino, un solo cuerpo y una sola Fraternidad. Debemos, pues, orar ante el Padre a través del Hijo. De esta forma, la Misa cobrará un sentido plenamente fraterno, y celebrando junto con los demás, estaremos uniéndonos a ellos de una forma invisible, pero cierta, profunda y más indeleble que cualquier amistad o forma de relación humana. No seremos islas en la celebración, sino un solo cuerpo, una sola voz.

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