BUSCADOR CATÓLICO

viernes, 5 de diciembre de 2008

DE LA LEYENDA MENOR DE SAN BUENAVENTURA.



2.6 Una vez en que, alejado corporalmente de sus hermanos, vigilaba, como de costumbre, en oración, a eso de media noche, cuando algunos de los hermanos estaban entregados al sueño y otros a la oración, penetró por la portezuela de la habitación de los mismos hermanos un carro de fuego de admirable resplandor, sobre el que se alzaba un globo luminoso como el sol, el cual dio tres vueltas a lo largo de la estancia. Ante tal prodigiosa y refulgente visión, quedaron estupefactos los que estaban en vela, se despertaron llenos de terror los dormidos, y todos ellos percibieron la claridad que alumbraba no sólo el cuerpo, sino también el alma, pues a través de aquella luz a cada cual se le hacía transparente la conciencia de los otros. Coincidieron todos - al leerse mutuamente los corazones - en que había sido el mismo santo padre Francisco el que, transfigurado en aquella forma, les había mostrado el Señor, como que, viniendo en espíritu y poder de Elías y convertido en caudillo de la milicia espiritual, había sido constituido como carro de Israel y su auriga.

Vuelto el Santo a los hermanos, comenzó a confortarlos, hablándoles de la visión celestial que se les había mostrado; comenzó también a escudriñar los secretos de sus conciencias y a anunciarles cosas futuras; y de tal suerte comenzó a brillar por los milagros, que se hacía patente comprobar que sobre él descansaba el doble espíritu de Elías con tanta plenitud, que podían sentirse muy seguros quienes marchaban tras su doctrina y ejemplos de vida.

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