BUSCADOR CATÓLICO

lunes, 14 de julio de 2008

ROMANOS 8



Rm 8, 18-24.

“Sostengo que los sufrimientos de ahora no pesan lo que la gloria que un día se nos descubrirá. Porque la creación, expectante, está aguardando la plena manifestación de los hijos de Dios; ella fue sometida a la frustración, no por su voluntad, sino por uno que la sometió; pero fue con la esperanza de que la creación misma se vería liberada de la esclavitud de la corrupción, para entrar en la libertad gloriosa de los hijos de Dios. Porque sabemos que hasta hoy la creación entera está gimiendo toda ella con dolores de parto. Y no sólo eso; también nosotros, que poseemos las primicias del Espíritu, gemimos en nuestro interior, aguardando la hora de ser hijos de Dios, la redención de nuestro cuerpo. Porque nuestra salvación es en esperanza; y una esperanza que se ve, no es esperanza, pues ¿cómo es posible esperar una cosa que se ve?”.

Este es el Texto que leíamos ayer, Domingo XV del T.O. en la Eucaristía. Hago aquí mención del mismo porque me parece muy interesante la visión que otorga del Pecado Original, de la Encarnación y Redención, y de la Parusía. En efecto, Pablo expone aquí una visión de una Creación en permanente tensión hacia la Manifestación Definitiva de Cristo. Creo que podemos hablar del texto en 3 puntos:
1. La Caída Primera, el Pecado Original, arrastró a la Creación al desorden. En efecto, el pecado lo cometió el hombre, pero, como si del hermano mayor de la Creación se tratase, arrastró a esta a un desorden existencial, desordenando también las relaciones en el Reino de la Naturaleza. Si el pecado, en si mismo, es una alteración de nuestra relación con Dios y los demás, la Creación sufre también en cierta manera este desorden. Es lo opuesto a la armonía del Paraíso, en la que los animales convivían entre sí y con el hombre, y se alimentaban de la hierba del campo. Esta es la imagen que la Biblia da del orden antes del pecado. Pero, al hacer el hombre su propia voluntad, no sólo cayó él en el desorden y el sufrimiento, sino que también la Creación padeció tal alteración. De ahí lo que dice Isaías (cap. 11): “Serán vecinos el lobo y el cordero, y el leopardo se echará con el cabrito, el novillo y el cachorro pacerán juntos, y un niño pequeño los conducirá. La vaca y la osa pacerán, juntas acostarán sus crías, el león, como los bueyes, comerá paja. Hurgará el niño de pecho en el agujero del áspid, y en la hura de la víbora el recién destetado meterá la mano. Nadie hará daño, nadie hará mal en todo mi santo Monte, porque la tierra estará llena de conocimiento de Yahveh, como cubren las aguas el mar”. Sería la imagen ideal de la Plenitud de la Presencia de Yahveh entre nosotros: todo será restaurado.
2. Desde que padece este desorden, la Creación espera que se manifieste plenamente nuestra condición de hijos de Dios. ¿Qué significa esto? En primer lugar, esta referencia de Pablo nos remite a la Parusía, al momento en que Cristo vendrá y será “todo en todos”. Pero este momento, y como recalcó Juan Pablo II, nuestro Papa de Feliz Memoria, se anticiparía si la Humanidad viviera en Fidelidad a Dios y sus Mandamientos. En efecto, la Parusía no es un momento histórico que tiene que suceder y punto, sino que en buena medida lo estamos retrasando, puesto que si cumpliéramos estas palabras: “El que me ama guardará mi palabra y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada en él” (Jn 14,23) Cristo se manifestaría plenamente. Justamente es esto lo que nos dice San Pablo: seremos Hijos de Dios cuando cumplamos y vivamos su Voluntad. (Lo dice también Francisco en su Carta a los Fieles). Así que, de alguna manera, la Creación espera este día.
3. Y también el Espíritu gime en nosotros, esperando este momento. Sí, porque Jesús nos prometió el Paráclito, su permanente presencia, que nos impulsaría a buscar a Dios en todo momento. Y es Dios mismo quien nos da su Gracia para que le busquemos y amemos de corazón y de obras.

En resumen, en este texto, Pablo nos dice que, desde la caída, la Creación anhela recuperar su estado de Paraíso. Y que, desde la Resurrección, también nosotros podemos anhelar y buscar el retorno a casa, porque nos ha sido mostrado el Camino en Cristo Encarnado, “Muerto” y Resucitado.

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