BUSCADOR CATÓLICO

lunes, 18 de enero de 2010

Celibato opcional (I)

Antes de escribir lo que pienso acerca del celibato opcional, creo que sería útil que respondiérais a la encuesta, para conocer vuestras opiniones.
Pace Bene.

jueves, 11 de junio de 2009

Entender y vivir la Misa (III): Última Cena-Cruz-Resurrección

Última Cena, Pasión, Muerte y Resurrección conforman una única realidad sacramental, y constituyen la esencia de la Eucaristía.

- En la Mesa, el Señor reparte a los discípulos el pan y el vino, acompañados de las Palabras "Este es mi cuerpo que es entregado por vosotros; haced esto en recuerdo mío. De igual modo, después de cenar, la copa, diciendo: Esta copa es la Nueva Alianza en mi sangre, que es derramada por vosotros" (Lc 22, 19-20). Con ello hace principalmente tres cosas: una, garantizar su Presencia continua a través del Pan y el Vino (cosa que sólo es comprensible con la Cruz y la Resurrección), y la segunda, declarar una Nueva Alianza en mi sangre, es decir, lo viejo ya no vale para llegar a Dios, ahora todo pasa por Él, por el Hijo, por su Sacrificio (esto tampoco lo entenderían hasta Pentecostés). La tercera, constituye la verdadera comunidad o Iglesia: reunión de hermanos alrededor de la Mesa, en disposición y actitud de servicio y entrega mutuos.

- Al exhalar el Espíritu en la Cruz (Jn 19, 30), Jesús, el Hijo, vuelve al Padre. Ahora vendrá el Paráclito, tal como prometió. Pero es que ahora que se ha ido, descenderá al Pan y al Vino en las manos del sacerdote por las Palabras que constituyen el memorial ("este es mi cuerpo... esta es mi sangre") y por el Espíritu que, derramado una vez en la Cruz-Resurrección, hace presente verdaderamente al Hijo, en cuanto Ofrecido en Sacrificio Redentor (expía los pecados) agradable al Padre (Pan y Vino - Cuerpo y Sangre - Sacrificio Total). La donación mutua del Espíritu entre Padre e Hijo se actualiza en el Sacrificio de la Misa, puesto que Cristo mismo instituyó tal signo, tal sacramento. Nos deja no sólo un recuerdo y unas palabras bonitas, sino una presencia activa, constante, real, total. El Cordero puede ser comido una y otra vez, gracias a la nueva Sacramentalidad inaugurada por Cristo en la Encarnación.

Por tanto, la Última Cena encuentra plenitud y cumplimiento una vez Cristo exhala el Espíritu y resucita. Y es a partir de esas manifestaciones del Resucitado que los primeros cristianos celebran la fracción del pan (así se llamaba al principio).

miércoles, 20 de mayo de 2009

Entender y vivir la Misa (II)

Antes que nada, decía, es imprescindible comprender la naturaleza de lo que celebramos, y cómo se ha ido entendiendo, expresando y concretado a lo largo de los siglos, desde Pentecostés hasta hoy. Así, ¿en qué perspectiva habría que situar lo que llamamos "Sacrificio Eucarístico"? ¿Por qué decimos que Jesús murió por nuestros pecados? ¿Cómo expresa la Eucaristía este Sacrificio?

El Levítico, (caps. 1-7) desarrolla la "Ley de los Sacrificios", según la cual Israel ofrecía al Señor diversos tipos de sacrificios, según la causa y la finalidad que los motivaran: holocausto, oblación, sacrificio de comunión, sacrificio por el pecado del Sumo Sacerdote, sacrificio por el pecado de toda la comunidad, o de un jefe de la comunidad, o de un hombre del pueblo, aparte de otros sacrificios debidos a causas más concretas y específicas.

Así, el sacrificio por el pecado de toda la comunidad, reza como sigue: Si la que obra inadvertidamente es toda la comunidad de Israel –que sin darse cuenta se hace culpable, cometiendo una falta contra alguna de las prohibiciones contenidas en los mandamientos del Señor– apenas se conozca el pecado cometido, la asamblea ofrecerá un novillo sin defecto en calidad de sacrificio por el pecado. Lo llevarán ante la Carpa del Encuentro, y los ancianos de la comunidad impondrán sus manos sobre la cabeza del novillo, delante del Señor. El novillo será inmolado en la presencia del Señor, y el sacerdote consagrado por la unción llevará la sangre a la Carpa del Encuentro. Luego mojará su dedo en la sangre y con ella hará siete aspersiones delante del Señor, frente al velo del Santuario. Después pondrá un poco de esa sangre sobre los cuernos del altar que está delante del Señor, en la Carpa del Encuentro, y derramará toda la sangre sobre la base del altar de los holocaustos, que está a la entrada de la Carpa. Luego extraerá toda la grasa del novillo y la hará arder sobre el altar, haciendo con él lo mismo que hizo con el novillo del sacrificio por el pecado. De esta manera, el sacerdote practicará el rito de expiación en favor de la comunidad, y esta será perdonada. Finalmente, llevará el novillo fuera del campamento y lo quemará como en el caso anterior: es un sacrificio por el pecado de la asamblea (Lev 4, 13-21). Vemos cómo el novillo es desangrado, despedazado y quemado.

En el caso del sacrificio por el pecado, se extrae del animal los riñones, el hígado y la grasa. Y vemos cómo en cada sacrificio se ofrecen, además de toda la sangre, partes diferentes del animal. Pues bien, si vemos cómo estos sacrificios servían para expiar pecados, individuales o colectivos, y que dichos sacrificios se matizaban según la colectividad o no de la falta cometida, no nos resultará difícil entender cómo el Padre, por Amor al hombre, ofrece a su propio Hijo en Sacrificio para librarnos del pecado. Y esto porque:
- Los sacrificios y expiaciones que el hombre ofrecía ya no bastaban: el pecado no quedaba borrado de Israel, la purificación no era total.
- El Sacrificio de Jesús, como hemos dicho, es total, completo, se dona hasta la última gota. Expía todos los pecados: individuales y colectivos, de una vez para siempre. El Hijo se da al Padre por nosotros, en un acto voluntario y plenamente Amoroso: "los amó hasta el extremo" (Jn 13).

La reflexión cristiana postpascual entendió esta dimensión sacrificial de Cristo a la Luz de la Cruz y la Resurrección, con total y clara vinculación a la Última Cena: "este es mi Cuerpo", "esta es mi sangre". Habían recibido un memorial, y empezaron a celebrarlo, conscientes de que al partir el pan, Jesús mismo se hacía presente.

En definitiva, Jesús se sitúa en la línea sacrificial de Israel, y se ofrece a si mismo como víctima por los pecados de todos, en una única entrega, que expia todos los pecados del hombre, para siempre. En nuestras manos y nuestra voluntad deja la elección de adherirnos a este perdón ya dado, del que el Sacramento de la Penitencia es actualización activa y efectiva, y recuerdo confortante. Es esto lo que celebramos en la Misa: damos gracias (Εuχαριστία, eucharistia, "acción de gracias") por el Don de su Perdón, y por el Don de su Presencia.

viernes, 15 de mayo de 2009

Entender y vivir la Misa (I)



Me propongo empezar hoy una serie de post dedicados a la Eucaristía, el Sacramento Central de la Vida Cristiana, tan amado y tan vivido por Francisco. En este camino que empezamos hoy, quisiera hablar y reflexionar sobre la naturaleza de la celebración eucarística, entreverando meditaciones personales, los testimonios evangélicos y de la vida de Francisco, y enseñanzas magisteriales y/o de algún que otro autor de índole pastoral y litúrgico.


Mi propósito no es otro que aportar aunque sea un granito de arena para ayudar a entender, valorar, amar y por ende vivir este Magno Sacramento, en el que y por el que Jesús mismo se hace presente en el altar: ¡Tiemble el hombre entero, que se estremezca el mundo entero, y que el cielo exulte, cuando sobre el altar, en las manos del sacerdote, está Cristo, el Hijo del Dios vivo! ¡Oh admirable celsitud y asombrosa condescendencia! ¡Oh humildad sublime! ¡Oh sublimidad humilde, pues el Señor del universo, Dios e Hijo de Dios, de tal manera se humilla, que por nuestra salvación se esconde bajo una pequeña forma de pan! (CtaO, 26-27).


Pienso, asimismo, que para poder conocer y entender algo, lo que sea, en esta vida, es preciso antes saber de dónde viene, cuáles son sus orígenes y, en la medida de lo posible, averiguar, meditar y estudiar la evolución o evoluciones posteriores que lo han llevado a su actual fisonomía, estructura y forma de aparecer al mundo.

martes, 21 de abril de 2009

La ignorancia religiosa de España


Salía publicado ayer en "El Periódico de Catalunya" que la ignorancia religiosa en nuestro país está alcanzando cotas cada vez más altas y alarmantes. Tanto, que ya asusta incluso a los docentes de otras asignaturas.


Uno de los motivos por el que se enseña Religión en las escuelas es conocer los fundamentos cristianos de nuestra sociedad, pues por ellos ha sido configurada y ha llegado a nuestros días a ser como es: las fiestas, los nombres, nuestras formas de expresión (ya sea oral, gestual o verbalmente), el arte, la cultura, las costumbres... incluso nuestro calendario y la forma que tenemos de contar el paso de los años (a.C., d.C.) están fundamentados y condicionados por una milenaria cultura cristiana. Podía haber sido judía o musulmana, pero ha sido cristiana.


Por otro lado, estudiar Arte o Historia Universal requiere estudiar y repasar nuestras épocas pasadas, en que tantas veces y durante tanto tiempo se han dado sociedades y formas de gobierno católicas, incluso teocráticas. Por tanto, entenderlas requiere conocer qué hay detrás de ellas, es precisa una hermenéutica.


Y dicha hermenéutica no puede practicarse sino sabemos, por ejemplo, qué libros componen la Biblia, porque jamás podremos entender qué controversia tuvo la Iglesia con Galileo Galilei. Ni podremos entender por qué el 8 de Diciembre es festivo y aprovechamos la fiesta de la Constitución para hacer puente, si nadie nos dice que en 1854 Pio IX proclamó a María limpia de toda mancha de pecado original incluso antes de su nacimiento.


Como podeis ver, no se trata de creerse nada, cada cual verá. Se trata de saber de dónde venimos, de saber y entender por qué hay tantas iglesias en nuestras ciudades, o por qué se bautiza a un niño recién nacido, o por qué el Papa habla en contra del preservativo. Es cuestión de cultura, de una formación mínima que nos garantice que sabemos nuestros orígenes como europeos, como españoles. No es una argamasa de datos, es una cultura que nos define, nos configura desde nuestro primer antepasado hasta hoy.


Hay que cerrar el "circulo hermenéutico": preguntar qué hay detrás de nuestra Historia, y una vez entendido, verificarlo con la actualidad. Lo que no puede ser es que, como reza el artículo de El Periódico un niño confunda el altar de una capilla con el sarcófago de una momia. Es sencillamente inaceptable, igual que si yo ahora confundiera mi teléfono móvil con una berenjena (me lo haría mirar). Pero no es culpa del chico, sino de todos nosotros, de esta sociedad que, haciendo caso a ZP y compañía, se complace en desentenderse a todo lo que suena a católico o cristiano, o incluso religioso, cuando resulta que es eso lo que llevamos en nuestras venas: una visión del mundo y del hombre - una sociología y una antropología - cristianas. Y, claro, llega el niño y pregunta que de quién es la momia, o quién rayos era Adán, o qué es eso de la Biblia, o qué es eso que se alza en la plaza del pueblo, que tiene unas campanas colgado, y dos palos entrecruzados en lo alto.


Claro, así nos va. Porque si el niño se llama Luis, tampoco entenderá por qué le felicitamos el día de su santo: "¿Santo?, ¿qué es eso?". Es urgente que la Religión vuelva a las aulas. Que cada cual profese el credo que quiera, o que piense si lo desea que los extraterrestres nos crearon. Pero que por lo menos no sea por ignorancia, y que un día te pueda contestar a la pregunta "¿Quién fue Job?". No es cuestión de credos, o de ser laicos, sino de saber, de ser personas íntegras, cabales y que se preocupan por conocer su pasado, y por qué su presente es como es.