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viernes, 9 de enero de 2009

La Vida de los Hermanos Menores (II)

Por tanto, la Regla de los Hermanos Menores es sencillamente la Regla del Evangelio. En cuanto a la Pobreza, sin embargo, quisiera referir algo, que es la novedad franciscana en la concepción, aplicación y vivencia colectiva e individual de este voto.

Regla de San Benito (año 540):

Capítulo XXXII, LAS HERRAMIENTAS Y OBJETOS DEL MONASTERIO
1 El abad confíe los bienes del monasterio, esto es, herramientas, vestidos y cualesquiera otras cosas, a hermanos de cuya vida y costumbres esté seguro, 2 y asígneselas para su custodia y conservación, como él lo juzgue conveniente. 3 de estos bienes tenga el abad un inventario, para saber lo que da y lo que recibe, cuando los hermanos se suceden en sus cargos.
4 Si alguien trata las cosas del monasterio con sordidez o descuido, sea corregido, y si no se enmienda, sométaselo a la disciplina de la Regla

Se aprecia que el monasterio goza de bienes, que reserva para proveer al mismo monasterio y a los monjes en lo necesario, tanto para el sustento como para el trabajo diario.

Regla de San Agustín (poco después del 391) :

5. Los que tenían algo en el siglo, cuando entraron en la casa religiosa, pónganlo de buen grado a disposición de la Comunidad. 6. Y los que nada tenían no busquen en la casa religiosa lo que fuera de ella no pudieron poseer. Sin embargo, concédase a su debilidad cuanto fuere menester, aunque su pobreza, cuando estaban en el siglo, no les permitiera disponer ni aun de lo necesario. Mas no por eso se consideren felices por haber encontrado el alimento y vestido que no pudieron tener cuando estaban fuera.

Igual que en la Regla de San Benito (o mejor la de San Benito igual que ésta) la casa religiosa dispone de bienes propios, que maneja y dispone en bien de su propio mantenimiento y de los monjes en particular. Se llama, asimismo, a un espíritu de pobreza particular: Mas no por eso se consideren felices por haber encontrado el alimento y vestido que no pudieron tener cuando estaban fuera.

San Bernardo reformó la Orden Cisterciense y preconizó para la misma más sobriedad, dándole un nuevo impulso, reorientando la Regla de San Benito, que dicha Orden había tomado.

Sin embargo, Francisco expone lo siguiente en los Capítulos I y II de la Regla:

La regla y vida de los hermanos menores es ésta, a saber, vivir en obediencia, en castidad y sin nada propio.Si alguno, queriendo por inspiración divina tomar esta vida, viene a nuestros hermanos, sea recibido benignamente por ellos. Y si está decidido a tomar nuestra vida, guárdense mucho los hermanos de entrometerse en sus negocios temporales, y preséntenlo a su ministro cuanto antes puedan. El ministro, por su parte, recíbalo benignamente y confórtelo y expóngale diligentemente el tenor de nuestra vida. Hecho lo cual, el susodicho candidato, si quiere y puede espiritualmente y sin impedimento, venda todas sus cosas y aplíquese con empeño a distribuirlas todas a los pobres. Guárdense los hermanos y el ministro de los hermanos de entrometerse en absoluto en sus negocios; y no reciban dinero alguno ni por sí mismos ni por medio de persona interpuesta. Sin embargo, si se encuentran en la indigencia, por causa de la necesidad pueden los hermanos recibir, como los demás pobres, las cosas necesarias al cuerpo, exceptuado el dinero. Y cuando el candidato regrese, el ministro concédale para un año las ropas del tiempo de probación, a saber, dos túnicas sin capilla, y el cordón y los paños menores y el caparón hasta el cordón. Y finalizado el año y término de la probación, sea recibido a la obediencia. Después no le será lícito entrar en otra religión, ni «vaguear fuera de la obediencia», conforme al mandato del señor papa y según el Evangelio; porque nadie que pone la mano al arado y que mira atrás, es apto para el reino de Dios (Lc 9,62). Y si viniera alguno que no puede dar sus bienes sin impedimento, pero tiene voluntad espiritual, que los deje y le basta. Ninguno sea recibido contra la forma e institución de la santa Iglesia.
Mas los otros hermanos, los que ya prometieron obediencia, tengan una túnica con capilla y otra sin capilla, si fuera necesario, y cordón y paños menores. Y todos los hermanos vístanse de ropas viles, y puedan reforzarlas de sayal y otros retazos con la bendición de Dios; porque dice el Señor en el Evangelio: Los que visten de ropa preciosa y viven en delicias y los que se visten con vestidos muelles, en las casas de los reyes están (Lc 7,25; Mt 11,8). Y aunque se les llame hipócritas, no cesen, sin embargo, de obrar bien, y no busquen vestidos caros en este siglo, para que puedan tener un vestido en el reino de los cielos.


En base a los textos que ayer comentábamos, y a su propia experiencia de conversión y, sobre todo, del Crucificado, Francisco sabía que la Orden que nacía debía evitar poseer cualquier bien. Para ello, siguiendo a la letra el Evangelio, manda que el que quiera entrar venda sus bienes, y distribuya el dinero a los pobres. Por tanto, he aquí la novedad: la fraternidad no dispone de bienes para disfrutar en común, sino que se dispone, como cada hermano en particular, a vivir de la limosna y del trabajo, no aceptando nunca dinero, sino sólo limosna en forma del alimento necesario para el día, sin reservar tampoco para el mañana. Por tanto, es fácil apreciar cómo la Regla - al menos la No Bulada, que es en la que nos basamos -, está escrita en función del Evangelio, sin más, y a la vez dotada de la sabiduría humana y espiritual del Pobre de Asís.
Esta aparente inseguridad material, que confiaba el sustento diario a la Fe en la Providencia, generó problemas en el seno de la Orden, sobre todo cuando ésta empezó a crecer, y gente letrada e intelectual empezó a formar parte de ella, propugnando el retorno a las reglas antiguas, que aseguraban un fondo material (cf. EP 1).


Pero Francisco lo tenía muy claro:

Hermanos míos, hermanos míos: Dios me ha llamado por el camino de la sencillez y de la humildad y me ha manifestado que éste es el verdadero camino para mí y para cuantos quieren creer en mi palabra e imitarme. Por eso, no quiero que me mentéis regla alguna, ni de San Benito, ni de San Agustín, ni de San Bernardo, ni otro camino o forma de vida fuera de aquella que el Señor misericordiosamente me mostró y me dio. Y me dijo el Señor que quería que fuera yo un nuevo loco en este mundo; y no quiso conducirnos por otro camino que el de esta ciencia. Mas, por vuestra ciencia y sabiduría, Dios os confundirá. Y yo espero que el Señor, por medio de sus verdugos (EP 67), os dará su castigo, y entonces, queráis o no, retornaréis con afrenta a vuestro estado. (EP 68).

Queda claro, pues, que Francisco no considera su Regla mejor que ninguna, sino la que le ha sido dada, y que es la que hay que vivir, sencillamente. "Un nuevo loco", un nuevo cristiano -en el sentido integral de la palabra -, que quiere vivir lo que se le ha regalado vivir. No importa el número de hermanos, sino la Voluntad Providente de Dios. Francisco, no en vano, decía siempre:

No necesito de muchas cosas, hijo; sé a Cristo Pobre y Crucificado (2C 105).


Y es que la espiritualidad franciscana no es sino una actualización permanente, y vivencia real del Evangelio, tal cual, "sin glosa" (EP 1), sin quitar ni añadir nada. De esta forma de entender la Buena Nueva dan fe las Biografías del Poverello.

En resumen, la Pobreza Franciscana es revolucionaria, porque, si bien ya había movimientos que de alguna manera vivían en actitud mendicante, Francisco la pone como base y foco que ilumina toda su espiritualidad. Es decir, no es un compartimento separado. Es una expresión más de su literalidad evangélica.

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