BUSCADOR CATÓLICO

martes, 9 de octubre de 2007

EL ESPOSO


El Alma que se ha desposado con el Espíritu Santo, consagrándose en Cuerpo y Alma, y escogiéndolo como el Amor de su Vida, porque por Él ha sido seducido, experimentará la Intimidad de su Alma con Dios. Esta Intimidad, sin embargo, no es un momento dado, que luego termina a la espera de que se repita. La Intimidad Esponsal es constante. Constantemente, el Esposo piensa en la Esposa, y la Esposa en el Esposo. Es lo mismo con Dios. Aún más, las relaciones esponsales humanas son reflejo de las relaciones intratrinitarias, de las que el Alma Desposada participa, estableciendo el mismo vínculo con el Espíritu Santo. Y como Esposa, el Alma siente la Dulzura del Esposo, Dulzura que se derrama bien como un torrente, bien como un suave efluvio, pero se derrama. Y el Alma, en palabras de Clara, no puede sino desear: "¡Llévame en pos de ti, correremos al olor de tus perfumes (Cant 1,3), oh esposo celestial! Correré, y no desfalleceré, hasta que me introduzcas en la bodega (cf. Cant 2,4), hasta que tu izquierda esté debajo de mi cabeza y tu diestra me abrace felizmente (cf. Cant 2,6), hasta que me beses con el ósculo felicísimo de tu boca (cf. Cant 1,1)".

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