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domingo, 22 de febrero de 2009

La Generosidad del Pobre

El Poverello, desposado con Dama Pobreza, enamorado de Ella e imitador ardiente de la Indigencia del Hijo de Dios, no consentía sin embargo (y las biografías dan fe) que hubiera alguien más pobre que él.

En efecto, sabemos que consideraba un "hurto" recibir más limosna de la necesaria, al igual que no darla al necesitado. Él vivía y enseñaba a vivir con lo indispensable para el día a día, pero no podía tolerar que alguien tuviera aún menos. Veía en ello una falta de caridad y una señal clara de que él no era todavía pobre de verdad. Pensaba que aun no se habría despojado del todo, y que debía "apretar el paso", como si de una carrera se tratara.

Tal era su celo por la Pobreza del Hijo de Dios, y tal su Amor por Él, que no podía dejar de pasar un rato sin pensar en Él, buscando el modo de abrazarla a ella más perfectamente. Siempre se traía a la memoria lo necesitado de Jesús en su Vida, desde la Encarnación, pasando por la Vida Oculta, la Vida Pública después y, sobre todo, en la Pasión y Muerte en Cruz.

A la luz de Cristo examinaba su propia vida y sus propios actos, y se juzgaba digno de reprensión si por negligencia o descuido no imitaba más y mejor su "forma vivendi". Y es que quería y deseaba ser como su Amado, pensar como Él, sentir como Él, tenerle como cima de todo. "llevaba siempre a Jesús en el corazón. Jesús en los labios, Jesús en las orejas, Jesús en los ojos, Jesús en las manos, Jesús en todos sus miembros... Aun más, encontrándose muchas veces en viaje y meditando o cantando a Jesús, se olvidaba que estaba de viaje y se paraba a invitar a todas las criaturas a alabar a Jesús" (1 Cel II, 9, 115: FF 115).

Y es por eso que sentía la necesidad, no sólo de ser cada día más pobre, sino de compartir con los demás o, más aún, despojarse de lo propio para cubrir la necesidad del prójimo. En LP 89 encontramos un gran ejemplo: a una mujer necesitada y medio ciega, que les había dado en limosna una túnica, Francisco manda devolvérsela además de doce panes, en cuanto se entera de su necesidad. No sólo restituye, sino que además da "el ciento por uno", da los doce panes, como signo de que querría dárselo todo para cubrir su necesidad y pobreza. Además, había encargado que se la mantuviera mientras viviera en Rieti.

Era capaz de quedarse él desnudo para que el hermano no pasara necesidad. Tanto, que "el ministro general y su guardián le tenían mandado que no diera la túnica a ningún hermano sin su permiso". Y nosotros, ¿todavía nos resistimos a dar un euro al que nos lo pide por la calle? Pace Bene.

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