BUSCADOR CATÓLICO

martes, 30 de octubre de 2007

DABAR (II)


Respecto a lo que decíamos el día anterior, sólo precisaré una cosa, antes de continuar. Dije que Palabra, en Dios, es Acto, Manifestación. Quisiera precisar que no es sólo eso, sino que, más aún, es su SER. O sea, Dios es Acto de Amor. Ya hemos hablado de la "perijoresis", de esa comunicación Eterna entre Padre e Hijo por el Espíritu. Pues bien, eso es Dios, Palabra, Acto. Dios no puede dejar de crear, de manifestarse, de comunicarse.

Siguiendo con el tema, decíamos que la Palabra es indispensable en la Liturgia. Y es que es de Dios que en la estructura eucarística se haga anteceder la Palabra a la Consagración. El Dios Creador, el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, el Dios de Moisés... se manifestó al Pueblo en Tablas de Piedra, en los Profetas y de diversas formas (teofanías), hasta que se automanifestó, dándose a si mismo. Es la misma Palabra, pero antes manifestada de forma misteriosa, oculta al hombre. Ahora, visible en su Plenitud, en una realidad concreta y encarnada, que transfigura por completo primero en la Cruz, luego al resucitar, como dos escenas de un mismo acto, estructurado en la gran Historia de la Salvación. Con un recorrido por el AT y por el NT, engarzado por la oración del hombre, en respuesta al obrar de Dios, y culminado con la Voz de la PALABRA, Cristo mismo, vemos cómo "Dabar" pasa de venir de lo alto del Sinaí, a dar su más profundo grito de entrega en el Monte Calvario. Sólo así podemos entender mejor la anáfora y la epíclesis.

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