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martes, 13 de enero de 2009

¿Mujeres sacerdote? Va a ser que no

Saco a colación el tema de la Ordenación de mujeres porque, la verdad, hacía tiempo que quería comentarlo. Si alguien se pregunta si algún día las mujeres podrán decir Misa, la respuesta, por ahora (quien sabe en el futuro) es clara: va a ser que no.

Y ello por muchas razones. La primera y más importante, es que el Vaticano, desde luego - y motivos no faltan -, no está por la labor. Claro que, a partir de aquí, se da vía libre a todo tipo de opiniones, conjeturas, teorías, críticas, alabanzas, dimes y diretes acerca del machismo vaticano.

Lo cierto es que los motivos por los que una mujer no administra Sacramentos son muchos y variados, y a veces surgen como respuesta a los requerimientos de la sociedad en los diferentes tiempos y lugares - no se trata de un oficio al que las mujeres tengan o dejen de tener derecho -. Otros se fundamentan en la Tradición - en toda la Historia de la Iglesia, jamás se ha planteado ni se ha llevado a cabo una ordenación femenina -. Y otros, ya son más teológicos y elaborados.

En estos quisiera detenerme, en especial en uno: Jesús pasó por el mundo instituyendo signos, y si no instituyó un sacerdocio femenino, o no dio pie a que pudiera originarse, no hay más que discutir, puesto que Él lo dejó claro.

Desde luego, la Iglesia, posteriormente, ha hecho cosas que Jesús ni hizo ni propuso, ni parecen desprenderse del Evangelio. Pero unas ha sido por revelación, y las que han sido por cuenta de la Iglesia, estarán mal unas y bien otras. Lo que importa es si son o no acordes con el Evangelio. Por tanto, dos cosas: el sacerdocio no es un derecho, sino un Don; y el sacerdocio como tal es una realidad tan densa, que no es reductible a debates de tipo sexista.

En efecto, el Sacramento del Orden introduce al que lo recibe en la función más profunda y significativa de Cristo, por la que además se llevó a cabo la Redención. Cristo, en efecto, intercedió, se ofreció, se consagró a si mismo. Y si para perpetuar este Ministerio tan serio y tan profundamente trinitario no escogió mujeres, sino que se rodeó de hombres que luego, a la Luz de la Memoria del Maestro y por el impulso de Pentecostés lo continuaron, no podemos pretender que Él se equivocó, o que se equivocaron los Apóstoles - la Iglesia Primitiva -, iluminados por el fogonazo de Pentecostés y la Memoria aun muy viva de Cristo. Si no se lo plantearon, es que no estaba en el Plan de Dios, al menos en aquel momento y hasta ahora.

Otro dato curioso: entre todas las santas, las místicas que han estado tan unidas a Jesús, ninguna ha declarado nada, ni en un sentido ni en otro, sobre el tema. Ninguna, de forma que tampoco era su preocupación. Por tanto, dejemos que la Providencia disponga lo que considere, y si un día cree oportuno que se ordenen, ya se verá. A día de hoy, va a ser que no.

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