BUSCADOR CATÓLICO

martes, 27 de enero de 2009

Los Nuevos Movimientos.

El S. XX ha sido testigo del surgimiento de nuevos movimientos, nuevos carismas, que el Espíritu ha otorgado a la Iglesia para su provecho y su edificación como Cuerpo de Cristo. Han aportado aire fresco, nuevas formas de ver y entender el Evangelio, la Iglesia, el papel de los laicos, la vida sacramental...

Sin embargo, todas estas nuevas inspiraciones (Neocatecumenales, Carismáticos, Opus Dei, Focolares...) no han sido ni son acogidos por igual, ni se aprovecha toda su riqueza. En general, creo que la Iglesia (desde los papas hasta la última parroquia) han hecho un esfuerzo por comprender dichos movimientos e integrarlos en la dinámica eclesial, ya sea en Pastoral, administración de Sacramentos, Liturgia, Caridad... Todos han gozado de aprobación, y algunos de expresa predilección por parte de los Sumos Pontífices.

Lo que ocurre es que, en alguna diócesis (de España me refiero) tanto en su Consejo Episcopal, y/o en algunas de sus Delegaciones, se produce un continuo y sistemático rechazo de los mismos, en base a prejuicios, o debido al ejercicio de una política que poco tiene que ver con la Fe. No digo ni que el respectivo Obispo, ni todo el Consejo sean responsables, pero sí que hay cierto ambiente, promovido por algunos, en contra del progreso eclesial que, por otra parte, trató de impulsar el Concilio Vaticano II.

Cuesta mucho abrirse, y dejar atrás viejos esquemas, quizá porque la sociedad en que se incardina la Diócesis no puede, no quiere o no sabe aceptarlo, y eso aborta ya (no debería, pero es así) cualquier intento. O quizá se debe a que la misma Curia tiene ciertos, como he dicho, prejuicios, ideas conformadas previamente a cualquier contacto y cotejo de estas nuevas espiritualidades.

El resultado es, pues, claro: el nuevo movimiento, el que sea, no es conocido, y no es acogido ni aprovechado. Las estructuras antiguas empiezan a perder fuerza y a desestabilizarse, por no querer contagiarse justamente del aire reformador que el mismo Dios le regala en forma de Carismas Nuevos, gotas refrescantes, nuevos aires que limpian el ambiente y permiten un desarrollo más dinámico y fresco de la Vida Eclesial y Sacramental. La juventud no se acerca a Misa y los Seminarios se vacían, mientras las Misas y Seminarios de estos movimientos rebosan vitalidad.

Algunos de dichos Carismas, además, han sido otorgados por Dios a laicos, y quizá aquí esté parte del problema: en muchos sectores de la Iglesia (no en la Iglesia como tal, basta leer el Catecismo) se cree que sólo los sacerdotes pueden gobernar acertadamente, o dicho de otro modo, sólo ellos son capaces de tener y llevar adelante inicativas y proyectos, plantearse cuestiones o tratar sobre la Vida Espiritual. Los laicos, en cambio, sólo deben escuchar y abstenerse de intentar hacer algo que no controle la Iglesia Jerárquica. Este problema lo trató también el Concilio, y sabemos con qué gratos resultados.

Además, ni que decir tiene que, junto a la conformidad vaticana con la que cuentan, todos han manifestado su incondicional y absoluta adhesión al Papa, y a sus sucesores. Es más, en muchas ocasiones, su gobierno se confía a un Obispo, nombrado, lógicamente, por el Santo Padre. Son pues, movimientos católicos y romanos, y no ha lugar a la mínima sospecha de heterodoxia o no-catolicidad en sus inspiraciones, pues éstas han sido leídas, revisadas y sancionadas por Roma. Por tanto, es difícil aceptar tal política de puertas cerradas respecto a lo que suena "nuevo" y es, de alguna forma, distinto a las venerables y antiguas Instituciones u Órdenes. A mi juicio, se trata de una ruptura en la Comunión Eclesial, un no dejarse llevar por la Voluntad del Espíritu. Y eso lleva al anquilosamiento.

No pretendo juzgar a nadie, sino dar cuenta de las formas. Todos somos humanos, erramos y, sobre todo - lo más grande -, podemos rectificar. Nadie es, por ende, "malo" por cometer errores, aunque sí es materia delicada, porque compromete la vitalidad misma de la Iglesia. Es cuestión de querer. Desde luego quiero mucho a Nuestra Madre la Santa Iglesia y confío ciegamente en Ella. Pax et Bonum.

sábado, 24 de enero de 2009

La Mística Esponsal de Clara de Asís (II)

Esto es así prácticamente hasta la llegada de Francisco. El Santo de Asís inaugura una nueva espiritualidad en la Iglesia en muchos sentidos, y se recuerda sobre todo la primavera que trajo al Pueblo de Dios con su Vida de Santidad y su Renovada forma de vivir la Pobreza Evangélica.
Ésta es expresión de la profunda contemplación que el Santo hace siempre de Cristo, con el cual quiere identificarse, porque se ha enamorado de Él.
Pero quiere, desea y necesita hacer algo más en su día a día que tratar de adquirir virtudes. Se trata de recordar, imitar, y contemplar en oración la Vida del Hijo del Hombre. Pero este deseo no es algo simplón o sentimental. Es una aspiración que nace del encuentro con Cristo, Crucificado y Resucitado, en San Damián, el día que quedó su corazón llagado, como refieren las fuentes biográficas.
Y Clara, como plantita suya, recibe el Don - porque el Desposorio Místico es un Don que no todos los Consagrados logran descubrir - que su Padre Espiritual vive. Y este Don es, en esencia, el Desposorio, la Boda, la Unión del Consagrado en Cuerpo y Alma a su Esposo/a, el Señor. El Alma, desposada con el Espíritu Santo, entra en una dimensión nueva, en la que todos sus afectos, deseos, potencias... las entrega a Dios. Es la expresión más acabada de toda Consgración, paralela a la Unión Matrimonial entre los esposos por el Sacramento del Altar.
El alma consagrada, en cambio, entrega su Amor a Dios, a quien toma por Marido / Esposa, a quien ama sobre toda criatura, a quien le otorga sus preferencias, cuidados, deseos. Como el esposo por su esposa, y la esposa por su esposo, se da cumplimiento a la comunión, a la entrega mutua. Clara, al darse por Esposa a Dios, por quien hace tiempo ha tomado su elección, se despoja de todo en la Porciúncula, y desde entonces su corazón palpitará al Son del Amor de su Esposo. Cada anhelo, cada paso que de en su vida será por Él. Cada acto de Amor que lleve a cabo será por Él. Cada ayuno, vigilia, cada carta que escriba, será por Él, y llevará su Memoria, su Vivencia, el recuerdo siempre actualizado de sus encuentros amorosos con Él. Su Esposo no será alguien lejano, o a quien sólo intuir en la oración. Será una presencia viva, reconfortante, que atrapa, que consuela, que arrastra poderosamente, que da suavidad, dulzura, paz.
Nace así una nueva forma de ver, estar y hablar con Cristo. Será el inicio de una nueva era de Consagrados que seguirán a Jesús enamorados, hasta sus más íntimas fibras. Será una nueva era de Frailes, Monjas y Laicos Consagrados que darán testimonio de que la Vida Consagrada es algo más que una profesión de votos: es un encuentro vivo y real con un Dios vivo, real, personal, que se da a cada criatura como a su más preciado Esposo.

miércoles, 21 de enero de 2009

La Mística Esponsal en Clara de Asís (I)


Además, contemplando sus indecibles delicias, sus riquezas y honores perpetuos, y suspirando a causa del deseo y amor extremos de tu corazón, grita:¡Llévame en pos de ti, correremos al olor de tus perfumes (Cant 1,3), oh esposo celestial! Correré, y no desfalleceré, hasta que me introduzcas en la bodega (cf. Cant 2,4), hasta que tu izquierda esté debajo de mi cabeza y tu diestra me abrace felizmente (cf. Cant 2,6), hasta que me beses con el ósculo felicísimo de tu boca (cf. Cant 1,1). Puesta en esta contemplación, recuerda a tu pobrecilla madre, sabiendo que yo he grabado indeleblemente tu feliz recuerdo en la tablilla de mi corazón (cf. Prov 3,3; 2 Cor 3,3), teniéndote por la más querida de todas. (De la IV Carta a Santa Inés de Praga).

Este texto de Santa Clara nos deja un resumen muy clarificador de la Nueva Espiritualidad Mística y Esponsal que, primero en Francisco y luego entre los muros de San Damián, se iba gestando, para el bien de la Iglesia. Desde entonces, floreció una espiritualidad que, por ejemplo en España, se vio representada siglos más tarde en San Juan de la Cruz y Santa Teresa de Ávila (por cierto, recomiendo la película Teresa, el Cuerpo de Cristo, que refleja muy bien este tema. No entiendo por qué generó cierta polémica y malestar en algunos miembros de la Iglesia).

Es una espiritualidad basada en el Desposorio Místico entre el Alma - Amante y Dios - Amado. Es una dimensión que hasta la época no era popular, ni apenas conocida. Es cierto que en los primeros siglos de la Iglesia había jóvenes que se consagraban en Virginidad al Señor, por Amor a Él y al mundo. Lo cierto es que también se asoció, equivocadamente, la consagración esponsal sólo al género femenino. Además, una dimensión así se vio relegada mucho tiempo en la Iglesia, en favor de una Escatología en la que primaba el Fin de los Tiempos y el subsiguiente Juicio Universal, como vértice de la Esperanza Cristiana y, por ende, de todo camino espiritual que se preciara.

San Bernardo de Claraval fue el primero en fijar su mirada en la Humanidad de Cristo, especialmente en su Infancia, es decir, en la Contemplación del Dios-Niño, frágil y contingente, tan alejado de la figura de Cristo Juez que en la Iglesia se contemplaba casi exclusivamente. Se había perdido el contacto vital con la Humanidad de Cristo, su kenosis en el sentido más profundo de la Palabra, su desbordamiento de Amor en la Encarnación. Todo se guiaba según el Juicio y la Salvación o Condenación Eterna (a esta, por cierto, se la temía tanto, que era a veces el sustento y motivo fundamental de toda vida de piedad).

domingo, 18 de enero de 2009

El Nuevo Hombre, Nueva Creación

Hablábamos hace poco de la visión que tienen los Sinópticos del Bautismo de Jesús. Si bien tienen en común muchos aspectos, también es verdad que Marcos refleja una visión bastante nueva: Jesús es empujado por el Espíritu al desierto. Y decíamos que, a partir del verbo griego ekbalo se daba a entender que el Hijo de Dios, recién anunciado y constituido (dice Luis Ladaria que ontología e Historia no tienen por qué oponerse) es "desembarcado", "derramado", acción que, por su signficado, no se reduce a un ero ir al desierto, sino que se extiende a toda su Vida Pública, incluyendo Resurrección y Ascensión.

Marcos anuncia, por tanto, que Jesús empieza su Vida Pública consciente de que tiene una Misión por cumplir, y para ello acude al eremon, traducido habitualmente por "desierto" y que, sin embargo, tiene un significado mucho más prfundo y revelador: solitario, deshabitado, abandonado, indefenso, privado de. No es sólo que Jesús vaya al desierto. Es que, además, a partir de ahora, vivirá despojado, solo, sin más defensa que el Padre y el Espíritu, y así hasta su juicio y Muerte en Cruz.

Pero es que además, Jesús inicia una Nueva Creación. En efecto, una vez constituido Hijo, y al igual que Adán, es introducido en el Paraíso, solo que este Paraíso es ahora desierto, porque ahora habita en él el Diablo, por cuya instigación el hombre ha sido desterrado, y con él la Creación (Rm 8). No es más que un lugar de soledad, tentación, prueba. Y Jesús es tentado, pero es obediente al Padre. Primer paso: Jesús es el Nuevo Hombre, ahora fiel, antaño arrogante y desobediente (Gn 3). En la escena aun están los animales y los ángeles, pero es un lugar de tentación, por lo que significa que el hombre ha perdido la comunión vital con Dios.

Y Jesús va a buscar al hombre fuera del Edén, para proclamar la Buena Nueva y escoger a aquellos que, siguiéndole, volverían y harían volver a muchos a la Comunión con Dios, a través de Él mismo, el Hijo. Es la situación de pecado: Dios nos da lo que necesitamos para ser felices, pero al pecar transgredimos sus dones y su mandato, de forma que no somos ya dignos de morar en su presencia, porque hemos escogido otro camino. Y es entonces Jesús nuestro único Camino, Verdad y Vida para volver al Padre.

jueves, 15 de enero de 2009