BUSCADOR CATÓLICO

miércoles, 12 de diciembre de 2007

NTRA. SEÑORA


La Virgen. La Madre de Dios. Ella, en silencio, acogió la Palabra de Dios que le transmitió el Ángel. El Amor Trinitario se desbordó en Ella, en una criatura, y engendró, como en la misma Eternidad, al Hijo. Si el Padre, por el Espíritu, engendra constantemente al Hijo a través del Espíritu, ese Amor lo derramó en el Seno de la Doncella de Nazaret. Por eso, tal y como la contemplaba Francisco, es la Criatura más Pura, el Vaso más cristalino, pues debía albergar al mismísimo Dios.

"Salve, Señora, santa Reina, santa Madre de Dios, María, que eres virgen hecha iglesia y elegida por el santísimo Padre del cielo, a la cual consagró Él con su santísimo amado Hijo y el Espíritu Santo Paráclito, en la cual estuvo y está toda la plenitud de la gracia y todo bien.
Salve, palacio suyo; salve, tabernáculo suyo; salve, casa suya.
Salve, vestidura suya; salve, esclava suya; salve, Madre suya y todas vosotras, santas virtudes, que sois infundidas por la gracia e iluminación del Espíritu Santo en los corazones de los fieles, para que de infieles hagáis fieles a Dios".


Es pues, ella, la Intercesora, pues, ahora en la Gloria Eterna, ya tenía como Don en su Ser, en su Existencia Terrena, limitada, sufrida, expuesta al Pecado... la Vida Intratrinitaria.

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