BUSCADOR CATÓLICO

lunes, 3 de marzo de 2008

DESEAR Y VER

En los dos domingos de Cuaresma pasados, la Iglesia nos ha propuesto dos lecturas, claves en el seguimiento de Cristo: la Samaritana y el Ciego de Nacimiento. Son dos lecturas de Juan que, si bien son distintas e independientes una de otra, se complementan. En la primera, Juan expone a un Jesús que invita a su seguimiento y conocimiento a la comunidad samaritana, por aquel entonces mal vista en el mundo judío, por no haber abandonado el sincretismo con las religiones babilónicas y sirias. Jesús invita a la samaritana a dejar el pozo, el cántaro y todos sus ídolos, y seguirle en una adoración "en espíritu y verdad". Por otro lado, el ciego de nacimiento es recreado, recobra su vista y ahora sí conoce a Dios, y le adora. Por contra, es expulsado (deja) el mundo judío con sus instituciones, tradiciones, seguridades y enfoque "legislativo" de la vida con Dios. Ambas escenas acaban igual: los personajes-tipo reconocen y adoran a Jesús: la samaritana reconoce al Mesías y lleva a otros a conocerlo, y el ciego de nacimiento lo reconoce y lo adora. Ambos son signo del que se ha encontrado con Jesús y, desde lo más profundo, ha visto cómo su vida es puesta "patas arriba". Quizá es lo que Jesús nos propone esta Cuaresma: dejar que nos salga al encuentro y remover nuestra vida.