BUSCADOR CATÓLICO

viernes, 7 de marzo de 2008

ES LO MISMO

Si uno se pone en contemplación, y trata de acercarse con el corazón al Misterio de la Encarnación, puede ver cómo la Humanidad recibió a Cristo en el momento en que, por la situación de pecado y vivencia de Dios sin el corazón por parte de Israel, más necesario era un soplo de Gracia. En efecto, en el relato de la Anunciación de Lucas, podemos ver con el corazón y dejar que resuene en él la Gracia desbordante de un Dios que se acerca a una criatura y la desborda con una Promesa, una Certeza: es llena de Gracia, y en ella se encarnará un Hijo, el HIJO, la Segunda Persona de la Trinidad. El Alma Fiel de María albergará tal estallido de Amor, y se hará Templo de la Divinidad, Vaso Sagrado en el que se contiene toda la Plenitud, todo el Bien, toda la Eternidad. El diálogo con el Arcángel Gabriel debió ser tan inefable, que ningún oído humano, a no ser que fuera muy puro, podría haberlo escuchado. La misma presencia del Poder del Altísimo no es fácil de asimilar si no es porque Dios mismo sostiene con su Amor a María. Ya era llena de Gracia, porque Dios ya se había fijado en ella y la había escogido. Así pues, sólo María alberga tanta Pureza y tanto Bien. Pocas criaturas han gozado de tan singular unión con la Trinidad. Francisco fue una de ellas, pues fue Uno con Cristo, Uno con el Bien, Todo Bien, Sumo Bien.

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