BUSCADOR CATÓLICO

domingo, 2 de noviembre de 2008

UN SOLO CUERPO

Ayer celebrábamos Todos los Santos. Hoy, el día de los Difuntos. Son dos fiestas cercanas en tiempo y en esencia. En efecto, ayer celebrábamos nuestra Comunión con todos aquellos que formamos parte del Cuerpo Místico que es la Iglesia, vivos o que ya estén en la Gloria del Padre. Y hoy recordamos en especial a aquellos que ya no están entre nosotros. De todas formas, la Vida del Cristiano tiene que tender a poner, por encima de todo, los valores y las aspiraciones espirituales. Se nos llama a tender a la máxima aspiración: la Gloria del Paraíso junto a Cristo en el Padre. Sí, Cristo, el Cordero Inmaculado, es la cima de toda meta e ilusión nuestra. Y, gracias a la Oración y a la Eucaristía, estamos íntimamente unidos los cristianos de Palma de Mallorca con los de Taiwan. Es una realidad espiritual, individual, que hace que, cuando nos unimos a Cristo por el ejercicio de la Caridad y la Vivencia de los Sacramentos, todos quedamos unidos en Él, Cristo, Esposo de la Iglesia. No se trata, pues de recordar sólo a los canonizados o a aquellos que han hecho el bien, sino de rememorar que la Iglesia, antes que Institución, es Cuerpo Místico, nacido en la Cruz y en el Sepulcro Vacio, constitutivos de una sola realidad: Cristo, el Hijo, que nos ha unido a Él por su Muerte y Resurrección. La Eucaristía nos configura a Él, y en la Misa no se consagra sólo el Pan, sino que el Espíritu nos consagra también a nosotros, y nos une al Pan Místico del Altar.

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