BUSCADOR CATÓLICO

lunes, 12 de noviembre de 2007

LAS TENTACIONES


Quisiera en el día de hoy hacer incidencia sobre algo que en la vida cotidiana no se habla más que para confesarse. Me refiero a las tentaciones, y al papel que realmente juega Satanás en ellas y en nuestra vida espiritual en general. Es verdad que, por la Revelación y por las experiencias de los santos y de los cristianos que intentamos llevar una vida espiritual coherente con nuestros compromisos (cuando menos bautismales y los profesados en la Confirmación), mediante una relación asidua con Dios en la Oración, los Sacramentos, y sobre todo la Caridad puesta por obra, nos encontramos con frecuencia con tendencias naturales propias del hecho de ser-humano, que son contrarias a lo espiritual. En ellas, hallamos con frecuencia dificultades para avanzar en el camino hacia Dios y hacia los demás. Para cada persona son distintos, particulares. Cada personalidad lleva consigo dichas tendencias, y no pueden extrapolarse de individuo a individuo. Tratan ellas de alejarnos de Dios y de la vida espiritual, no por sí mismas, sino porque se nos presentan como radicalmente opuestas a la Vida del Espíritu. San Juan habla de Tinieblas opuestas a la Luz, San Pablo de Carne contra Espíritu, San Francisco lo presenta como una opción por Amor al Crucificado, el cual puede revertir dichas pulsiones en principio egoístas y destructivas en un auténtico camino a Dios (habla por tanto de integrarlas y reorientarlas hacia Dios, usándolas como vehículos hacia Él.

Pues bien, en dichas tentaciones, (tentación del latín temptatĭo, -ōnis = Instigación o estímulo que induce el deseo de algo), es donde el diablo actúa como instigador, o sea, como el que, conociendo nuestra debilidad, o lo que más nos cuesta, o sabiendo cómo es nuestra personalidad, nos insinúa y sugiere seguir tal o cual tendencia o deseo carnal (carnal en sentido amplio, no restrictivo al ámbito sexual). Es ahí donde la lucha toma cuerpo y el alma debe agarrarse a la Gracia. Sin embargo, esto indica otra cosa: que el alma adulta y madura que, conscientemente ha optado por tal voto-estilo de vida, o compromiso, sabe qué es lo que ha escogido. Si la entrega es sincera, y motivada por Amor a Dios, las tentaciones cobrarán otro cariz más profundo y quizá más duro. Por ejemplo, si una monja opta por la clausura libre, consciente y responsablemente, habiendo discernido bien la Vocación, no tendrá tentaciones de sentirse encerrada tras unos muros y salir al mundo. No, porque ha optado por otra cosa, por otra vida. La tentación será, quizá, a nivel de convivencia con las hermanas, a nivel de lo que afecta a una relación espiritual con ellas. O quizá será en el ámbito de la oración, del trabajo manual, de la Obediencia, etc. Es decir, las tentaciones se dan en aquello que en nuestra vida espiritual más nos pueda apartar de Dios, debido a nuestra predisposición natural y particular. Y no necesariamente en lo carnal - sexual, ni en las cosas que el mundo hoy día valora. No, sino en los aspectos de la vida espiritual que más nos cuesta asimilar, porque el alma necesita a veces tiempo para recorrer el camino de unión con Dios, o porque estamos sujetos a error, y un mal discernimiento puede llevarnos a complicaciones de cariz más espiritual, pero que, al fin y al cabo, si no se analizan y cortan de raíz, o bien si no se saben reconducir, pueden llevarnos a caminar en tinieblas. El diablo, como ya he dicho, sugiere, propone un plan contrario al de Dios. Nuestra libertad, pues, como en toda elección, está intacta. Podemos sentir las pulsiones de la tentación, evidentemente, pero podemos escoger no seguirlas. Y, por ende, a veces pecamos y el diablo ni se ha acercado a nosotros. A veces, quiero decir, escogemos, y no hemos sido instigados, sino que hemos hecho uso de la libertad de un modo arbitrario. Aquí hay que plantearse a qué nivel se entrega uno a Dios en realidad, o bien si nos reservamos todavía algo. En conclusión, tan equivocado es pensar que el diablo no existe o no actúa nunca, como pensar que está por todo siempre, demonizando la realidad y anulando la Gracia y nuestra libertad.

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