BUSCADOR CATÓLICO

lunes, 19 de noviembre de 2012

Los Rayos de Luz.

Del Epistolario del Padre Pío con Raffaelina Cerase, Terciaria (25/04/1914):

"Y bien estos son los signos para conocer si los rayos de luz provienen del Padre de las luces. Estos signos se reducen a tres. El primero es que esas luces producen un conocimiento de Dios siempre más admirable, el cual, a medida que se nos descubre, nos da siempre una idea más alta de su incomprensible grandeza. Esa luz nos lleva al fin y al cabo a amar más a Dios nuestro Padre y a sacrificarnos siempre más por su honor y por su gloria. El segundo signo es un conocimiento cada vez más profundo de humildad ante el pensamiento tan vil de que la creatura haya osado ofenderlo, y que incluso ose mirarlo, observarlo. El tercero es que estos rayos celestiales producen en el alma un desprecio cada vez más grande por todas las realidades terrenas, exceptuando sólo las que pueden ser útiles para el servicio de su Dios.

Ahora, si esos rayos de luz producen estos tres efectos en el alma, retenlos como provenientes de Dios".
Pace Bene.

miércoles, 14 de marzo de 2012

Los Peligros del Yoga


tomado de forosdelavirgen.org

El Padre. James Manjackal nació en 1946 en Kerala al Sur de India, y fue ordenado sacerdote católico en 1973 en la Congregación de los Misioneros de San Francisco de Sales [3] (M.S.F.S). 

Es un predicador carismático que ha dado la vuelta al mundo predicando en retiros, convenciones y servicios de sanación, teniendo a su cargo escuelas de evangelización y misiones entre musulmanes. En 1989 fundó “Charis Bhavan”, el renombrado centro carismático de retiros en Kerala. 

Por ser indio, es gran conocedor de las corrientes espirituales que nacen en Oriente, en especial el Yoga, la Nueva Era, el Reiki… y expone sobre las razones por las que el Yoga y el Reiki son incompatibles con el cristianismo. Sin dudas un tema polémico. 

Manjackal dice que el 80 por ciento de los cristianos que se han zambullido en el Yoga, el Reiki o la reencarnación, han perdido su fe.

martes, 27 de diciembre de 2011

¡Aleluya!


Un niño se nos ha dado, ¡Aleluya! Que con el corazón puro, a semejanza de Francisco y de los pastores que adoraron al Niño aquella Noche Santa, sepamos recibir a Dios, y hacer de Él el centro de nuestras vidas.

Muchas Felicidades.

PACE BENE.



domingo, 27 de noviembre de 2011

Segunda epíclesis: la Consagración.

Llegados al momento culminante de la Celebración, el Sacerdote pronuncia sobre el Pan y el Vino las misma Palabras de Jesús, y transforma dichas especies en el Cuerpo y la Sangre de Jesús.

jueves, 13 de octubre de 2011

El Evangelio, primera epíclesis.



Sabemos que quien proclama el Evangelio en Misa es siempre el sacerdote o el diácono, nunca un seglar. si bien la primera (y segunda si la hay) lectura y el salmo es preferible que los proclame un laico, el texto evangélico se reserva a un Ministro.

En efecto, el sacerdote actúa en nombre de Cristo. Es más, actúa como Cristo mismo. Nos recuerda J.P. II que, en la Consagración, el sacerdote presta su voz a Cristo mismo, que es quien de hecho consagra el Pan y el Vino por el Espíritu. El diácono, ministro que sirve a la Iglesia, también puede, en virtud de su ordenación, leer el Evangelio. Como especifica el Catecismo, el diácono debe imitar a Cristo "diácono", es decir, servidor de todos. En este sentido, y en virtud del Orden que le confirió el Obispo, representa a Cristo.

Por tanto, es un momento importantísimo de la Misa aquel en el que oímos la Proclamación del Evangelio. Nos ponemos de pie, porque es Cristo mismo quien habla, y aquí los Liturgistas hablan de una epíclesis distinta a la de la Consagración. En efecto, el Espíritu santo desciende sobre la Asamblea, significando y haciendo presente a Cristo. Es una primera epíclesis, una primera invocación al Espíritu para que haga presente a Cristo y así se manifieste a la Asamblea, la cual escucha y acoge con gozo su Presencia y su Palabra, siempre viva, siempre actual, que siempre nos dice algo, como les decía a los que le escuchaban en el Monte de los Olivos, o a la vera del camino, o como le dijo a Natanael quien, al sentirse reconocido, creyó en Él.

Por eso se inciensa el Evangeliario (o Leccionario), porque se hace ofrenda en la que Jesús se va a encarnar a través de su Palabra, pues Él es la Palabra del Padre. Al proclamarse la Palabra, se proclama, "se trae" a Cristo o, mejor, Él viene en su Ministro. Por eso se besa el Evangeliario o Leccionario, porque se besa al mismo Cristo, venerándole y dándole gracias porque hemos podido oír y reconocer sus "Palabras de Vida Eterna", como dirá Pedro en Jn 6.

De ahí que es un momento especial, sagrado, que debemos vivir con particular atención, prestando todos nuestros oídos y sentidos a Jesús quien, como hizo 2000 años atrás, viene a hablarnos, a salvarnos, a instituir signos en nuestra asamblea. En este sentido, y menos si tenemos en cuenta lo va a venir en la Liturgia Eucarística, no debemos envidiar a los que fueron contemporáneos de Jesús y le vieron y hablaron.

Pace Bene.